Hoy escribo desde la perplejidad. Desde una pregunta a la que no sé dar respuesta. Juegan en mi cabeza los conceptos de perseverancia, de caída, de perdón, de volver a empezar, de repetición, avance, retroceso, estancamiento. En fin, lo de siempre. Porque creo que muchos nos movemos en esas realidades, sin saber muy bien si realmente hacemos lo que debemos. Aceptando la limitada y falible naturaleza humana, al mismo tiempo que nos entrevemos inmortales e invencibles y queremos volar. Pero, aterricemos, vayamos a lo concreto.
Cristiano por nombre
Creo que debo comenzar hoy hablando de un Cristiano que todos conocemos. No sé cuáles son sus creencias ni me corresponde a mí juzgar su vida. Pero al menos por nombre nos sirve. Sí, estoy pensando en Cristiano Ronaldo. Debo decir que, aun siendo yo fan del Madrid, siempre me ha gustado más Messi que Ronaldo. Pero hay un aspecto de este último que me ha ido haciendo fan suyo y, últimamente, me sirve de inspiración.
Comentaba, en una entrevista que le hicieron hace pocos meses, que su hijo quiere ser futbolista, pero que de vez en cuando bebe Coca-Cola y toma patatas fritas. Las declaraciones de Cristiano me llamaban la atención porque estaban revelándonos una vida. A sus 36 años sigue perfectamente en forma y en primera línea. Pero hay toda una vida entregada al futbol detrás de eso. Muchas horas de entrenamiento, de gimnasio, muchas patatas y Coca-Colas no ingeridas. Un día, y otro, y otro… tenía un objetivo y puso toda la carne en el asador.
Entonces, ¿persevero?
Hace un tiempo escribí en otro artículo una pregunta que me movía en muchos momentos: “¿Qué pasa si persevero?”. Hoy puedo darle respuesta: si persevero me convierto en Cristiano Ronaldo. Bueno, es una forma de hablar, no basta solo con empeñarse, además hay que tener en cuenta las capacidades de las que partimos. Pero… ¿ni una patatita? Al final caen patatas, Coca-colas, panceta, bocadillos, pizzas y alitas de pollo. Y, claro, mi cuerpo se aleja hoy día bastante de el del futbolista en cuestión.
Queremos jugar en la primera división del cristianismo, que nuestra vida sea significativa y que tenga fruto. San Agustín nos da una fórmula, “Trabaja como si todo dependiera de ti y reza como si todo dependiera de Dios”. Voluntad y gracia, es el camino. La fórmula la sabemos. Pero a mí ni se me notan los abdominales. Y me desespero.
Nuevos comienzos
Aunque tengo que decir que solo me desespero temporalmente. En seguida vuelve la ilusión. Cada principio de año, cada nuevo curso, cada día uno de mes, cada lunes o cada amanecer, puede ser un recomienzo. Y, entonces, se vuelve a empezar.
¿Es esto una excusa o es asumir la naturaleza humana? No lo sé.
Evidentemente, mi vida podría hoy ser mucho mejor de lo que es y haber dado mucho más fruto. Eso es así. Sin embargo, eso es el pasado. Asumir mi realidad es asumir cómo son las cosas en el presente y trabajar a partir de ahí. Recogiendo las lecciones de lo vivido hasta ahora.
Hace unos días ley una frase que me movió por dentro y que reproduzco aquí. Se le atribuye a Pitágoras y dice lo siguiente: “El objetivo de todo hombre no debe ser llegar a un punto, sino avanzar desde dónde está”. Está a medio camino entre consuelo barato por no haber hecho lo que se debe, y bofetada refrescante de realidad. ¿Que debería estar mucho más avanzado? Sí, sin ninguna duda. Pero estoy dónde estoy. Hay que seguir. Leí otra frase similar, creo que en el libro “El monje que vendió su Ferrari”, también muy motivante. Decía algo así como que el mejor momento para plantar un árbol fue hace cuarenta años, pero el segundo mejor momento es hoy.
Pero, ¿qué nos pide Dios?
Me consuela pensar que Dios nos pide las cosas en el momento que podemos darlas. Al joven rico le dijo que vendiera todo y se lo diera a los pobres, pero después de comprobar que ya hacía todo lo demás. ¿Me lo pide a mí que no consigo ni hacer todo lo demás que viene antes? Sinceramente, no lo sé. He escuchado a Josué decir alguna vez que no se negocia con quién ha dado la vida por nosotros. Y también que el Evangelio es una buena noticia. La respuesta tiene que tener componentes de estas dos ideas. Y, además, creo que dicha respuesta debemos darla cada uno.
Como se ve, hoy traigo más preguntas que respuestas. La única respuesta que puedo dar es: “así son las cosas en mi vida”. Me gustaría que fueran mejores y no comer patatas fritas ni beber Coca-Cola pero, por lo pronto, podemos ir plantando esos árboles que no plantamos en el pasado. Quizás dentro de cuarenta años digamos, “esta vez sí lo hice”.
Sugerencia final
He dudado si añadir o no este último párrafo, pero al final lo he hecho. Es solo una pequeña sugerencia para la esperanza. Hagamos pequeños actos bien hechos. Van sumando y no nos hacemos una idea de cómo se van acumulando, aunque no nos demos ni cuenta de ello. Por poner un ejemplo de cómo hay muchas pequeñas cosas que no van pasando desapercibidas pero que van sumando mucho, ¿sabéis cuantas “a” he escrito en lo que iba de texto hasta el final del párrafo anterior? 375. ¿No es sorprendente?
Por cierto, “a” de árbol.
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