Fuimos a Impacto sin conocer a nadie y sin tener ni idea de lo que nos íbamos a encontrar.

Un día me inundaba un sentimiento de soledad, a pesar de tener gente a mi alrededor que me quería. Recé en busca de consuelo y sentí la voz de Dios que me decía que yo era única, irrepetible, que me quería y que era su hija, y solo por eso valía un montón. Fue un gran regalo, pero más impresionante fue cuando al día siguiente nos encontramos en una parroquia un pequeño folleto sobre Impacto que plasmaba todas estas mismas ideas sobre cómo Dios nos mira y nos ama. En la primera página únicamente aparecía la palabra ERES, y ya solo eso me recordó lo que había vivido. Pero al abrirlo vi un montón de fotos de personas que tenían escrito en la frente: “preciosa”, “única”, “perfecta”, “valiosa”… Tan impresionados nos quedamos que, sin saber lo que era, tuvimos claro que había que ir. Encuentro en Cantabria, surf, conciertos de alabanza, tiempo para ti y Dios… Todo era perfecto. Así que, sin conocer nada y a nadie, movidos por la atracción del folleto y sabiendo que Dios nos quería allí, nos apuntamos a esta aventura que tanto nos ha sorprendido.

 

 

 

Siendo sinceros, al subirnos al autobús nos asustamos un poco al ver que la mayoría de los que estaban allí eran más pequeños que nosotros y pensamos: ¡dónde nos hemos metido!

 

Pero nuestra impresión cambió rápido al llegar ver el gran ambiente de familia y comunidad que se respiraba. Todos estaban preparando el lugar con mucho cariño y dedicación, cada uno con lo que le tocara. Se pusieron a hablar con nosotros como si no tuvieran otra cosa que hacer, porque tenían claro que lo importante en ese momento era que nos sintiésemos acogidos. Todo el mundo se interesaba por ti, te preguntaba y quería que te sintieras a gusto. Los dos necesitábamos eso aunque no lo supiéramos. El primer día ya todos se sabían nuestro nombre. Era como si el grupo entero formara una gran familia que nos acogía calurosamente. Sin grupos cerrados, sin competitividad, sin prejuicios… Como si todos sirvieran a una misma cosa, o, mejor dicho, a una misma persona: Jesús.

 

 

Otra de las cosas impactantes es la alabanza. Es una “pata” importante en la oración que hay que sacar a la luz mucho más porque es realmente importante. Te ayuda a hacer consciente la grandeza de Dios y su inmenso amor y cuidado por nosotros, sus hijos. Hemos aprendido a tener ante la vida una actitud de mayor gratitud, cosa que nos hace más felices, vivas lo que vivas.

 

 

De estos cuatro cortos pero intensos días, nos llevamos un gran hogar. Sabemos que nos esperarán con los brazos abiertos cuando volvamos y que en cualquier momento podemos contar con tantos amigos y ejemplos de vida que allí tenemos.

 

 

Nos llevamos también mucha fuerza y ganas para vivir nuestro día a día con alegría, dando todo lo que somos y tenemos, desde nuestra pequeñez. Nos hemos irradiado de tantos jóvenes y futuros líderes con ganas de llenar el mundo de bien, verdad y belleza.

 

 

 

Y por último nos llevamos la mirada de Dios que nos ha transmitido a través de todos los que había allí. Dios nos mira, nos ve tal y como somos, con nuestras debilidades y talentos, virtudes y defectos. Y nos quiere así, nada cambiaría de nosotros, pues así nos ha creado y no nos ama por lo que somos o hacemos, sino por quienes somos: sus hijos tan amados.

 

Gracias por todo.

Unidos en oración,

 

 

Gloria y Lucas.