Colosenses 3, 12-14

 

Han pasado pocos días desde mi primer compromiso con la comunidad.

 

Pienso raro, lento y me cuesta mucho mantener un discurso coherente. Si le sumamos que la situación de Melly no me ha permitido reflexionar en profundidad… espero que me disculpéis. Empecemos.

“¿Qué narices hago yo aquí? No es mi sitio”. Eso es lo que pensaba el día antes de comprometerme. Llamativo si tenemos en cuenta que llevaba un año rezando y pensando si me comprometía o no, y que mi relación con FyV se remonta a 2012. Pero siempre que me he resistido a hacer algo, hacerlo es lo mejor que me podía haber pasado.

“Te basta mi Gracia: la fuerza se realiza en la debilidad” (2 Cor 12, 9). Puede parecer

 

fácil de experimentar; no para mí. La debilidad no entraba en mi concepción del mundo. Así que era imposible que me bastara el Señor. Pero Él, con una paciencia y un amor infinitos, me ha mostrado que su Gracia siempre está ahí, ya estuviese inmersa en un abismo de sufrimiento o soledad, ya tuviese una vida tranquila y feliz. Sólo tenía que dar un paso hacia Él.

Personalmente, la comunidad me ha ganado poco a poco, a mi ritmo. Con un “Así que tú eres otra her

 

mana de Dolos” al principio, con silencios acompañando los malos momentos, con un “he pensado en ti para hacer esto. ¿Qué te parece?”, con colacaos vs cervezas, con un acompañante que es genial… Hay personas que se han convertido en amigos y algunos amigos que se han convertido en hermanos de comunidad.

 

Supongo que las razones para comprometerse son tan distintas como personas forman la comunidad; ni mejores ni peores. Las razones, digo. Siempre he valorado mucho mi libertad, mi espacio, y tener razón; cualidades muy importantes para una persona muy desconfiada. Cuando he estado en grupo o he colaborado, mi implicación alcanzaba hasta la salida de emergencia. Quiero decir, necesitaba sentir que podía irme cuando YO quisiera. Así que, en principio, la decisión para comprometerme fue un “vamos a probar. Si no funciona, pista. Ay, esto no va a funcionar”. Además, el compromiso me aterra.

 

Pensaba que yo era distinta, pero no hay como hablar con la gente para ver que no hay nada nuevo bajo el sol. Una amiga me dijo que la libertad es decidir dejar entrar a Dios en mi vida. Este compromiso es un fiarme del Señor, es decirle: “Mira. Los dos sabemos que, cuando he dirigido yo, ha sido un desastre. No sé lo que pasará dentro de un mes ni de cinco minutos, no sé si estaré en FyV un año o para siempre. He decidido salir de la barca en plena tormenta porque Tú me llamas. Sea lo que sea, que sea contigo”. Y es fiarme de mis hermanos. ¿Son perfectos? No. ¿Se equivocan? Por supuesto. ¿Los cambiaría por otros? Ni de palo. Son los que me han traído hasta aquí, los que me sostienen y los que me verán (espero) arraigarme más en el Señor.

 

Con sus defectos y virtudes, FyV es refugio, esperanza, unión, consuelo, alabanza, fuerza, entrega, visión… amor del bueno. Álex me preguntaba qué esperaba con este compromiso. No espero nada porque ya lo tengo: una comunidad que es la presencia real de Cristo vivo en este mundo.

Bárbara.