Ha pasado un año más y con él toca desempolvar la libreta donde solemos escribir nuestros propósitos del año que comienza. Algunos dirán que es ridículo ponerse la excusa de que empieza un nuevo año para cambiar cuando por experiencia sabemos que esas buenas intenciones se quedan en meras palabras que nos decimos a nosotros mismo o escribimos en Twitter. Para otros muchos, entre los que me incluyo, nos gusta asociar el cambio de año a una nueva oportunidad, una página en blanco que tiene infinidad de posibilidades y donde puedes hacer las cosas de una forma mejor de lo que lo hiciste en los 365 días previos.
A veces puede parecer un poco abrumador, una paradoja que por fin tienes la excusa perfecta para empezar de nuevo y aun así no sabes por dónde abordarlo. A veces parece que hay tanto por arreglar…
Aun así, yo soy de las personas a las que les gusta los comienzos, las nuevas etapas. El plot twist al final de la temporada que te deja sin dormir hasta que sale la temporada siguiente.
Uno de los momentos en los que yo sentí que empezaba de nuevo fue en el segundo año de carrera. Para poneros en contexto os diré que las cosas académicas no me iban nada bien, me sentía miserable desde que entraba en clase hasta que acababa mi horario y ese malestar se extendía al resto de ámbitos de mi vida pues presentía que todos mis intentos de mejorar no servirían de nada. Fue en esta época cuando me hablaron por primera vez del término indefensión aprendida. La descripción encajaba perfectamente conmigo. No podía cambiar los resultados al momento, pero sí podía cambiar el sistema con el que había estado funcionando y que había causado esos resultados.
Desde ese momento dediqué mucho tiempo a volver adquirir responsabilidad de lo que sucedía en mi vida y no tanto a echarle la culpa a causas externas. Fue un buen momento para mi vida espiritual también. Procuraba mantener una serie hábitos que me favoreciesen en lo académico y al poder quitarme una preocupación deje mucho más espacio para Dios.
Ha sido para mí un cambio de guion importante puesto que yo siempre he admirado a las personas que son espontáneas y que disfrutan de la libertad de hacer lo que les nace en cada momento. Mucho tiempo he estado convencida de que las rutinas y tener responsabilidades te quita libertad y en estos tiempos estoy revisando cómo esto no ha sido cierto en mi vida, por el contrario, cuanta más disciplina adquiría con mis responsabilidades estas se volvían algo automático que ya no me robaba más tiempo y podía dedicar este mismo a enfocarlo en otras áreas de mi vida como la relación con Dios de la que hablaba antes.
Espero que haya sido comprensible todo lo escrito aquí y te deseo que este año puedas dedicar tiempo a lo que te da paz y acerca al Señor sin dejar de lado nuestro rol en el mundo. Me siento muy afortunada de poder decir que en esta comunidad se dedica tanto tiempo al crecimiento personal y espiritual como se merece. No será Twitter pero se aprende mucho también.
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