Hace unas semanas fuimos Marta y yo a Málaga a la boda de unos amigos. Al día siguiente fuimos a disfrutar un poco de la gastronomía local y comimos en un restaurante del centro de la ciudad. Al pedir la cuenta, noté que nos habían cobrado 4 o 5 euros de menos. En cuanto nos dimos cuenta se lo dijimos al camarero, quien, sorprendido y agradecido, exclamó efusivamente: “Eso no lo hace nadie, muchísimas gracias” y, por supuesto, nos los cobró. Volvió a darnos las gracias y yo, sin pensar demasiado, le respondí: “Es lo malo de ser cristiano”. Él se rio y se fue rápidamente, dejándome reflexionando sobre el impacto de mis palabras: pensaba que esa frase (es lo malo de ser cristiano) no reflejaba la verdad de mi vida.

A veces la imagen que damos los cristianos es que creemos que el cristianismo es verdad y que aunque nos suponga pasarlo mal o no divertirnos tanto como los demás, estamos dispuestos a soportar ese sufrimiento por la verdad.  Pero es que también creo que la forma cristiana de vivir es la mejor y la que más plenitud de vida nos trae.

Si pudiera volver al pasado, a ese momento de la conversación con el camarero, me hubiera gustado cambiar lo que dije. Me hubiera gustado decirle:  “Esto es lo malo de ser cristiano, pero si lo soy, es porque lo bueno de ser cristiano supera con creces a lo malo de ser cristiano”.

Y lo bueno de ser cristiano son al menos estas 7 cosas (que yo he experimentado en mi vida):

1. Dios nos perdona

Hace poco, una joven de 20 años en una de las células semanales que llevo, compartió cómo la confesión le ayuda a no sentirse culpable por errores del pasado. Nos decía que sus amigas hablaban de que se sentían culpables por cosas que habían pasado hace 2, 3 o 5 años, y ella simplemente “se había confesado”. Creo que es algo a lo que los católicos nos hemos malacostumbrado: al perdón de Dios y la paz que trae dicho perdón. Saber que Dios perdona nuestros pecados es un alivio enorme. Nos permite perdonarnos a nosotros mismos y a los demás, viviendo sin el peso del rencor y con una ligereza de cargas que otros no experimentan.

2. Seguridad

Al tener a Jesús en nuestras vidas, podemos estar seguros de que Dios nos ama, sin importar nuestros errores. Esto nos da una seguridad inquebrantable sobre nuestro valor y dignidad. También nos proporciona tranquilidad ante la incertidumbre del futuro, sabiendo que Dios cuida de nosotros y que, al final, todo estará bien. Y saber que al final todo acaba bien creo que cambia totalmente la actitud con la que enfrentamos nuestra vida.

3. Esperanza ante la muerte

Los cristianos tenemos la esperanza de que la muerte no es el final. Creemos en la vida eterna y en la promesa de Jesús de que nos ha preparado un lugar. Esta esperanza nos permite enfrentar la muerte propia y la de nuestros seres queridos con paz y confianza.

4. Sentido

Dios tiene una misión para cada uno de nosotros. Vivir con propósito y sentido es inmensamente satisfactorio. A diferencia de quienes buscan sentido en el éxito material, los cristianos encontramos nuestra misión en servir a Dios y a los demás, lo que llena de plenitud nuestras vidas.

5. Fuerza de voluntad

La moral cristiana nos enseña a tener dominio propio y a postergar recompensas inmediatas por un bien mayor. Este principio se aplica a muchas áreas de la vida, desde la alimentación hasta el ejercicio y la educación. Nos ayuda a vivir de manera equilibrada y a desarrollar relaciones saludables y amorosas. Cada vez estoy más convencido de que gran parte del éxito en la vida tiene que ver con tener fuerza de voluntad. Así que la fuerza de voluntad que desarrollamos al vivir nuestra fe es una aliada enorme en otros muchos ámbitos de nuestra vida.

6. Ser mejor persona

El cristianismo nos insta a luchar contra el egoísmo y a seguir la regla de oro: tratar a los demás como nos gustaría ser tratados. Este enfoque nos convierte en personas más empáticas, pacientes y altruistas. Yo estoy convencido de que soy mejor persona gracias a mi fe de lo que lo hubiera sido sin ella.

7. Ser una persona atractiva

No me refiero a la apariencia física, sino a la atracción que genera una persona que vive según los principios cristianos. Una persona que perdona, tiene seguridad, esperanza, sentido, fuerza de voluntad y lucha contra su egoísmo es alguien con quien todos quieren estar: Jesús era extremadamente atractivo por estas razones, y a ser como Él es a lo que aspiramos.

En conclusión, ser cristiano no solo vale la pena, sino que merece la alegría. ¡Y eso, querido camarero, es lo bueno de ser cristiano!