Este verano hemos tenido la suerte de recibir la visita de Terezie Kovářová, de República Checa, que ha pasado dos meses en nuestra casa de Siquem, y ha participado de toda la vida comunitaria y sus actividades.

Cuando llegué a esta comunidad no sabía qué esperar. Tenía más o menos una idea de cómo sería, pero la realidad ha acabado siendo completamente distinta. Nada más llegar tenía mucho tiempo libre, podía dormir después de comer, he comido más carne que en toda mi vida, aunque he de admitir que también tuve bastantes dificultades en ciertos momentos durante mi estancia aquí, en diferentes cosas. Pero no es en eso en lo que quiero centrarme hoy.

Quiero hablaros de lo que me parece vuestra comunidad. Cuando llegué aquí, pensaba que mi fe y las relaciones que había dejado en Praga estaban bien, y que la forma en que vivía también estaba bien, así que no tenía que buscar nada. Pero cuando empecé a tener más tiempo aquí, comencé a darme cuenta de que tal vez me faltaba algo. Desde el primer día que llegué vi algo especial en vuestra comunidad, algo que estaba muy cerca de mí y que respondía a mis deseos y necesidades interiores. Vi personas solidarias y llenas de amor por los demás, incluso por completos desconocidos como yo. Empecé a descubrir que vuestra comunidad estaba llena de gente normal, con un corazón enorme y una espiritualidad sana. Me sorprendió cómo os cuidáis los unos a los otros, cómo os apoyáis, cómo sois honestos entre vosotros y tratáis de vivir en la verdad. Me encanta que estéis tan arraigados a la realidad, que no separéis la vida espiritual de la mundana. Sentí que sois una comunidad muy flexible, abierta a lo nuevo, a la retroalimentación, al crecimiento… quizás por eso siento que el Espíritu está realmente vivo entre vosotros. Puedo sentir la vida entre vosotros.

El tiempo que he pasado aquí me ha hecho darme cuenta de que la comunidad puede ser un muy buen espejo y que no quiero vivir mi fe sola, como antes, porque ya no es suficiente. Así que quiero daros las gracias por esta inspiración. Gracias por cuidar de mí y por indicarme la dirección correcta. Al principio de mi estancia aquí, recé para que no me fuera igual, pero también para que el cambio fuera permanente. Creo que Dios se tomó en serio esa oración. Y durante mi estancia, y a través de conversaciones con muchos de vosotros, Él comenzó a cambiar muchas cosas en mi corazón, de una manera muy suave y pacífica. Creo que no voy a volver a casa igual.

Si me hubieran preguntado hace un mes si quería quedarme aquí, habría dicho que probablemente no. Si me preguntaran hoy, diría que definitivamente sí. Porque en este momento, siento que soy parte de esta familia. Y quiero daros las gracias por ello.

Terezie