Tú, Señor eres mi todo; Tú me colmas de bendiciones; mi vida está en tus manos.
Primoroso lugar me ha tocado en suerte;
¡Hermosa es la herencia que me ha correspondido!

( Salmo 16)

063Y es como reza este precioso salmo la oración que siempre elevo al Señor. Siempre, sin prisa, sin importar el momento ni la circunstancia de mi vida por la que este atravesando. Confiada, siempre confiada.

Confiaba en su amor, en su justicia, pero sobretodo en su infinita misericordia.

El camino de mi vida espiritual, el mismo que hoy compartimos miles y miles de personas católicas en todo el mundo, no es más especial, ni más hermoso, ni más fructífero que el de cualquier otra persona con una experiencia de Jesús Vivo, resucitado, y presente hoy en medio de nosotros. Lo que quizá difiere es la intensidad de las experiencias humanas por las que he atravesado. Unas muy dolorosas, otras muy alegres (todo hay que decirlo), pero ambas han dejado huellas tan profundas en mi alma que cambiaron mi mirada. Mi mirada hacia el mundo, hacia los demás, hacia mí misma, y lo más importante, mi mirada hacia Dios.

Aprendí a mirarle de frente, sin complejos, sin temor. Él hizo mi mirada más sencilla, más humilde, más pequeña, menos pretenciosa. Aprendí a mirar sin pedir ni esperar nada a cambio; se acabaron las certezas, se acabaron las seguridades y las últimas palabras. A cambio empezó la aventura más hermosa de mi vida.095

Ser seguidor(a) del Señor en la vida diaria cuesta mucho más que en el Twitter, os lo puedo asegurar. Y no hablo de dejar tu país, tu casa, tu familia, tu vida y empezar de cero. Aunque en ese momento no supiese que buscaba a Dios (Él si lo sabia), la insatisfacción de una vida a la que le falta algo, sin saber qué exactamente, me puso en camino.146

Y el Señor, que no defrauda nunca, me mostró el suyo: un camino estrechito, pero largo. A veces cuesta arriba, otras veces llano, y otras en cambio, cuesta abajo, pero siempre en su presencia. Ese camino está lleno, muy lleno, de servicio, de entrega, de amor, de perseverancia, de fatigas, de alegría y de dolor. Pero es, en verdad, un camino muy completo, eso sí. Esta vez he llegado diferente al retiro anual de los compromisos, más serena, más atenta, quizá más consciente y decidida, dado el curso que está tomando mi vida interior en los últimos dos años. Viviendo en Comunidad de Vida y con un proyecto concreto en la Iglesia de Sant Antoni de Padua en Tarragona, comenzó a despertarse en mí una inquietud, que aunque rondaba en mi corazón, nunca hasta entonces se había hecho presente con tanta fuerza. El hecho en sí fue algo que removió mi interior, que me hizo salir de mi misma y dar un paso más.Dicho paso supuso materializar y poner en práctica muchas de esas ideas con las que había soñado hasta ahora: poner un poco de mí al servicio de los demás, hacia adentro en la vida comunitaria de Fe y Vida y hacia afuera en la Iglesia Diocesana. Y fue esa experiencia la que me confirmó que era un deseo de Dios para mi vida. Quizá lo que en un principio fue un proyecto sólido, poco a poco se fue desdibujando de lo que debería haber sido, pero dio paso al encuentro de nuevos horizontes, todos y cada uno hacia una búsqueda más profunda de la voluntad de Dios. De eso no tengo ninguna duda.

064Cuando se ha vivido una experiencia como la que hemos vivido, y estamos viviendo actualmente en Tarragona, sientes que hay algo más, que lo que ha sido y es bendición para tu vida y la vida de otros, algo que va más allá. Ves con claridad que ya estás en ruta, que ya has entrado en el circuito de los caminos de Dios. Esto es una certeza de mi corazón.

Pero el camino sigue y el Señor te deja ver, conocer, experimentar y expresar tus anhelos y deseos. El Señor me deja ver mi vida encaminada hacia una entrega más profunda, plantea en mí la vocación a la consagración. Una consagración que desde la perspectiva misionera y comunitaria es un aire fresco, renovado y que me empuja a avanzar.058

He planteado esta inquietud a mi Comunidad, que sin duda me ha escuchado y apoyado en este proceso. Empezamos juntos a descubrir y recorrer un camino nuevo, un camino que aún no ha hecho nadie, un camino que si Dios quiere nos llevará el resto de la vida. Yo espero, guiada por el Espíritu, obedecer fielmente a esta llamada, una llamada en Comunidad, en libertad y sobretodo en amor.

Me espera por delante un año lleno de trabajo, un año apasionante. La meta: los compromisos definitivos en Fe y Vida. En este camino os pido vuestra compañía y principalmente vuestra oración.

Adriana.