Todo empezó cuando me invitaron a ir a una Pascua. Era el Miércoles de Ceniza. Resulta que una chica del grupo de los jóvenes más mayores de la Parroquia se había rajado en el último momento y había una vacante. Me invitaban ir al Palancar (Pedroso de Acim – Norte de Cáceres), con la condición de que dijera que era mayor de 16 años. Estábamos en 1996 y recuerdo bien el momento en el que llegué y observé por primera vez alabar a Dios. Fue en esa Pascua cuando sentí en mi interior esta palabra del evangelio: Hch 2, 42. 44-46; “Todos se mantenían firmes en las enseñanzas de los apóstoles, compartían lo que tenían y oraban y se reunían para partir el pan… estaban muy unidos y compartían sus bienes entre sí; vendían sus propiedades, todo lo que tenían, y repartían el dinero según las necesidades de cada uno… se reunían en el templo, partían el pan, y Alababan a Dios y eran estimados por todos”.
Y ahí quedó todo, con esa palabra “COMUNIDAD” inundando mi corazón, Dios seguía actuando y yo sin enterarme de nada. Pasaban los años, y nunca faltaba a la cita anual en el Palancar; El Señor ya tenía un plan para mí.
“… el Señor que te creó te dice: no temas, que yo te he liberado; yo te llamé por tu nombre, tú eres mío. Si tienes que pasar por el agua, yo estaré contigo; si tienes que cruzar ríos, no te ahogarás; si tienes que pasar por el fuego, no te quemarás; las llamas no arderán en ti. Pues yo soy tu Señor, tu salvador, porque te aprecio, eres de gran valor y te amo. No tengas miedo, pues yo estoy contigo…” (Is 43, 1-5)
Nunca he sido demasiado consciente de mis pasos, de las decisiones que he ido tomando en mi vida y más bien tengo la sensación de que me he dejado llevar… pero revisando mi historia pienso más bien que, aunque quizás yo no fuera consciente, todos han ido en una misma dirección.
Fue en el año 2005, cuando por decisión propia, y conscientemente, no quise ir al Palancar: mi vida andaba por senderos demasiado mundanos. Recuerdo estar en Madrid, conectada vía online con los hermanos en la vigilia pascual… No pude parar de llorar porque allí yo no estaba. Fue ahí cuando le di mi primer “Sí” sincero a Dios, y en estos momentos se me viene a la mente la canción: ¨que sería de mi si no me hubieras alcanzado, donde estaría hoy si no me hubieras perdonado…”
Cuando regresé al pueblo, me dije, y ¿ahora qué? Faltaba todo un año para la Pascua siguiente, pero Dios es grande, a los pocos días, recibí una llamada de una amigaa la que solía ver precisamente en Pascua. Cómo ese año no nos habíamos visto, me invitaba a pasar un fin de semana con ella y una pareja en Pinofranqueado, al Norte de Cáceres, un pueblito muy bonito. ¡Qué bien lo pasé!. Nos quedábamos en el Hospital de la Misericordia, donde residían hombres discapacitados, y un sacerdote amigo. Nos daban de comer lo que tenían, y las habitaciones eran acogedoras: muy sencillas, y calentitas… Acompañábamos al cura a las misas de los pueblitos a los que iba, montados en su furgoneta, ¡¡Fue divertido!! Un día llegamos a uno, muy pequeñito: ni siquiera tendría ermita, así que la misa la celebramos en una habitación de una casita… todo muy sencillo y muy pobre. Toqué la campana y acudieron tres ancianos,(más nosotros cuatro, el sacerdote, y el perro, ¡¡me encanta!! ).
