He de decir que tuve muchas dudas en ir. Primero por un miedo que no sé de dónde venía, luego iban pasando situaciones en mi vida que me decían que no fuera que aquí tenía mucho que resolver. Luego, en último minuto, algo me dio el impulso de buscar la manera de ir aunque fuera con ese miedo. Creo que cuando hay algo que da miedo y todo te dice que no, es cuando más hay que atrevernos y más tratándose de Dios.
Mi alrededor me decía que cómo iba a ir tan lejos a 800 km de mi casa, recorrer 1600 km en coche. Pero aun así fui porque por Dios iba aún más lejos porque sé que en la convivencia me iba a encontrar con Dios, con personas que viven su vida sirviendo a Dios y en ellos está Dios. Fue un viaje cansado, pero llegamos con ilusión y tuve el plus de los mejores compañeros de viaje que pude tener, platicando de la vida, de dudas sobre la comunidad y unos cuantos casos de investigación que nos entretenían en el viaje.
Adentrándome en la convivencia
Desde el primer desayuno vi la atención, el cariño y la entrega de todas las personas que organizaron todo. Me sorprendió poder hablar con toda la confianza a pesar de que muchos éramos desconocidos que íbamos por primera vez. La oración y las reuniones con Josué, con las preguntas que nos surgían y las respuestas, se fue dando con tanta naturalidad y confianza… Creo que de los mejores momentos de convivencia para mí fueron las comidas y los paseos en los que nos juntábamos personas de Fe y Vida de diferentes sitios de España. Hablamos temas muy profundos en los que compartimos cómo vimos la fe fuera de ahí y lo difícil que es ser cristiano en el mundo donde nos sentimos como peces en el agua. Ver que tengo muchas cosas en común con varias de las personas en esa convivencia me hizo sentir más aliviada porque a veces pensaba que exageraba.
Ver los paisajes de Santander, las olas del mar chocando con las rocas y su sonido, los colores del atardecer, todo tan bonito me hizo sentir que era hasta un lujo estar ahí sobre todo por la paz que se sentía. El sábado por la noche me sentí muy sola y lo comenté. Hubo una chica guardándome sitio para que me sentara con ella; luego estuve con muchos de sus amigos conociéndole y me sentí muy acogida hasta por esos jóvenes que también estaban viviendo su experiencia. Creo que fue lo más bonito porque luego, al compartir tantas cosas con ellos, despejé muchas dudas. Y luego… ¡no digamos la confianza que me dieron las dinosaurios! (Así se dicen ellas mismas, las que están en esta comunidad desde que empezó). A parte de la gran sabiduría que sus años les hacen tener y el amor tan desinteresado, sus consejos marcarán mi vida porque vienen con tanto amor. Tengo plena seguridad en que Dios me las puso.
El domingo, cuando ya todos teníamos más confianza, los desayunos estuvieron llenos con mucha risas, pláticas profundas de vivencias fuertes algunos y otros más de broma, pero el ambiente era tan cálido por el amor que se sentía. Se veía en la acogida que nos dábamos unos a otros. Las oraciones cada vez fueron más profundas.
Dios actúa siempre
Siguieron las comidas y el último paseo. Ya la oración de intercesión para mí sacó ya lo último. En la capilla con el Santísimo expuesto, Dios se encargó de sacar cosas que me hacían daño que ni yo sabía que estaban ahí, sentí que me dijo que lo que tenía fuera en Granada iba a ir bien, que no tenía que preocuparme, que tenía que mirar por esas heridas que estaban ocultas y que tenía que orar por ellas si quiero llegar a vivir como dicen en la comunidad, vivir en tu verdad. Cuando fui a pedir en la intercesión, pedí por ello aunque lo que expuse me daba mucha vergüenza. Pero estaban ahí dos personas que conocí este año en el Capítulo comunitario. Me inspiran confianza y tengo mucho cariño, y eso que es la segunda vez que les miro (porque Fe y Vida es así, amarse unos a otros desde el primer momento aun sin conocer y cuando ya se conocen aman hasta sus defectos, se corrigen con fraternidad y ayudan a conducir unos a otros, eso es lo que he visto a lo largo de estos tres años).
Después de aquella intersección, las pláticas y dudas… En esos días salí con un propósito, llena de paz y fuerzas para afrontar todo: y con mis ideas y mi amor a Dios más fuerte. Creo que vivir estas convivencias son muy importantes para conocerse unos a otros y ayudarse en el camino de la fe.
Volvería a recorrer 800 o más kilómetros por vivir una experiencia así.
Scarlett
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