“Estás cosas debería saberlas todo el mundo”.
Era la frase con la que comenzaba la sesión, un paciente sacerdote, al que acompaño como psicóloga. Se refería a todo lo que habíamos ido trabajando a lo largo de los meses en terapia. Me contó que un par de personas habían estado hablando con él esa semana y había visto oportuno aconsejarles usar algunas de las herramientas que habíamos estado trabajando en terapia.
Entre las ideas que habíamos hablado se encontraban el cómo relacionarse con los demás, cómo nos afectan las críticas, qué podemos controlar y qué no, la autoestima… y tantas cosas que aparentemente sólo están relacionadas con la vida, pero en este artículo me propongo mostrar cómo están ligadas también a la fe. En concreto estas cuestiones habían llevado a este hombre a tener numerosas crisis de fe. Y es que, cuando no nos conocemos, muchas veces llevamos a la vida espiritual las dificultades personales que radican en un buen trabajo a nivel personal.
Como este caso que he contado hay otros muchos. En ocasiones me asusta la poca importancia que le damos a la inteligencia emocional en la vida de fe y el daño que esto ocasiona.
Entre los pilares básicos de la inteligencia emocional encontramos: autoconocimiento, autorregulación, empatía, motivación y habilidades interpersonales. Aparentemente, cuestiones básicas, pero que requieren de un trabajo diario y de por vida. Siempre hay algo nuevo que conocer de uno mismo, algo que gestionar, alguien con quien relacionarse de nuevo…
La iglesia y la inteligencia emocional
Cada vez tengo más claro que existe la necesidad de hablar y trabajar estos temas en la Iglesia. Si queremos salir hacia fuera y que la gente conozca al Señor, antes tenemos que tener las herramientas necesarias para llevarlo a cabo. Y entre otras cosas, si yo no he hecho un trabajo personal dificulto la tarea, dado que evangelizar también requiere tener habilidades sociales, saber relacionarme, empatizar con el otro y entender su situación y lo que puede estar necesitando.
En la propia Palabra de Dios encontramos numerosas referencias a aspectos que están relacionados con la inteligencia emocional, por ejemplo, en Efesios 4, 2: “Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor“. Aquí la Palabra hace una referencia a la difícil tarea que en muchas ocasiones tenemos a la hora de relacionarnos con los hermanos en las comunidades, parroquias, movimientos… En Proverbios 29, 11: “El necio da rienda suelta a toda su ira, mas el sabio al fin la sosiega“. Podemos leer la difícil tarea que existe en cuanto a gestión personal se refiere y cómo es necesario controlarnos para no ir “encendiendo fuegos”, sino ser luz en medio del mundo.
No estamos solos
La buena noticia es que, como cristianos, no estamos solos. Contamos en primer lugar con Dios y cuando tenemos una relación real con Él nos va ayudando a darnos cuenta de nuestras debilidades, dándonos la gracia para seguir creciendo en Él.
Además de la oración, personalmente, Dios me ha regalado la oportunidad de tener una comunidad donde vivir la fe, la vida y donde cuestionarme mi visión de la realidad constantemente. Y es que, a través de la relación con los hermanos, nos conocemos, nos gestionamos y llevamos a la práctica todos y cada uno de los pilares de la inteligencia emocional que anteriormente he citado. Es en la comunidad donde también he podido recibir el acompañamiento necesario para seguir creciendo personalmente y en mi vida de fe, y donde la persona que me acompañaba me hacía “de espejo”.
Últimamente, le he dado muchas vueltas a lo afortunada que he sido por haberme encontrado en mi vida una comunidad que le da tanta importancia al trabajo personal y que no huye de la psicología, como decía mi padre: “Dios ha creado la psicología para que la usemos, igual que lo hacemos con la medicina”.
Algunos os preguntaréis cómo está ahora el paciente con el que he empezado este artículo. Gracias a Dios cada vez mejor; su vida no es ahora idílica y ciertamente sigue con muchos de los problemas que tenía antes de comenzar la terapia, pero con las herramientas que ha adquirido, muchas dificultades que antes tenía ya no son un problema a resolver, sino algo que acepta y gestiona cada día mejor.
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