Terminó el fin de semana y regresamos a Mérida, pero antes de irme para mi pueblo, Olivenza, me invitaron a una oración. Por supuesto me quedé. Durante un tiempo a partir de ahí, Dios siguió sembrando en mí la semilla de la fraternidad, y comencé a vivir la palabra que un día me regaló en aquella primera Pascua: compartíamos lo que teníamos…
Ese verano del 2005, viajé con ellos, a Cantabria, y conocí a la comunidad de Fe y Vida, eran muchos. Se trataba del encuentro llamado “Visión” en el monasterio de Soto-Iruz… Estuvimos dos semanas intensas… mucho trabajo, y también mucha fiesta. Pero con lo que me quedé en aquella primera visita fue con el recuerdo del trato que se daba,entre ellos. ¡”Que buen rollito se respira aquí” -me dije-: “me gusta…
Los tres años siguientes, vivimos muchas cosas juntos. Más Pascuas, más visitas a Cantabria: cumpleaños, nacimientos, bautizos… alguna boda y muchos muchos muchos Km en coche. Cada fin de semana viajaba a Mérida: el poco dinero que tenía (era estudiante) era para los viajes. En las casas de los hermanos me acogían, compartiendo conmigo todo lo que tenían…
“El hombre bueno dice cosas buenas porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas porque el mal está en su corazón. Pues de lo que rebosa su corazón, habla su boca”. San Lucas 6, 45
Pero llegó el momento en el que me preguntaba si no podía hacer más. Por aquel entonces ya sólo me quedaba una asignatura para terminar la carrera. Sin embargo, la beca que me prometieron no llegaba, no tenía dinero, ni tampoco trabajo: cada fin de semana viajar a Mérida me costaba más… y de nuevo Dios, me mostró el siguiente paso que debía dar. Fue un amigo de Cantabria el que me animó a venir aquí. Era Junio del 2008, -“¡te vienes, te preparas la última asignatura, y te buscas un currito mientras tanto, Así, sales de tu casa, y comienzas a vivir tu vida, ¡¡¿te vienes?!!- Bueno, pues preparé la maleta, y a la siguiente semana recalé en tierras cántabras. Era el 7 julio 2008. Mis padres nunca pensaron que era para quedarme, yo, tampoco.
Viví en el monasterio de El Soto, junto a tres hermanos, dos chicos y una chica. Fueron los nueve meses más duros, de mi vida, en serio. Hoy los recuerdo, y doy las gracias a Dios, porque, aunque duros, fueron también los de mayor crecimiento… Sólo sé, que salí de casa de mis padres con 27 años, y nunca había sabido de que iba la vida de verdad. Aquí tuve que aprender: busqué trabajo en una lavandería: ¡jamás había madrugado tanto! ¡Que veranito más duro pasé, estudiando y trabajando…! ¡ y fue entonces cuando escribí: “No tengo idea de que va esto, sólo sé que los días pasan, las decisiones que un día tomé pueden hacer mella en mi interior, ¿para qué? ¿por qué es tan duro lo de hacerte mayor? ¡no sé si me gusta! ¿Volver atrás? no, claro que no… ¡pero es que llegan los días en los que añoro tanto mi niñez! A veces quiero gritar desde lo alto de la montaña, que vuelva la paz a mi alma. Entonces mi corazón latirá con tanta fuerza y una sonrisa se marcará en mi cara…No parar de jugar, de ser feliz, de reír y disfrutar de esta vida que nos ha tocado vivir… gritar al mar que se lleve mi soledad las olas. Es el momento de crecer. La vida tiene sus fases y esta es sólo una. El amor me da la calma… necesito de esa paz…”
No estéis, pues, preocupados por el día de mañana, porque mañana ya habrá tiempo de preocuparse. A cada día le basta con sus propios problemas.
Mt 6, 34
Y de nuevo Dios, me dio de su paz. Llegó el final de vivir en el Soto junto a ellos, empecé otra historia en la vecina ciudad de Torrelavega. Allí, en un piso junto a una amiga (también extremeña y de la Comunidad), pasamos dos años. Tengo la sensación de que en ese tiempo abrí mis alas, y empecé a volar… Mi situación laboral mejoró notablemente. Después de la lavandería, tuve la oportunidad de trabajar en una residencia, y más tarde lo dejé para trabajar junto otro grupo de biólogos (por cierto: estudiaba entonces Biología. Cuatro añitos me ha costado sacar la última asignatura, pero esto es otra historia. ¡Gloria a Dios!).
Y de nuevo otra mudanza. Era marzo del 2011 y cada vez con más maleta… me fui a vivir sola: nunca lo había pensado pero, vaya, la cosa no estaba tan mal: casi dos años, duró este tiempo.
Y Dios seguía hablándome: “Todo tiene su momento.“Un momento para nacer y un momento para morir. Un momento para plantar y un momento para arrancar. Un momento para matar y un momento para sanar. Un momento para destruir y un momento para edificar. Un momento para llorar y un momento para reír…” Eclesiastés 3,
Y llegó el momento en que los domingos comenzaban a ser tiesos, tristes, bastante inquietos. Cuando comencé a temerles… Dios volvió a escuchar mi auxilio.
