Recuerdo estar debatiéndome entre ir a la Pascua de jóvenes en Valencia o vivir un experiencia nueva aquí en Cantabria con los hermanos de comunidad. Lo que sí tenía claro era que quería estar al servicio. Al final Dios responde de forma original a nuestros anhelos y, gracias a este tiempo de confinamiento, he podido vivir un poco de ambas cosas: he estado en Siquem rodeada de jóvenes y he vivido la Pascua y participado en ella junto a hermanos de comunidad.
Ese querer estar al servicio pronto salió a escena cuando me enteré de que la comunidad nos pidió preparar la hora santa y la adoración a la cruz en nuestra humilde y preciosa capilla. ¡No tenía ni idea del trabajo que supondría! Menos mal que tenía a los hermanos y nos organizamos bien. Enseguida nos pusimos a trabajar las oraciones, textos y meditaciones las personas que estamos realizando la Escuela de discipulado con la ayuda de Ana Belén. La verdad es que estar juntos en misión deja a un lado la inseguridad y hace aflorar talentos y destrezas. Fue bonito experimentarlo en primera persona. Estuve muy tranquila trabajando en equipo, pronto tuve dentro de mí la certeza de que saldría bien. Es curioso cómo ya iba interiorizando una de las tres palabras que resaltamos en la hora santa: confiad. Me ha estado acompañando antes, durante y ahora pasada la Semana Santa; una confianza en lo que Dios vaya presentándome en mi día a día. He de confesaros que esta Pascua buscaba respuestas y a veces me impaciento queriendo ver claro mi futuro. Así que estoy poniendo en práctica el confiar simplemente, dejarme hacer, interpelar, confrontar. ¡El timón lo lleva Él!
Esta Pascua pasará a la historia por las circunstancias en las que la hemos vivido y me alucina pensar que ya estoy viviendo momentos comunitarios históricos sabiendo que hace tan solo dos años de mi primera Pascua en Fe y Vida. Recuerdo que a principio de año pensaba, rezaba y escribía que quería más. Más novedad en mi vida. Cuando el gobierno decretó el estado de alarma y pronto supimos que no podríamos preparar la Pascua en Valencia ni en Cantabria, pensé en todo esto de la novedad. ¡Una Pascua sin templos ni liturgia! Hablando con hermanos, les confesaba que era un desafío a mi fe y a mi relación con Dios; a si era real y cimentada en lo importante: Él. De alguna forma quería hacer vida las palabras de Santa Teresa “solo Dios basta”. Esto, ¿es verdad y es verdad en mi vida?
Poco a poco iba dando respuesta a esa pregunta gracias a otras formas de tener a Dios o de estar con Él. He valorado la oportunidad de alabar juntos en comunidad aunque sea a través de una pantalla y de escuchar las tónicas de cada día del Triduo Pascual. En los momentos de alabanza encontré palabras llenas de luz y, en las tónicas, recordatorios y preguntas que me interpelaron y a las que quiero dedicarles tiempo de mi oración diaria. Aquí en Siquem hemos tenido un doble regalo: la comunidad y a Jesús presente en el sagrario. Esto último me hacía preguntarme: ¿cómo hubiera vivido la Pascua en un piso normal y corriente? Cuando estaba delante de la cruz el Viernes Santo pude tener experiencia de estar en unión con Dios y con los que en ese momento estuvimos en oración. Al final la actitud es lo que me ayudó a vivir esta semana. Sobreponerme a lo que “hubiera sido si” o lo que “hicimos el año pasado fue” se me hizo más llevadero acogiendo cada cosa como venía. Y, aparte de esa actitud, vivir todo junto a las personas con las que convivo. Lo que he podido experimentar es la necesidad de comunidad, de saberme parte. Daba igual dónde estuviera, lo que me importaba era estar conectada a mis hermanos de comunidad, no vivir sola esos días. Ha sido un lujazo seguir disfrutando de tiempos juntos a través del canal de YouTube de la comunidad y gracias al esfuerzo y trabajo de tantos que han puesto los medios técnicos y no tan técnicos.
Todo esto me recuerda que los momentos de preparar el Jueves Santo y Viernes Santo, la decoración, el realizar los planos para la retransmisión en directo, preparar micrófonos, el sonido, la luz y la localización de cada uno en esos planos no se hubieran diferenciado de otro programa de televisión o uno de esos conciertos de algún grupo incipiente en Instagram si hubiéramos perdido la visión de estar unidos en la misión. Una misión tan importante como es preparar dos momentos centrales dentro de la Semana Santa para que cada uno de nuestros hermanos de comunidad y todos aquellos que se unieran a nosotros pudieran tener un encuentro personal con Jesús.
¡Qué fuerte! No quería decirlo en voz alta, pero sí que se me escapó comentar el peso tan grande que teníamos sobre nuestros hombros al encomendarnos esta misión. Recuerdo haber comentado en la Escuela de discipulado mi temor a no vivir estos días, a estar tan metida en el hacer que olvidara el para qué lo hacía. Enseguida Sonia salió a mi rescate y me calmó con unas palabras sobre el liderazgo de influencia. Éste se diferenciaba del liderazgo de servicio o complaciente en el sentido de estar haciendo lo que Dios llama a cada uno a hacer y no hacer lo que se espera que hagamos para contentar a los demás y guardar nuestra imagen. Yo solo tenía que vivir la Semana Santa como Dios me fuera indicando y aportando con mi persona y mi historia con Dios.
Estoy emocionada y muy agradecida por todo lo vivido. ¡Gracias, Jesús y gracias, Fe y Vida, mis hermanos!
Rocío
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