Cruzarse media Europa combinando trayectos en coche, aviones, escalas y demás imprevistos merece la pena si en el destino, un coqueto paraje a los pies de la cordillera de los Tatras en Eslovaquia, te esperan más de 400 personas de toda Europa con las que no tienes casi nada en común salvo la pasión de vivir tu fe en comunidad.

 

Y es que eso es lo que buscábamos cinco hermanos de Fe y Vida al asistir al encuentro anual de ENC, la red de comunidades europeas a la que Fe y Vida pertenece desde hace varios años y que para nosotros supone una fuente de riqueza constante gracias a todo lo que estamos aprendiendo y a las interesantes relaciones que están surgiendo de esta experiencia.

 

El encuentro anual de ENC es un momento en el que lo más importante es compartir experiencias, desafíos, problemas… ponerlos en común y tejer una red que facilite la manera de enfocar y solucionar situaciones que se dan en la vida de las comunidades. Las pausas para tomar un café y charlar son frecuentes, las mesas en las comidas suelen ser momentos interesantes para conocer gente nueva y a sus respectivas comunidades y el ambiente que se respira en general es el de que es más importante lo que puedas compartir en el tú a tú que lo que recibas en una predicación. Charlar con los amigos de Jahu, compartir una sobremesa con Johannes, presidente de ENC y miembro de la comunidad Return to the Lord de Viena o comer con miembros de una pequeña comunidad de Kiev son siempre experiencias de lo más interesantes.

 

También hay momentos para las predicaciones que este año corrieron a cargo de Michael French responsable de PATRIA, red de iglesias que desarrolla su actividad en EEUU y que centró su mensaje en la necesidad de crear comunidades saludables. Por las tardes la enseñanza se organiza en talleres con temáticas tan variadas como el discipulado, la ideología de género, los secretos de la alabanza enfocado a líderes de ministerios de alabanza, la economía y la forma en la que Dios provee, el arte de la profecía… todos ellos impartidos por ponentes con una gran experiencia a sus espaldas.

Como os decía antes, en apariencia no teníamos muchas cosas en común con la mayoría de los asistentes al encuentro, casi todos provenientes de países del centro y del este de Europa. La cultura, la historia, el clima, esos idiomas tan extraños que escuchábamos y que nos parecían indescifrables. Pero todas esas diferencias desaparecían drásticamente cuando comenzaban las oraciones dirigidas con maestría por el ministerio de música de Martindom, una comunidad de Bratislava con muchas cosas interesantes por compartir. Un auténtico privilegio compartir esos momentos de relación con Dios, cada uno con su historia y sus circunstancias, pero todos dando gracias a la vez por tantas cosas como el Señor nos ha regalado a lo largo de nuestras vidas. Europa, nuestras comunidades, los más necesitados, la evangelización… fueron algunas de las intenciones de nuestras oraciones en común. Sin duda de los momentos más especiales del encuentro. Realmente fue como sentirse en casa.

 

Y cómo no os voy a hablar de mis compañeros de aventura: David, Iván, Jairo y Rocío. Menudo equipazo. Capaces de traducir lo que haga falta, de improvisar una presentación ante todos los asistentes, colaborar en la alabanza o encontrar la carretera correcta en mitad la noche eslovaca… da igual lo que les eches. Pero lo mejor de todo ha sido simplemente compartir estos días con ellos. Orar juntos, hablar de aquello que nos estaba interpelando del encuentro, soñar con nuestra comunidad, reírnos, reírnos mucho (eso por supuesto) pero sobretodo disfrutar los unos de los otros como hermanos, con esa intimidad que te da el haber compartido durante más de media vida esta locura que es Fe y Vida mientras tratamos de ser fieles al Evangelio hoy en día, por supuesto en comunidad. Eso sí que no tiene precio.

 

Nos volvemos de Eslovaquia con muy buen sabor de boca y con la certeza de que viajar, compartir y conocer siempre suma y especialmente en el Reino de Dios. Ver tantas realidades comunitarias diferentes, de países tan lejanos, pero a la vez parecidas en lo esencial es un regalo que organizaciones como ENC facilitan. Porque lo importante es unir y compartir nuestras diferencias para que así todos podamos crecer tanto a nivel personal como comunitario y por supuesto a nivel de Reino de Dios que es lo que verdaderamente importa.