Iñaki Salamanca 2016 ha sido mi primer ENE. Lo conocí a través de Tote Barrera y, por las fechas en las que era, vi muy difícil ir. Sin embargo, la Providencia quiso que un amigo sacerdote de Madrid me facilitara el acudir al Encuentro. No conocía de lo que iba, pero la certeza de que la Evangelización de España está por hacer y la intuición de que es posible empezarla, me animó a buscar un lugar de esperanza.
Y es que para mí, el ENE ha sido un acontecimiento de esperanza, esa virtud teologal a veces tan poco cultivada. Esperanza en que es posible volver a conquistar los corazones de los hombres para el Señor -no por nuestras fuerzas, sino porque Él lo desea-. Esperanza en una Iglesia que unida en el Espíritu puede atraer a todos los sedientos del
camino. Esperanza en que puestos a la escucha del Señor y cumpliendo su voluntad, el mandato misionero se convierte en una dulce tarea de colaborar con su obra.Tote
He visto la esperanza de una Iglesia que está viva en los talleres a los que he asistido, particularmente los que están basados en la metodología de Alpha –curso de novios y curso de matrimonios-. También he disfrutado mucho los momentos de comedor, bar y pasillos, en los que he podido compartir inquietudes y retos con laicos, sacerdotes, religiosos y obispos.
Pero sobre todo, he visto la esperanza en el testimonio que hemos dado católicos y evangélicos de rezar juntos, compartir experiencias y ponernos en la misma sintonía del Espíritu Santo.
Otro de los momentos especiales del ENE ha sido la ponencia de Josué Fonseca; como decía al acabar de oírle, después de oír otras charlas, tenía ganas de sentarme delante del ordenador y empezar a planificar el próximo curso pastoral de la parroquia donde sirvo; tras oír su ponencia, lo que salía del corazón era ponerme de rodillas delante del sagrario y preguntarle al Señor por dónde quería que empezara a trabajar.  Josue

 
Además de a Josué, doy muchas gracias a toda la Comunidad Fe y Vida por el testimonio de fe, acogida, servicio y buen hacer que han dado en estos cuatro días. Han contribuido a poner de rodillas con el corazón lleno de esperanza a cientos de personas que, delante del Señor, le hemos dicho con humildad: “heme aquí; envíame” (Is 6, 8).

 

Iñaki