El último fin de semana de Noviembre hubo en el Soto un retiro para adoradores organizado por nuestro hermano evangélico Aitor de la Cámara. El ministerio de música de la comunidad fue invitado a asistir.
Normalmente en los retiros, las personas encargadas de la música suelen pasar mucho tiempo ensayando, montando y desmontando equipos, pensando canciones… La idea del retiro según nos explicaron era que pudiésemos parar, descansar, orar, alabar, ver lo que el Señor quería en nuestras vidas. Y así fue, todas las sesiones programadas para cada día, fueron oraciones.
Yo en concreto pude asistir a la sesión del sábado por la mañana. Me hizo mucha ilusión encontrarme con personas que hacía un montón de tiempo que no veía, y más ilusión me hizo ver que seguían teniendo un gran amor por el Señor.
Una vez terminados los saludos empezó la oración. Me es difícil describir las sensaciones, pero fue algo muy especial: las canciones, la música, las voces, todos cantando en armonía, como una melodía celestial… todos llevaban la alabanza. Se sentía el amor hacia Jesús, la pasión, se notaba unas vidas entregadas a Dios y unos corazones que anhelaban aún más de Él.
Todo lo que hacían tenía una frescura especial. Sus oraciones en alto eran muy cercanas y sencillas, nada de palabras rebuscadas. Parecían liberados de cualquier tipo de atadura, eran libres para alabar al Señor según el Espíritu les inspiraba.
Mientras oraba sentía mucha envidia y le dije al Señor que yo también anhelaba todo eso. Pensaba en lo poco entregada que estaba mi vida en realidad, en las cosas que me ataban, en el tiempo perdido en cosas sin importancia, en lo difícil que me parecía que el Señor obrara en mí con tantas limitaciones.
A mitad de la oración Aitor pidió a aquellos que sintieran que tuviesen en sus vidas algo que les dificultara seguir al Señor salir al centro para poder orar por ellos. Yo no me lo pensé y para allá que fui. Fue alucinante la oración que empezó entonces, todos improvisando canciones para el Señor a la vez.
Mi vida cotidiana de ama de casa y mamá de tres peques reduce mi tiempo libre a la mínima expresión. Eso me hace sentir que tengo todo el derecho del mundo a dedicar ese poco tiempo a hacer cosas que me gusten y me hagan desconectar un poco. En esa oración el Señor reclamó para sí ese tiempo de mi vida. Hacía tiempo que lo venía intuyendo, pero en ese momento Dios me lo dejó muy claro. No quiero decir con esto que no pueda hacer cosas que me gusten, pero sí que debo controlar más el tiempo que las dedico y sobre todo el lugar que ocupan en mi mente y mi corazón el resto del día.
En los días siguientes empecé a pensar en todo aquello en lo que creía que el Señor quería que invirtiese el tiempo e hice un plan semanal para no dejarme nada, incluido aquello que me gusta hacer. Mirando el esquema parece irrisorio el tiempo que invertiré en cada cosa, pero creo que si yo cumplo con ello, el Señor se encargará del resto.
Después de la oración, Ali, la mujer de Fran, dijo que la noche anterior había sentido que debían de orar por las manos de Luis (nuestro responsable del ministerio de música) para que el Señor bendijera todo lo que emprendiera en su vida. Fue muy emocionante ver tantas personas orar por una en concreto. Pude vislumbrar la grandeza de los planes que el Señor tiene pensado para el ministerio, para nuestras vidas.
Una vez terminada la intercesión, Aitor propuso orar por todas las personas del ministerio de música que estábamos allí. Así que rodearon el sofá en el que estábamos sentados y comenzó un momento de mucha bendición para todos.
Cuando acabamos, se interesaron mucho por nuestra comunidad, los proyectos que teníamos en mente, nuestra historia… la mañana fue casi entera para nosotros. Hicieron que nos sintiéramos muy a gusto, como en familia, estamos muy agradecidos.
Realmente era donde teníamos que estar ese día, en ese momento, en ese lugar. El Señor es bueno y yo quiero bendecirle con mi vida todo lo que pueda.
Arantxa
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