Es tiempo de poner objetivos para el año nuevo. No quiero decir que lo tengáis que hacer, pero a muchas personas nos ayuda aprovechar cuando se cierra una temporada y comienza otra para evaluar cómo vamos y ponernos objetivos de mejora.
En Fe y Vida siempre decimos que vivimos en comunidad porque queremos ayudarnos a crecer. Y que en un verdadero crecimiento la fe y la vida tienen que crecer juntas.
Entonces, la pregunta principal, por encima de si has conseguido los objetivos que te pusiste a principio del año pasado, es: ¿Has crecido?
Para poder responder a esta pregunta, podríamos valorar diferentes virtudes, por ejemplo:
- ¿Eres más valiente en las cosas que tienes que enfrentar?
- ¿Has hecho deporte los días que te propusiste?
- ¿Eres más consecuente con tus decisiones?
- ¿Eres más puntual?
- ¿Aprovechas mejor el tiempo? (o lo pierdes menos…)
Pero sobre todo yo creo que, como cristianos, tenemos que hacernos la pregunta del millón. Cuando a Jesús le preguntaron cuál es el mandamiento principal, esto es lo que dijo:
Él le dijo: «“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Mateo 22
Entonces, teniendo en cuenta este pasaje, las dos preguntas más importantes para evaluar si has crecido, serían:
- ¿Amas a Dios mejor que el año pasado?
- ¿Amas al prójimo mejor que el año pasado?
¿Amas al prójimo mejor que el año pasado?
Dejadme empezar por el segundo. ¿Cómo podríamos valorar si amamos mejor a los demás?
¿Qué es amar? Podríamos definirlo de muchas maneras… pero la biblia da una buena definición de lo que es el amor… te lo aterriza muy bien. Es el conocido texto de la primera carta a los coríntios:
El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
1 Cor 13, 4-7
Entonces, podríamos hacernos preguntas muy concretas:
(Puedes utilizar estas preguntas si quieres como un sencillo examen de conciencia).
- ¿Eres más paciente que el año pasado?
- ¿Eres más benigno, más simpático, más afable, que el año pasado?
- ¿Tienes menos envidia que el año pasado?
- ¿Presumes menos, eres menos engreído que el año pasado?
- ¿Eres menos indecoroso, es decir, eres más prudente, evitas lo que puede ofender a otro o resultar molesto?
- ¿Eres menos egoísta que el año pasado?
- ¿Te irritas menos que el año pasado? (Si saltas, si te enfadas con facilidad…)
- ¿Llevas menos cuentas del mal? (O ¿eres de los que lleva una lista negra con lo que te han hecho los demás?)
- ¿Te alegras más con la justicia? Es decir, ¿buscas más la justicia? Cuando hay situaciones de injusticia… ¿Dices algo, haces algo, o te quedas callado o parado?
- ¿Te gozas más con la verdad? Es decir, ¿buscas más la verdad? (no te quedas con la primera idea, no encasillas a la gente, sino que intentas ir al fondo de las cosas…).
- ¿Excusas más? En el sentido de que le quitas importancia o perdonas… ¿o juzgas y tachas?
- ¿Crees más? ¿Confías más? ¿O tiendes a desconfiar de lo que te dicen?
- ¿Esperas más de la gente? (Dicen que la gente suele crecer hasta las expectativas que alguien a quien quieren y admiran tiene sobre ellos).
- ¿Soportas más? (No significa que no pongas límites).
Yo creo que aquí todos tenemos muchas cosas en las que mejorar, ¿verdad?
¿Amas a Dios mejor que el año pasado?
Aquí es mucho más difícil de saber a qué nos estamos refiriendo…
Por ejemplo, hay personas, bastantes, que dicen haber experimentado una sensación sensible del amor de Dios… como un sentimiento muy intenso de amor, un calor… y como respuesta… claro, sientes que amas a Dios. Yo creo que eso está bien. Pero quizá no todo el mundo tiene alcance a eso.
Pero sí que podemos cultivar una parte emocional con Dios: por ejemplo, buscar canciones o lecturas que nos pongan en esa frecuencia en la que estás con Dios así, con cara de tonto… y que notas que te “calienta” el corazón.
Se me ocurren más cosas que podemos hacer para amar mejor a Dios:
- Profundizar en la Biblia.
- Entender más y mejor las verdades de la fe.
- Una oración más profunda y sincera.
- Aprender más sobre los sacramentos e intentar vivirlos mejor.
Seguro que estás conmigo en que también podemos mejorar mucho en cómo amamos a Dios.
Si pudiéramos hacer una receta sencilla de “cómo mejorar en el amor tres pasos”, ya hemos visto el primer paso: tanto en amar a Dios como amar al prójimo, es darnos cuenta de que podemos mejorar y encontrar aquellas cosas en las que hacemos aguas.
El segundo paso que te propondría sería el siguiente: escoge una de cada (una que mejorar en el amor a Dios y una que mejorar en el amor a los demás) y céntrate en esas dos. Puede ser las que peor llevas… o las que ahora crees que es más realista mejorar… Céntrate en esas dos durante este mes, o estos dos meses o este cuatrimestre.
Ponte objetivos realistas y medibles
Porque si no son medibles, no son evaluables y, por tanto, no sabrás realmente a ciencia cierta si has mejorado.
Una idea importante es que en las cosas de amar a otros puedes ponerte objetivos medibles tipo “de 7 días que llego a casa y tengo poca paciencia, voy a intentar que sean 6, luego 5, luego 4…”.
Pero en las cosas de Dios… la mayoría de veces la cuestión CONSISTE EN DEDICAR MÁS TIEMPO.
En las cosas sobre amar a otros, ya son cosas que pasan y que quieres cambiar cómo pasan. Por ejemplo, ser más simpático en la oficina. Tú ya vas a la oficina, el tema es que no tienes que dedicar un tiempo extra, sino que es cambiar lo que ya haces y hacerlo de otra forma.
Pues con las cosas de amar más a Dios, casi siempre pasa por dedicar tiempo extra al que ya dedicas ahora mismo.
Y ya está, esos tres puntos son lo que os quería transmitir hoy:
- Piensa en qué cosas puedes mejorar en cuanto a amar a los demás y a amar a Dios.
- Elige una de cada tipo en la que te quieras enfocar en esta próxima temporada.
- Ponte objetivos medibles y realistas.
Así que, ¡el que no mejora, es porque no quiere!
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