El Papa Francisco visitó esta semana Irak. Un viaje cargado de simbolismo que retrata perfectamente el carácter de este Papa y lo que quiere para la Iglesia.
La elección del Santo Padre ha sido visitar un país dañado profundamente por décadas de violencia, en el que la pobreza y la inseguridad están a la orden del día. Durante años, en Irak, ser cristiano era una cuestión de riesgo para la propia vida y aún así millares de cristianos permanecieron en el país a pesar de las amenazas y los peligros.
Irak, en el Golfo Pérsico, lleva décadas conviviendo con la inestabilidad política, la guerra y el terrorismo. Alejado actualmente de los focos de la opinión pública y bastante olvidado de la comunidad internacional, ha sido la elección del Santo Padre para realizar su primera visita internacional después de 15 meses de parón. Un país de mayoría musulmana en el que apenas el 1,5% de la población es cristiana, entre 100.000 y 200.000 de sus casi 40 millones de habitantes. Francisco decide que visitar a esta minoría católica en Irak es una buena razón para salir del Vaticano.
Francisco continúa con sus gestos proféticos como pastor de la Iglesia.
Francisco se sale de nuevo del foco de la escena internacional para fijarse y llamar la atención sobre una realidad diferente. Parece una manera de decir: “No me preocupan los intereses de los medios de comunicación ni de la política internacional. Lo que me interesa es la pobreza de este mundo y es ahí a donde quiero llevar la mirada de la Iglesia”. En mi opinión, el Papa Francisco, busca cambiar los ejes de interés sobre los que gira la realidad de la Iglesia intentando dejar de lado la pelea por mantener antiguas relaciones de poder e influencia en nuestra sociedad y trata de que la Iglesia bascule de nuevo a la atención al pobre y necesitado también en el ámbito internacional.
En occidente y en España concretamente, la Iglesia suele ser noticia (con o sin razón) por asuntos que muchas veces no están entre las que deberían ser sus prioridades y las características de este viaje hacen que sea difícil encontrarle un “pero” a esta visita.
El diálogo interreligioso
El diálogo, el entendimiento entre culturas y la búsqueda de puentes entre las diferentes realidades religiosas de nuestro mundo siempre han sido una de las prioridades para Francisco. En Irak, las visitas y los encuentros que ha tenido el Santo Padre han sido principalmente con autoridades locales y líderes religiosos musulmanes, en los que el respeto, el entendimiento y el interés por estrechar vínculos con el mundo islámico han sido la tónica general.
Uno de los principales riesgos de este viaje era la seguridad. Desconozco cuáles eran los sentimientos reales del pueblo iraquí con respecto a esta visita. No sé si predominaba la indiferencia, la incredulidad o si en realidad la visita del líder religioso de la Iglesia Católica se tomaba más como un compromiso desagradable. Pero supongo que cuando ves que tus líderes religiosos se reúnen con “el enemigo” en un clima de cordialidad, la tensión que pudiera existir en algunos ámbitos de la sociedad religiosa del país habrá disminuido. Y con ello, la justificación de cualquier ataque a la persona de Francisco también se hubiese convertido en algo difícilmente defendible.
Un Papa siempre cercano
Desde el inicio de su pontificado Francisco siempre ha tratado de mostrarse como alguien cercano al pueblo. Ha roto con la distancia que tradicionalmente había entre el papado y los fieles y con gestos naturales, “espontáneos” y cariñosos ha tratado de acercase a la realidad de la gente. Desde que en sus primeras palabras como Obispo de Roma pidiera a los fieles que solicitasen la bendición de Dios para él, Francisco siempre ha procurado mostrarse uno más entre todos. Tal vez la elección de visitar una Iglesia tan pequeña (aparentemente) en número y en representatividad en su país pueda ser una llamada de atención a la necesidad de huir de la realidad de las grandes iglesias tradicionales que nos podemos encontrar en occidente, con una gran carga social detrás, pero que en muchas ocasiones han olvidado el sentido de comunidad y de Pueblo de Dios dentro de otro pueblo.
La vivencia de la fe del pueblo iraquí me hace pensar que esa Iglesia, en apariencia tan frágil, pero de tanta profundidad y calidad por sus circunstancias vitales, ha sido elegida por el Papa Francisco para poner el énfasis en la necesidad de que nuestra fe sea algo totalmente central en nuestras vidas y que esté por encima de todo lo que nos rodea. En muchas ocasiones, en nuestra sociedad, la propia inercia histórica de la Iglesia es la que nos ha hecho católicos, pero atendiendo más a cuestiones socioculturales que a una verdadera opción por Jesús resucitado.
Una vez más Francisco nos vuelve a sorprender con sus gestos valientes y a contracorriente, pero siempre cargados de simbolismo y con un trasfondo de mucho calado para la Iglesia. Esa Iglesia con la que él sueña y que quiere que sea su legado en esta época de encrucijada en la que tan necesario es un cambio de rumbo y en la que él siempre trata de ponerse como modelo con sus elecciones y su forma de actuar.
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