Llevar a los demás hasta Dios, acercar a Dios a los demás. Siempre lo entendí como llevar a alguien hasta Dios, “transportarlo” de alguna manera hasta Él. Lograr que alguien conozca a Dios, aunque sea en parte, gracias a mí. Quería ser protagonista o coprotagonista de la salvación de alguien. Hacer cosas, decir cosas, dar a conocer lo más grande que existe, convencer a alguien de que Dios es real, todopoderoso, de que lo ama más que a todo… Hoy me he dado cuenta de que lo entendí mal.
Durante una pequeña adoración, sencilla pero preciosa, una de las más íntimas que he vivido, una hermana de comunidad hizo una oración. “Señor, que seamos un camino que pueda llevar a los demás hacia ti”. En ese punto algo me hizo ¡CLIC!
He de ser un camino, no un “transporte”.
He de ser un camino que cualquiera pueda transitar, un camino lo más directo posible, sin dobleces ni curvas, que permitan ver el amor de Dios al final del camino. Ser un camino lo más limpio posible, procurando que mis debilidades no sean como la maleza que estorba y entorpece al caminante. Quiero ser un camino sencillo y agradable pero sin grandes paisajes que distraigan al hermano que camina, que no le hagan quitar la vista del destino al que debe llegar. Un camino que cada cual pueda recorrer a su manera y a su ritmo, unos pasarán paseando, otros corriendo. Unos pasarán suaves y livianos y otros dejando huellas profundas o incluso dejando heridas que puede que tarden en sanar.
Conseguir llegar a ser esa clase de camino por mí mismo es imposible. Necesito la luz, el consuelo y la fuerza del Espíritu Santo para ser el mejor camino posible.
Quiero ser el mejor camino posible sin olvidar que en realidad yo soy un camino por el cual los demás se pueden acercar a Dios, pero también el amor de Dios puede llegar hasta ellos a través de mí como me llega a mí a través de mis hermanos.
Doy gracias a Dios por el gran regalo de la comunidad. Cada hermano es un camino y hay tantos caminos y tan diferentes por los que me llega el amor de Dios… unos me acogen, otros oran por mí, otros me acompañan y consuelan, otros animan y exhortan, otros avivan mi pasión por el Señor, otros me acercan su belleza, otros me corrigen, otros me contagian su alabanza…
En comunidad los caminos van en la misma dirección y se unen formando uno mucho más grande, en el que resulta más difícil perderte. Donde, si quieres, tienes ayuda para permanecer. Donde unos nos sostenemos a otros y Dios nos sostiene a todos.
Jesucristo dijo de sí mismo que Él era el camino, la verdad y la vida. Ojalá yo pueda ser un pobre imitador de Jesús y, con la ayuda del Espíritu Santo, también pueda ser un camino por el que el amor de Dios llegue a mis hermanos. Uno por el cual, a poco que los otros transiten por él, sientan curiosidad por aquello que apenas se vislumbra allá lejos, pero que los atrae sin saber muy bien por qué.
Me uno a la oración: “ Que pueda ser un camino que pueda llevar a los demás a ti”.
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