La comunidad Fe y Vida tiene un pequeño núcleo en la ciudad de Salamanca, más en concreto, en la población próxima de Santa Marta de Tormes. Este pequeño núcleo está compuesto por David, Belén y los dos hijos del matrimonio, Pablo y Álvaro, ¡toda una comunidad! Y aunque pequeña, Dios está presente en ella, pues donde dos o más se reúnen en nombre del Señor ahí está Él.
A lo largo de nuestras vidas, por separado, como novios y después como matrimonio, el Señor nos ha acompañado y bendecido de diversas maneras. Hemos pasado momentos difíciles y momentos felices, pero en todos ellos Él ha estado presente. Esto es fácil decirlo mirando en perspectiva porque, en el momento concreto, a veces uno no se percata de dicha presencia, sobre todo en las circunstancias difíciles.
Nuestra historia de amor con Dios comenzó hace muchos años, cada uno en un lugar diferente, yo, David, en Extremadura en grupos de la Renovación Carismática, donde tuve mi primera conversión y acercamiento a la fe viva. Doy gracias al Señor y a todas las personas que me acompañaron por todo aquello. Belén, en Salamanca, tiene una trayectoria más larga, primero en grupos de Regnum Christi, donde vivió una experiencia activa en el trabajo hacia los necesitados, y después en grupos de la Renovación Carismática, donde conoció un Dios vivo y experimentó su primera conversión. Y es ahí, en el grupo Abba de la Renovación Carismática de Salamanca, donde nuestros caminos se encontraron.
Posteriormente conoceríamos la Comunidad Fe y Vida, gracias a varias personas de Cantabria que estudiaron en la universitaria ciudad de Salamanca. Fue en el año 2000, durante un verano, cuando Belén y yo tuvimos la oportunidad de conocer la comunidad in situ, y tengo que decir que nos enganchó. A partir de entonces, nuestra relación con esta comunidad comenzó a ser habitual. Las enseñanzas de Josué fueron clave para algunos aspectos de nuestra vida cristiana de aquellos momentos. La relación con hermanos de nuestra misma edad, amigos en algunos casos, las oraciones, carismáticas y vivas, la fuerza del Espíritu que se respiraba y la acogida de estos hermanos, hicieron que tomáramos la decisión de pertenecer a esta comunidad, a pesar de la distancia.
Durante los años que hemos estado comprometidos en la Comunidad han pasado muchas cosas, y aunque estábamos en Salamanca, nos sentíamos parte de la misma. El nacimiento de Pablo trajo consigo momentos muy duros para nuestro matrimonio: teníamos que aprender a ser padres, especialmente yo (David), que no sabía muy bien qué era eso. Dios a través de la Comunidad, nos acompañó y bendijo. Nos sentimos muy afortunados por lo que en aquellos momentos recibimos, que fue amor, comprensión, escucha. Tengo que decir que gracias a este proceso de acompañamiento, cariño… nuestro matrimonio perduró, además nació nuestro segundo hijo, Álvaro.
Como consecuencia de todo lo anterior, gracias a todo lo recibido, comenzamos a tener la necesidad de dar, de acompañar, de ser instrumentos de Dios, para poder transmitir lo mismo que nosotros recibimos. Y fruto de ello, en colaboración con un sacerdote de la parroquia de Santa Marta, que pertenece a la Comunidad ADSIS, comenzamos un pequeño grupo de matrimonios con niños pequeños. Este grupo, concebido inicialmente como base para poder dar vida a nuestros iguales en la población donde vivimos, comenzó su andadura con cuatro matrimonios, J. Luis e Isabel y sus tres hijos, María, Enrique y Sergio, Mercedes y Jesús y sus dos hijos Jesús y Pedro (ahora uno más, Carlos), Txelu y Chelo y sus dos hijos Iker y Alex (ahora dos más, María y Amaia) y nosotros con un hijo, Pablo, y Álvaro en la tripita.
El inicio del grupo fue esperanzador, todos teníamos unas experiencias de vida con Dios muy enriquecedoras. Comenzamos compartiendo a partir de los textos de libro Nicky y Sila de grupos Alpha y orando juntos una vez al mes. Además asistíamos a las misas de niños de la parroquia cada domingo juntos. Fueron unos momentos de euforia y alegría, a pesar de ser muy diferentes entre nosotros. Sin embargo, al cabo de dos años, esas diferencias, el cansancio y la falta de proyección exterior casi agotan la experiencia. Belén y yo nos planteábamos si era verdaderamente necesario continuar y seguir asistiendo, hasta el punto de que este verano decidimos tomarnos un respiro.
Sin embargo, Dios sopla cuando quiere y habla en las ocasiones en que se lo permitimos. Precisamente fue durante esta pasada primavera-verano, cuando se acentuó esa necesidad o deseo que teníamos de darnos, de entregarnos a los demás. El Señor puso en nuestro corazón anhelo por sus cosas, por dejar de estar escondidos, por entregar nuestras vidas a su voluntad, sin miedo. En consecuencia, participamos activamente en los Días de Diócesis de la JMJ en Santa Marta, acogiendo a dos chicos italianos y participando en las vigilias de oración, y demás actividades que se organizaron. Y esto nos trajo bendiciones.
Al comienzo del curso escolar, con estos deseos de entregarnos en nuestro corazón, decidimos comenzar a orar juntos los dos, como Fe y Vida, cada jueves por la tarde en un pequeño oratorio en la Iglesia de Santa Marta. Está abierto a quien quiera, para poder ofrecer ese poquito que podamos dar de nuestra Comunidad y nuestro hogar. Además, por necesidades de la parroquia, somos catequistas de familias de niños de comunión en la parroquia. No estamos muy seguros de lo que podemos aportar ahí, ya que es obligatorio para aquellas cuyos hijos están siguiendo la catequesis, y la recepción de esta catequesis familiar no es muy buena, pero, al menos, ofrecemos cariño y escucha. Y, por último, también nos encargaron de organizar o dinamizar el coro y la misa familiar (de niños) de cada domingo, y ahí vamos con un Power Point preparado con las canciones, lecturas, imágenes… aunque no lo hacemos solos, el grupo de matrimonios, del que antes hablamos, lo respalda.
¿Y seguimos con el grupo de matrimonios? Pues, como comentábamos, Dios sopla a veces de forma misteriosa, y sí, seguimos, pero con una diferencia: este año estamos mucho más entusiasmados todos en este grupo, no sé muy bien por qué. Hemos comenzado el curso con muchas ganas, nuestras reuniones, compuestas por una plegaria inicial con los niños, seguidas de una oración de los mayores y un posterior compartir sobre temas propios de la familia, tienen vida, están llenas de entusiasmo y de ganas de aportar hacia fuera. De hecho, el propio grupo se encarga de organizar el coro y dinamizar la misa familiar de cada domingo, lo cual comienza a ser una proyección hacia fuera. Pero, además, hemos decidido ofrecer lo que hacemos allí a todos aquellos que quieran, ofreciendo tras la misa un café, unas pastas… con la idea de poder transmitir a Dios a través de lo que somos.
¿Qué va a salir de todo esto? El Señor dirá. No lo sabemos. Lo que nosotros podemos hacer es estar abiertos a lo que Él quiera y dar lo que hemos recibido, amor, cariño, escucha…
Que Dios os bendiga.
David, Belén, Pablo y Álvaro.
Imágenes:
Familia David, Belén, Pablo y Álvaro.
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