Esta historia comienza a finales del año pasado. En nuestra comunidad ha surgido la necesidad de crear un ministerio para los más pequeños y, por ello, cinco chicas de Fe y Vida estuvimos en el Retiro Nacional de Servidores de niños de la Renovación Carismática Católica (RCC). En este encuentro, tuve una fuerte experiencia de Dios, fue un punto de inflexión. Ya no volveré a ser la misma. Él me tendió su mano y yo me dispuse a seguirle.
Ahora queremos que sean nuestros niños los que puedan conocer al Señor y así compartir esta experiencia con otros de su misma edad, dándose cuenta de que no son los únicos que viven estas cosas.
Bueno, pues hace dos semanas Lupe y yo fuimos con cuatro peques de la comunidad al retiro nacional de la RCC, también llamado “Campamento de Invierno”, que se realizaba en Sigüenza (Guadalajara). Nosotras, en representación de ese ministerio de FYV, queríamos conocer cómo trabajan e interactúan en la RCC y, así, aprender para este gran reto que nos envía el Señor.
Nos esperaba un largo viaje, unido al temporal de nieve que anunciaban para el fin de semana. Todo parecía marchar bien hasta que nos quedaban unos 120 kilómetros y nos adentramos en un puerto de montaña, nevando y ya de noche. Aquí empezó el nerviosismo, los mareos, los cambios de asiento. Pero el Señor nos acompañó.
De todas las incertidumbres del trayecto, los niños ni se enteraron (¡esto nos ayudó a que no aumentará el miedo!).
La primera actividad del viernes, tras la acogida, era una eucaristía, aunque cuando llegamos nosotros ya estaba empezada. Después los peques se fueron a la cama y los monitores tuvimos la primera oración. Allí, el Señor habló a través de los hermanos y nos ayudó a todos a entregarnos por completo a Dios, para prepararnos de cara al fin de semana de servicio al que él nos había llamado.
El día siguiente comenzó con una pequeña adoración al Santísimo en la que sólo participamos los monitores. Los niños seguían durmiendo ¡pero les quedaba poco, pues al terminar, fuimos por las habitaciones cantando para despertarlos!
Estaba todo muy bien organizado: en todo momento había un monitor con ellos cuidando, sobre todo, los tiempos libres, las comidas y el juego. Del mismo modo, se prestaba atención a las conversaciones, las posibles discusiones, y se ayudaba a que todos se integrasen e hiciesen amigos.
A los monitores nos insistieron en cuidar nuestros gestos, nuestra actitud, nuestro tono de voz, etc., porque todos los momentos pueden ayudar a Dios para trabajar en el corazón del niño, así como mejorar la predisposición del pequeño a encontrarse con él.
La alabanza del sábado fue un momento de alegría y fiesta, en el que bailaron, jugaron al son de la música, corrieron por toda la sala y levantaron sus manos alabando al Señor. Fue fantástico disfrutar como ellos, sentirse libre, despojarse de prejuicios, del miedo, de todas tus cargas y alabarle porque sólo Él importa:
“En verdad os digo que, si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto el que se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí” (Mateo 18 3-5).
Después hubo una pequeña enseñanza sobre el amor de Dios y, seguidamente, un momento penitencial en el que el Padre Javier (Comunidad de las Ermitas) orientó la confesión, ayudando a los más pequeños a familiarizarse y reconocer las faltas que cometemos.
La tarde continuó con una gymkhana y tras la merienda y el descanso, Eucaristía. El día finalizó con la adoración al Santísimo. Nunca antes había visto a los niños arrodillados ante la presencia del Señor con esa pasión y lágrimas en los ojos. Fue hermoso ver a través de sus rostros el amor de Dios. Saber que Él se estaba derramando en sus corazones y poder disfrutar con ellos ese amor infinito. ¡El Señor es grande, piensas que vas al retiro a ayudar y servir, y en cambio Él te colma de bendiciones!
“Jesús dijo: Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mi; de los que son como ellos es el reino de los cielos. Les impuso las manos y se marchó de allí” (Mateo 19,14-15).
La mañana del domingo fue corta para nosotros, pues regresábamos a Cantabria. Salíamos muy pronto para llegar con luz a casa y evitar los peores momentos del día con la nieve. Pero a pesar de esto el Señor nos regaló una alabanza llena de poder: los niños habían perdido la vergüenza, sus caras en lugar de reflejar cansancio, mostraban entusiasmo. Hubo una explosión de alegría y cantos, alzaban sus manos subidos en las sillas y bailaban para el Señor. Su amor volvió a contagiarnos y su gracia se derramó sobre todos nosotros. Los monitores rezamos por ellos y también hubo personas que lo hicieron por los mayores. Dios derramó su Espíritu Santo para que sepamos que no estamos solos en el camino.
El Señor ha tomado la vida de muchos pequeños este fin de semana y no la va a soltar. Aunque hoy no se den cuenta, él ha comenzado una historia de amor con ellos.
Nuestros participantes de la comunidad no son muy expresivos, pero cuando se montaron en el coche les preguntamos si les había gustado el fin de semana y la contestación fue ¡que estaban deseando volver al campamento de verano! Antes de comenzar el viaje y uno a uno dieron gracias al Señor por todo lo que habían vivido.
¡Gloria a Dios!
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