¿Has estado alguna vez delante de la puerta abierta de la nevera, asomándote a su interior, mientras te preguntas qué pondrás para comer? Ves por aquí un papel aluminio con restos de la comida de ayer, por allí una táper con otro poquito de algo que sobró, recuerdas esa lata de la despensa que siempre te preguntas cuando será útil, hay en algún lugar un paquete con un poco de arroz…

Tu mente maquina, piensa, combina. Se te ocurren varías cosas que podrías hacer si tuvieras tal o cual ingrediente, o si hubieras planificado las cosas con más tiempo. Pero tu familia llega en veinte minutos y querrá comer. Llegados a ese punto, tratas de tener una idea feliz, combinas lo que tienes como puedes y haces una comida.

Mi experiencia me dice que, al menos en una situación como la que yo vivo y en un país como España, siempre habrá algo que comer por la casa. Aunque tengas que hacer una combinación rara. Tu familia comerá y puede que hasta alguno de los tuyos te diga que le ha gustado mucho la comida.

Comenzando

Así me encuentro ahora. Delante de la puerta abierta de mi alma buscando ingredientes para terminar un artículo que ya va fuera de tiempo. Me siento y escribo lo siguiente:

“Sin nada que decir, pero ponte delante del ordenador. Algo saldrá. Siempre sale algo. El problema es que tú quieres que sea perfecto, que cambie corazones, que te haga quedar bien… Pon las manos en el teclado y escribe. Algo aprovechable surgirá. Venga, sigue, confía. Siempre hay ideas ocultas intentando salir. O ideas que vienen al vuelo y logras atrapar. Mete la red e intenta atrapar algo. Echa las redes al otro lado… A lo mejor confiando consigo llevar algo de pescado a casa. Conozco mi oficio y hay cosas que salen solas. Bueno, no es mi verdadero oficio y eso me puede servir como excusa. Pero hoy soy yo el que debe escribir. El que debe echar la red a ver si atrapa algo interesante con que alimentar a otros”.

Después de escribir esto se me ocurre la comparación con la nevera vacía y hago una introducción donde colocar el texto.

Cocinando

Y hasta aquí hemos llegado. Ya tengo los ingredientes. Ahora habrá que cocinar algo con ellos y hacer una comida con un mínimo de dignidad.

Hace tiempo, concebí la idea de escribir un artículo en el que hablara de cómo hay que ir avanzando y haciendo cosas antes de saberlas hacer de forma perfecta. Pensé que se llamaría algo así como “Avanzar a trompicones”. Esta es la idea que tenía por ahí, el táper de la nevera. Debía mezclar esta idea con anotaciones sobre la perseverancia y sobre la gente que nos dice que se puede llegar a ser constante y perseverante si trabajamos duro. Aquí pensaba poner mucha ironía. Me hubiera gustado hablar, por ejemplo, del profesor universitario al que le escuché por primera vez la afirmación de que “lo perfecto es enemigo de lo bueno”.

Comida rápida

Pero no hay tiempo para cocinar esta idea así. Toca presentarla de forma más modesta. Así que simplemente diré que hay veces que la vida te pide actuar y tú debes hacerlo, aunque no te vayan a salir las cosas de forma perfecta.

Tienes que abrir la nevera y buscar. Y en esa situación lo que descubro es que, al abrirla, siempre hay algo. Puede que no sea muy bueno, que no sea la comida preferida de    las personas que lo van a comer, que sea lo mismo que pusiste de comer hace dos días, pero… es lo que hay. Y es lo que tú tienes que dar.

Algo tendrá el agua cuando la bendicen

Los novios de las bodas de Caná deberían haber sido más previsores y haber comprado más vino, pero al final ofrecieron a Jesús lo que tenían, que no era más que agua. ¿Quién no tiene un poco de agua?

Todos tenemos algo que aportar. Siempre. Una actitud amable, una reflexión sobre el tema que se está hablando, un chiste que relaje el ambiente, una experiencia que tuvimos en algún momento de nuestra vida.

¿Cuál es tu agua? ¿Qué tienes en la nevera?

Mi agua hoy viene en forma de pregunta. No te puedo decir mucho ni darte grandes y profundas ideas. Pero me quedo contento si te haces la pregunta en serio. ¿Cuántos años has vivido? ¿Crees que en todo ese tiempo no habrá experiencias que valga la pena contar? Piensa en todas las cosas que sabes hacer, en todo aquello que se te da bien. ¿Acaso no tienes más de una virtud o habilidad con la que puedas ayudar a otros? Recuerda todas las reflexiones que has hecho a lo largo de tu vida. Seguro que hay alguna con la que puedes enriquecer a alguien. Repasa lo que has leído y has escuchado a lo largo de tu vida. Puedes comentar algo. Rememora los fallos y pecados de tu vida, tus sufrimientos y dolores. ¿No podrás aportar a partir de ahí alguna palabra de ánimo o algún gesto de comprensión?     

Cómo mínimo estaremos ofreciendo agua, que ya es mucho para el sediento. Si el señor convierte el agua en vino o no, escapa de nuestro control. Pero hay que poner el agua y presentársela.