Este fin de semana hemos tenido el capítulo de nuestra comunidad, un capitulo marcado
por el momento que vivimos motivado por el Covid, y es que:

Los tiempos de Dios no son los nuestros. Y aún atisbando el plan de Dios para mí y
teniendo claro que estoy en sus manos, todos vamos a atravesar momentos y épocas de
espera, de incertidumbre, de silencio, de no saber muy bien hacia dónde, de pensar que
Dios calla…

Han pasado cinco años desde que decidimos que Fe y Vida sería nuestra casa. El Señor nos
puso en contacto con los deseos más profundos de nuestro corazón, que nos han llevado a
descubrir que estos deseos podían cumplirse en la comunidad para encontrarnos con Él.
Y lo encuentro en la parábola de las doce doncellas, preciosa. Nos habla de la
esperanza, de la espera y de la necesidad de contar con «aceite» para que las lámparas
no se apaguen. Porque se nos hará difícil y duro. Porque vendrá el aire o la lluvia y
mojará la llama. Porque tendré la tentación de apagar del todo la lámpara y renunciar…
Porque empezaré a preguntarme si vale la pena la espera, si el Señor vendrá, si todo es
una farsa y fruto de mi imaginación…

Yo he tenido que buscar mi aceite personal. Y, en mi vida, nuestra vida, ha sido la vida
comunitaria. Rodearnos de hermanos en la fe con los que rezar, compartir vida y
escuchar a Dios a través de ellos y ellas. La comunidad que te sostiene en la oscuridad y
no te deja para no abandonar la misión. Permanecer junto a los jóvenes, con mayor o
menor claridad, seguir participando en los sacramentos, con mayor o menor intensidad.
No ceder a la sequedad del amor y esperar tiempos mejores. Y el Señor llega, claro que
llega. Y te colma de bendiciones, hechas realidad por cada uno de los hermanos de la
comunidad. Y se hace la luz. Y ya no necesitas la lámpara.

Superas la queja, el desánimo, la monotonía y apostar por la pasión, el entusiasmo y la
fe nos puede ayudar.

Aprendamos a ver más allá y no demos nada ni a nadie por perdido. Soñemos a lo
grande.

Solo nos queda darles gracias a Dios por estos cinco años, por confiar en nosotros… Él ha
estado grande con nosotros y estamos alegres.

Francisco Carrasco