Este año en la comunidad hemos estrenado un grupo pequeño (que nosotros llamamos célula) en el que hemos trabajado el libro “Historia de un Alma” de Santa Teresa de Lisieux, patrona de Fe y Vida.

Primero un poco de contexto

Hace algunos años, antes de mi conversión, comencé a leer el libro “Diario: La Divina Misericordia en mi alma” de Santa Faustina de Kowalska. En aquel tiempo convivía con mi hermano varios días a la semana por motivos laborales. Él lo estaba leyendo y cuando le pregunté por el libro me dijo que trataba de una monja que era santa y que durante una época de su vida veía a Jesucristo y mantenía conversaciones con Él. Por mera curiosidad comencé a leerlo, pero lo dejé sin terminar. Como digo, lo leí antes de mi conversión y lo consideré casi como un libro de ciencia ficción.

Siendo ya creyente nunca había leído acerca de la vida de ningún santo hasta ahora. No sabría decir exactamente por qué. Puede que inconscientemente pensara que serían vidas poco emocionantes o que me resultarían ejemplos de vidas inalcanzables para mí ya que si eran santos serían personas perfectas, sublimes, tan extraordinarias en sus pensamientos y obras que ni por asomo tendrían nada que ver conmigo. Lo poco que conocía de Teresita (no me sale llamarla de otra forma) era lo que había escuchado en las predicaciones que dedicamos a ella en nuestra asamblea cuando se acerca el día de su fiesta (1 de octubre). Aprovecho para decirte que en nuestro canal de YouTube tienes todas las predicaciones disponibles.

Me llamaba la atención que no hubiese hecho nada espectacular ni relevante: no hizo milagros ni tenía dones extraordinarios. Tampoco tenía grandes estudios teológicos ni exegéticos. Y fue monja de clausura desde los 15 años hasta que murió con 24. Así que tampoco trabajó con enfermos ni pobres… Entonces, ¿cómo llega a ser declarada santa, doctora de la Iglesia y patrona de las misiones? Para mí era, cuanto menos, desconcertante.

Teresita en Fe y Vida

Esta célula surgió porque varias personas tuvieron la inquietud o la necesidad de conocer más de Teresita. Pero lo verdaderamente precioso fue ver cómo Dios puso ese “hambre” en esas personas, en lugares diferentes y en momentos vitales distintos y gracias a la comunidad, que proporciona espacios seguros donde poder compartir inquietudes o necesidades entre otras cosas, descubrimos que no era el capricho o la idea de alguien particular, sino que Dios estaba confirmando a través de la comunidad que era un anhelo bueno. Y diría que hasta necesario porque la espiritualidad de Teresita, su forma de entender la fe, está impregnada en la esencia de esta comunidad. Y conocerla puede ser muy útil para ayudar a profundizar en la visión de Fe y Vida, a conocer cómo y por qué se hacen las cosas, desde qué perspectiva, dónde se ponen los acentos, etc.

Al comenzar a leer y trabajar el libro empecé a descubrir cosas familiares, aspectos de la vida de Teresita, de su forma de ser, de pensar, de amar, de entregarse, que me recordaban a la comunidad: la humildad, la confianza en Dios articulada en la obediencia, el amor a los hermanos, cuidar los tiempos y procesos de cada persona, potenciar el autoconocimiento (que nosotros llamamos “vivir en tu verdad”), respetar la libertad de las personas acerca de “hacer mucho o poco” por el Señor, saber que todo es gracia y nada nuestro mérito… De verdad que hay muchísimo de Teresita en Fe y Vida. Mucho más de lo que estoy señalando aquí. Ha sido todo un descubrimiento.

Teresita y yo

No sé muy bien cómo expresar lo que Teresita ha empezado a hacer en mí gracias a esta célula. Porque si bien es cierto que lo que hemos compartido las personas que hemos participado en ella ha sido muy enriquecedor y edificante tanto a nivel personal como comunitario, también es verdad que Teresita ha calado muy hondo en mi corazón. Descubrir a una persona como ella que ya desde niña tenía tan claro que quería vivir por Jesucristo y que lo persiguiese con esa tenacidad, que nunca perdió el enfoque, que su mirada estaba siempre en Jesús a pesar de las distintas circunstancias y de las personas que estuviesen alrededor… Para mí ya es un espejo en el que mirarme.

Me miro en su extraordinaria humildad cuando expresa el peligro que suponían los halagos para ella, el ser vista y considerada. Alucino cuando reconoce lo que la costaba ejercitar las grandes virtudes enfocándose en las pequeñas que a menudo consistían en servir a las personas de su alrededor, sin buscar reconocimiento ni notoriedad. Me miro en su pasión para que todo el mundo conociese a Dios, por la salvación de las almas… Qué grandísimo ejemplo de intercesión era su día a día . Me miro en su convencimiento de que todo es gracia y misericordia de Dios, de que todo lo bueno que ella tenía, incluso sus reflexiones e ideas provenían del Espíritu Santo y no de ella misma.

Lo cierto es que me interpela y desafía en tantas actitudes que tengo en el día a día que me podría sentir abatido o desanimado. Actitudes arraigadas en mi corazón por debilidad, por buscarme a mí mismo, por buscar la validación de los demás, por egoísmo, por tantos años de vivir “a mi bola”. Pero… ¡qué va! Sigo teniendo esperanza porque Teresita me ha mostrado algo a lo que me puedo agarrar: su caminito espiritual. Esto daría para varios artículos así que no me voy a extender. Sólo voy a intentar describir lo que es para mí el caminito espiritual. Yo lo definiría como una forma sencilla de alcanzar la santidad. Un conjunto de actitudes del corazón, de saber quién soy yo y quién es Dios, reconociendo mi pequeñez y su grandeza, sabiendo que todo lo bueno que puedo hacer o tener es por su gracia y misericordia, quitarme a mí mismo del centro para poder ponerlo a Él sirviendo a otros aunque sea en lo pequeño y hacerlo siempre desde la confianza en Dios sabiendo que siempre está conmigo y me cuida como un buen padre a su pequeño.

El caminito es sencillo aunque no fácil. Pero aunque estoy al principio y me queda mucho por andar, gracias a él sé exactamente qué actitudes debo tener en mi corazón para acercarme y seguir cada vez más de cerca a Jesús. Para terminar, sólo decir que doy gracias a Dios porque gracias a esta comunidad desde que he conocido a Teresita algo está cambiando realmente en mi corazón. Tengo la sensación de haber conocido a una persona normal que me ha mostrado una manera de vivir la fe de una forma real, al alcance de cualquiera y además alineada a la espiritualidad de mi comunidad.

¿Qué más podría pedir?