“Durante este tiempo”…, “Aprovechando la cuarentena”… así empiezan muchos de los mensajes que nos llegan últimamente. Mensajes de iniciativas por redes sociales, mensajes de familiares, mensajes del trabajo, del cole de los niños…

Y es que “este tiempo de cuarentena” es un momento en que sí, podemos aprovechar para muchas cosas, pero muchos de nosotros tenemos ración extra de algo para lo que no nos mandan iniciativas ni políticas de actuación: familia. Y es como el queso sobre los espaguetis: un poco está bien, pero si se te va la mano, por mucho que te guste, acaba cansando.

Y no importa que estés recién casado, vivas con tus padres, tus hijos, o todos a la vez. La convivencia conlleva roces y los roces, extendidos en el tiempo, no son fáciles de llevar. Esta cuarentena nos ha “encerrado” con nuestras familias. Con las manías de cada uno, con sus defectos, con sus días malos… pero, ojo, también los ha encerrado a ellos con nosotros y eso es algo que no debemos olvidar. Porque nosotros mejor que nadie conocemos nuestras “taras”. Nuestras manías, nuestros defectos… tenemos días malos y los sentimos en nuestras propias carnes antes de explotar con alguien a quien queremos.

Algunos habréis oído que la palabra “crisis” en chino significa “oportunidad” (spoiler: no). Pero en este caso sí que puede serlo. Una oportunidad de aceptar a los más cercanos, con todas sus “cosas”, de aprender a controlarnos y de de negarnos a nosotros mismos. Siempre he creído que, en tanto en cuanto las cosas que salgan de mí sean malas (o tengan propósitos no siempre nobles) negarme a mí mismo siempre va a ser bueno. Porque, cuando uno se niega a sí mismo, lo que queda es el Señor. Y, con el Señor, sí que podemos afrontar la cuarentena con la familia. Seguirá sin ser un camino de rosas y en ocasiones tendremos que hacer como nuestra patrona Teresita y poner la mejor de nuestras caras cuando lo que “nos pide el cuerpo” es otra cosa pero, si a Teresita le funcionó, ¿por qué a nosotros no?