Hace unas semanas nos llegó una información sobre un curso que se iba a realizar en Madrid. Dos días antes, cinco personas, de todas las edades del ministerio de música de Cantabria, decidimos ir.
Pensábamos que era una gran oportunidad para formarnos más en lo que es nuestra pasión: alabar a Dios.
Emprendimos nuestro viaje el sábado a la seis de la mañana, muy ilusionados y expectantes por lo que allí nos podríamos encontrar. Al llegar nos percatamos de que realmente el día iba a estar lleno de trabajo, que nos serviría de verdad.
La dinámica del curso, impartido por nuestros amigos y hermanos Aitor Y Loida del grupo RADÄR, consistía en un conjunto de charlas, acompañadas con una serie de debates en pequeños grupos, los cuales permitían compartir tu experiencia y aprender de la de los demás.
Destacaríamos la importancia de saber que alabar a Dios no se hace solamente cuando te subes al escenario para tocar y al levantar los brazos, sino que es un estilo de vida. Hemos aprendido también la importancia de la unión dentro del grupo, y que no solo tenemos que trabajar juntos, sino que también tenemos que tener ratos de ocio para conocernos entre nosotros. Esta ha sido una gran oportunidad para relacionarnos, ya que la diferencia de edad hace que en ocasiones no nos sentemos todos a charlar.

Pero lo que sin duda ha dado riqueza a este viaje es el poder compartirlo con nuestros hermanos de Madrid. Tuvimos la oportunidad de comer juntos y conocer su realidad en Fe y Vida, ya que no es fácil tener un sentimiento de comunidad estando tan alejado del resto. Por ende nos sentimos afortunados de poder pertenecer a un núcleo grande de la comunidad, en el que compartir con tus hermanos cercanos todas tus experiencias y sentimientos.

Cabe destacar la presencia de nuestros hermanos evangélicos dentro del curso, que han aportado algo diferente y nos han hecho descubrir que todos tenemos un mismo sentir en el corazón, lo que hace que todo esto merezca la pena.

No podemos terminar sin agradecer a todas esas personas que no realizan un servicio tan visible como el nuestro que en ocasiones parece que quedan en un segundo plano, y que realmente son los que hacen posible todo lo que ocurre en fe y vida: logística, intercesión, cocina, limpieza… Cada una de esas personas se merece un enorme gracias por todo lo que trabajan y por entregar su vida al Señor.
Vinimos con las pilas recargadas y con más fuerza aún si cabe, de entregar el don que Dios ha puesto en nosotros, para servirle y que Él nos utilice como herramienta para poder llegar a todas las personas que aún no le conocen.

 

 

MARIO, ISRA Y ANA