Cuando me propusieron ir a Javier, solo me dijeron que tenía que llevar los oídos bien abiertos porque iba a recibir un “chute” de fe, y así fue. El día empezó sin expectativas, en realidad tampoco sabía con qué me iba a encontrar. Cuando llegamos todo era gente desconocida, pero fue comenzar la jornada y darme cuenta que todos teníamos algo en común, y eso era/es Jesús. Empezamos la mañana orando de una forma muy especial, cantando canciones que aquí, en Lumbier, no estamos acostumbrados a escuchar, pero que enseguida me llegaron de una forma muy especial. Fuego de Dios, la música de Bethel… todavía retumban en mis oídos.
El relato de Luis sobre la conversión y los testimonios de Lupe, de Alejandro… me hicieron pensar y hacer un repaso a mi vida, a mi corta e intensa vida. Una vez más me di cuenta de lo débiles que somos los hombres y de la lucha diaria que debemos hacer renovando continuamente el pacto para seguir unidos a Dios. Es una tarea fundamental si no queremos vivir en este mundo de mentiras y caretas que lleva la gente.
La mañana transcurrió rápidamente, y enseguida nos presentamos en la hora de la comida. Una comida a mesa compartida que nos permitió encontrar y unir lazos entre navarros y cántabros. Mientras, pudimos conocernos, dar nuestro propio testimonio… un intercambio de relatos que no hizo más que juntar fuerzas para ver que no estamos solos, darnos cuenta de que la oración es el camino para lograr la paz interior, esa paz que todos tenemos que conseguir para saber que estamos en la voluntad de Dios.
Tras una rapidísima visita a la explanada del Castillo, y entre foto y foto, llegó la tarde. Una tarde dedicada a conocer el funcionamiento de la Comunidad. Evangelizar, acompañar, consolar y unir, éstos son los principales pilares que sostienen a los miembros de Fe y Vida. Un modo de vida ejemplar, con testimonios verdaderamente emotivos. Si cada cristiano hiciésemos una mínima parte de lo que hacéis vosotros, el mundo iría muchísimo mejor. Si queremos hacer una Nueva Evangelización y no estamos dispuestos a hacer la poda necesaria, nos encontraremos con serios impedimentos para crecer…
Para terminar un día redondo, la Santa Misa. Una nueva oportunidad para estar cerca de Dios y ser testigos de su Resurrección. Una misa acompañada de oraciones de alabanza y con la efusión del Espíritu Santo. Un momento realmente indescriptible, solamente quien lo vive puede llegar a entenderlo.
Personalmente, quiero daros las gracias porque me habéis ayudado a entender que en esta aventura Él es el capitán y me dará el proyecto de amor que tenga preparado para mí.
Espero que nuestros caminos se vuelvan a cruzar muy pronto. Muchísimas GRACIAS!!!
¡¡Ojalá se repita!!
Cristina
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