Pasó el verano, comenzó el otoño y mi primer compromiso con la Comunidad. Esa misma noche, en la fiesta posterior a la ceremonia nuestro Fundador, me propuso acoger a una chica extranjera y adolescente con una historia nada fácil. Pero de ella no voy a hablar ahora: ella tiene su propia historia, y algún día la podréis leer. Cuando me lo propuso, pensé en dos personas amigas y hermanas de la comunidad a las que pedir consejo… Sus palabras fueron más o menos: “mira Lupe, este es un tren que pasa una vez. O lo coges, y te arriesgas o quizás luego no puedas volver a intentarlo”. El caso es que todas las palabras que venían a mi corazón hablaban de ello: amar a los pobres, acoger… “ cuándo ayudes a los necesitados, no lo publiques, cuando ayunes no pongas gesto compungido…” y tantas, tantas otras palabras. Mi “sí”, fue sincero… y de nuevo una palabra grabada en mi corazón:
“El que ha causado tristeza, no solo me la ha causado a mí, sino hasta cierto punto también a vosotros. Y digo “hasta cierto punto” por no exagerar. El castigo que la mayoría de vosotros ha impuesto a esa persona es ya suficiente. Lo que ahora debéis hacer es perdonarle y ayudarle, no sea que tanta tristeza le lleve a la desesperación. Por eso os ruego que nuevamente le demostréis el amor que le profesáis.” 2ª de Corintios 2, 5-8
No fue nada fácil, y doy públicamente las gracias a todos los hermanos que me acompañasteis en este tiempo, pues la situación ni fue romántica como esperaba, ni sabía en muchos momentos cómo afrontar las circunstancias de cada día. Sentí en ese tiempo que Dios estaba a mi lado y removía mi interior; Sentía y sigo sintiendo la tristeza de este mundo, el desaliento, la amargura, la pobreza, el desanimo, y me decía una y otra vez: ¡“carga con tu cruz! fortalece tu unión con el Señor, mantente firme contra el engaño del diablo pues no luchas contra gente de carne y hueso, sino contra fuerzas poderosas que te anulan, que no dejan ver la realidad”. Le pido a Dios que mi fe sea cada día mayor, sea el escudo guiado por el Espíritu Santo que me libre de las flechas de inquietud que hay en mi interior. Quiero permanecer ya en alerta sin desanimarme, aunque ese desánimo, la inquietud, el ahora, sean fuertes, y pierda la paciencia… ¡Esto en mi historia se repite a menudo… ¡
¡Pero qué lindo es cuando alguien te regala estas palabras Lc 12, 32-34 “No tengas miedo, pues yo estoy contigo”. En la oración, otras palabras me daban de la paz que necesitaba para ese momento.
“Entonces se oirá decir: Preparad un camino bien llano para que mi pueblo pase” Isaias 57, 14:
“Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino”. Lc 7, 27;
“Tú eres mi Dios”, Salmo 86. “Alabanza por las bendiciones de Dios” Salmo 103:
Pasó otro año más, y mi segundo compromiso con la Comunidad. La chica “acogida” iba y venía de casa… Nunca permaneció más de tres meses seguidos, hasta que, en el 2012, otros dos hermanos (aquellos con quienes había vivido en El Soto, años atrás) y yo nos juntamos y comenzamos a ver la necesidad de vivir juntos. Fue entonces cuando el proyecto de “acogida” se hizo cada vez más necesario, no sólo estaba la chica sola y sin hogar, sino también James ( al que ya algo conocéis pues ya ha escrito en la web) que ya hacía meses andaba a nuestro alrededor, su estancia en la cruz roja, finalizaba después de verano. Encontramos el lugar, aunque en obras, en el rehabilitado edificio de la parroquia de Ntra Sra de la Asunción-
Así comenzó nuestra aventura juntos, de vivir en comunidad de vida, en noviembre. Y junto a nosotros James, y la chica. Pasamos de vivir en solitario a ser cómo una familia, una particular familia, nada convencional. Y es ahora cuando veo que Dios cumple sus promesas.
Promesas del Señor “ Yo, el Señor, afirmo: No temas, no tengas miedo, volverás a vivir en paz, tranquilo, sin que nadie te asuste, yo el Señor afirmo que estoy contigo para salvarte. Destruiré a todas las naciones entre las cuales te dispersé. Pero a ti no te destruiré; tan solo te castigaré como mereces.” Jeremías 30, 12-24,
Y aunque a veces estamos fatigados por el día a día, tenemos razones para vivir y un camino que compartir.
SOY MUY FELIZ!!
Lupe
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