Quien me conoce un poco sabe que me encantan los juegos de palabras, los dobles sentidos y la retórica en general. Cuando me sugirieron que escribiese un artículo sobre el capítulo comunitario pensé: “Primero vamos a vivirlo y luego a ver qué soy capaz de plasmar”.

Ayer clausuramos el capítulo 2023 de la que, desde el pasado fin de semana, puedo decir con pleno derecho y orgullo que es mi comunidad: Fe y Vida.

Atrás queda un fin de semana cargado de momentos de compartir con los hermanos, comidas rodeadas de intensas conversaciones, charlas, alabanzas, ratos de oración y momentos tremendamente emotivos en los que no faltaron las lágrimas en varios de nosotros. Instantes en los que cielo y tierra parecían juntarse, presencia del Señor continua… pero aquellos días ya pasaron y hay que bajar del Tabor.

Mis propios capítulos

Mientras me planteaba por dónde enfocar mi vivencia de esos días, consulté las acepciones de la palabra “capítulo” en busca de inspiración. Entre las acepciones de esta palabra en el diccionario de la RAE, dos de ellas me llamaron la atención:

“Asamblea de religiosos y clérigos regulares de una orden para elegir a los prelados y tratar otros asuntos”.

Entiendo que esta es la acepción que más se ajusta al contexto de lo que vivimos, aunque a mí me resuena más la primera definición que he encontrado y que, a su vez, creo yo, es más en lo que hubiésemos pensado cualquiera si observásemos la palabra suelta. Esa definición es:

“Cada una de las partes, generalmente numeradas, en que se divide un escrito; suele tratar un aspecto concreto de la materia o asunto principal del escrito”.

Y es que para mí, a nivel personal, el pasado sábado se cerró un capítulo y se abrió uno nuevo en el escrito de mi vida.

Tengo ya 46 años y en mi historia con el Señor considero que tengo tres capítulos cerrados: el primero fue un acercamiento al Señor en mi adolescencia que culminó de manera no deseada; el segundo es un capítulo lleno de veinte años de folios en blanco, y un tercer capítulo que comenzó con una hoja de papel en blanco en la que alguien me escribió: “Cristina es: mucha materia prima y poca construcción”.

Seguido de aquel momento, de hace ya más de dos años, tuve mi primer encuentro con personas de la Comunidad. Tras un proceso de discipulado, por el cual jamás tendré suficientes palabras para agradecer a los hermanos que formaron parte de esa transición, hoy sé más de quien verdaderamente soy. Y no seré un rascacielos, pero sí algo así como una casita de planta y piso. Mi construcción aún está inacabada, siempre quedan cosillas por pulir, pero considero que la lija de devastar ya tiene el grano más fino. Aun así, benditas manos que utilizaron el cincel al principio del proceso. Fueron momentos de dolor pero las manos de mis “artesanos” cincelaban con mucho amor. Por siempre agradecida. Este tercer capítulo se clausuró en el momento en el que decidí, junto con mi acompañante y mi responsable de núcleo, entregar al Señor el rumbo de mi vida acompañada por esta familia de hermanos concreta.

Abriendo un nuevo capítulo

Me recuerdo hace menos de una semana agendando: hacer maleta, decidir modelito para el compromiso, peluquería… “STOP, aquí ya te conocen, no hay nada que aparentar, solo tienes que vivirlo”; y la mitad de las tareas pendientes de repente se esfumaron. También desapareció mi ansiedad por tener que llevar el coche hasta Torremocha porque para qué planificar si pones las cosas en manos del Señor: Sus planes son otros. De repente me vi viajando de copiloto con una hermana de Granada tras haber disfrutado con ella y con los primeros hermanos de la avanzadilla de Cantabria de una comida en el pueblo donde yo vivo. Y es que estas son las cosas de tener hermanos de Comunidad, que unas veces se da y otras se recibe. Viajé con una persona que no conocía de nada, pero cuando es un hermano las conversaciones surgen de manera espontánea. Y como Burgos está cerca de todas partes (anuncio patrocinado por el núcleo de Burgos, si esto sirve para que alguna persona se quiera unir a nuestra misión, es bienvenida)… llegamos enseguida.

“¿Querías vivir el Capítulo desde el principio? Pues, hale, a trabajar.” Pero todos juntos: descargar la furgoneta, montar comedores, ayudar a los que llegan, acoger… aplacar el estrés de la persona que piensa que no tiene suficiente tiempo para todo lo que tiene que hacer… y llegan unos y otros, y más y más, y hasta 160 personas que, por el motivo que sea, el Señor juntó allí. No dejo de darle gracias por la vida de cada uno de los hermanos.

No daré detalles de lo que ocurrió el resto de los días; si sientes curiosidad, simplemente únete a nosotros en la próxima ocasión.

Como última reflexión me quedo con la cita que compartió Josué en la charla del último día, que dice literalmente:

“Porque yo, ciertamente, ya no me preocupo de mi vida, sino de correr, con gozo, la carrera hasta el final; de modo que yo pueda cumplir el mandato que me encargó el Señor Jesús de anunciar la Buena Noticia del amor de Dios”.

Hch 20,24

No sé cómo acabará este capítulo del libro de mi vida, pero me encantaría que fuese así y con vosotros.

Cristina