Cuando yo me comprometí con la comunidad Fe y Vida por primera vez en el año 2005, tenía la ilusión de que la comunidad creciera en Madrid. Paso a paso, día tras día lo oraba y se lo presentaba al Señor con mucho deseo e ilusión. A veces, esa ilusión se desvanecía y se venía abajo porque no veía mi oración respondida, porque yo quería que fuera “aquí y ahora” que en lugar de ser dos fuésemos 20.
Cuando subía a Cantabria a compartir y vivir con los hermanos las asambleas, la alabanza, las enseñanzas… todo se removía, y exclamaba “algún día esto pasará en Madrid”.
Nos juntábamos a rezar Iván y yo en casa, semana tras semana y nos dimos cuenta que la oración solos en casa no tenía mucho sentido, sino que debíamos abrirnos y salir de casa (nadie enciende una luz para ocultarla sino para mostrarla). Así que decidimos pedir a nuestra parroquia que nos dejaran rezar en una pequeña capilla que hay en los locales parroquiales.
Allí hemos estado juntándonos martes tras martes, semana tras semana, año tras año, sin saber muy bien si nuestro lugar era este o no. ¿Por qué digo esto? Porque allí seguíamos, Iván y yo, solos. Con momentos de duda, de desesperanza, de inconstancia…. Un día en una oración yo sentí como Dios me decía “no temas yo estoy contigo”.
Yo seguía sintiendo que nuestro lugar y nuestro formar comunidad tenía que ser en Madrid, y que algo grande estaba por venir. No me considero una persona paciente, sino todo lo contrario, muy impaciente (sea lo que sea Señor, pero que sea ya). Pero ya sabemos que nuestros tiempos no son los de Dios.
En el curso 2012-2013 se unieron a nosotros Gaby y Alicia en la oración que hacíamos cada semana los martes en nuestra parroquia. Para nosotros fue toda una bendición y un regalo del Señor: no es el número lo que cuenta sino que sintamos y vivamos la presencia de Dios.
Este año se han unido a nosotros otro matrimonio y parece que todo va tomando forma. Lo que antes era una oración a solas, ahora se ha convertido en la asamblea semanal de Fe y Vida en Madrid. Siento que el Señor nos sigue llamando a ser persistentes y que algo grande nos quiere decir con esta pequeña asamblea de 6 personas los martes. Una oración que me ayuda mucho en todo esto es una frase de la carta a Timoteo: Sé de quién me he fiado. Vamos pasito a pasito, no tan a prisa como a mí me gustaría, pero dando pasos en la confianza de que los damos junto a Él.
Un gran paso ha sido cuando la comunidad este año nos propuso darle más forma a esta oración semanal. Veíamos que el sitio se nos quedaba pequeño, y no creíamos que cumpliera las condiciones necesarias.
Con todo lo que se nos proponía se me agrandaba el corazón y era lo que yo siempre sentía. Como loca me puse a rezarlo y a indagar donde podíamos realizar las asambleas. Cerca de nuestra parroquia está un convento/residencia de las religiosas del Amor de Dios. Decidimos hablar con ellas y explicarles nuestra situación, lo que veíamos y lo que sentíamos. Y aquí es cuando entra (de nuevo) la mano de Dios. Ellas nos comentaron que llevan un tiempo viendo la necesidad de abrirse a otras realidades, y que una de las formas era abrir las puertas de su casa a otras comunidades. Yo estaba tan emocionada con lo que nos estaban contando que al compartirlo con los hermanos me emocionaba. Y allí es donde este curso nos estamos juntando para tener nuestra pequeña asamblea, como desde que empezamos, cada martes.
Todos estos años de soledad, de idas y venidas, de caídas, han merecido la pena para poder vivir ahora toda esta realidad.
No os quede la menor duda de que estáis todos invitados a compartir y rezar con nosotros.
Merche
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