Soy Mariví, este verano he estado un mes realizando un voluntariado en República Dominicana, en un proyecto de Religiosas Oblatas del Santísimo Redentor (ORD). Se trabaja en la comunidad de Haina y en Bienvenido para mejorar las condiciones de vida de las mujeres de estas localidades, especialmente aquellas que se encuentran en contextos de prostitución, explotación sexual o violencia de género, ofreciendo recursos sociales, psicológicos, jurídicos y sanitarios. Todo comenzó en primavera cuando “por casualidad” me encontré en un avión con una compañera de trabajo y comenzamos a hablar de las vacaciones.
Además de ver que Dios siempre está a nuestro lado. Cuando llegué a República Dominicana todo era nuevo, el país, la cultura, la gente con la que me iba relacionar,… e ilusionante. En cada cosa que veía podía hacer una comparación “graciosa”, se aprende muchísimo y me ayudó a mantener constantemente una actitud de apertura, escucha, aceptación. A veces porque quieres y otras porque no te queda otro remedio, por ejemplo, yo acepté dormir todas las noches escuchando la música a todo volumen de los colmados con Zacarías Ferreira como amenizador.
De lunes a viernes trabajamos en lo que nos tocaba, teníamos un horario de trabajo muy completo, clases de alfabetización, impartición de talleres, trabajo administrativo, visitas a los negocios (de prostitución), y lo que iba surgiendo. Y los fines de semana libres, esto también fue un regalo, el país es precioso, os la recomiendo, playas paradisiacas, y un interior increíblemente hermoso, verde y con montañas. Todo acompañado de un clima húmedo con el que yo no tuve ningún problema.
Todo lo que voy a contar es mi experiencia personal, vivida en lugares concretos y con gente concreta, no me atrevo a decir que toda República Dominicana es de una forma ni que todos los dominicanos son o viven así. Nos levantábamos a las 6:30 am, íbamos a misa a las 7:00 am, desayunábamos a las 8:00 am y sobre las 9:00 am comenzaba el trabajo. Lunes, martes y miércoles por las mañanas en Bienvenido, un batey (lugar donde sobre todo viven haitianos) que está a unos 20 minutos en coche de Haina. Es sorprendente como viven algunas personas.
Para mí, la situación de los haitianos es muy dolorosa. No tienen papeles, los dominicanos no los quieren (me atrevo a decir esto porque por lo que yo pude ver esto es generalizado, por supuesto, la gente dominicana con la que yo trabajaba, por ejemplo, no opina esto pero también puede comprobar que otros los odian), algunos no hablan bien español (su lengua es el kreol, parecido al francés), y sin saber leer y escribir bien.
Las mujeres con las que habitualmente nos relacionábamos tenían varios hijos y no vivían con su pareja o, si vivían con ella, no tenía porque ser el padre de todos o alguno de sus hijos. Lo que yo percibí es que una mujer tiene un marido con el que tiene hijos, dos o tres, y luego él se va con otra, que puede que ya tenga hijos con otro. En esta situación, mujer sola, con hijos, sin formación, sin posibilidades de encontrar empleo y con la necesidad de comer tus hijos y tú,… la mujer ejerce prostitución (que, sí hay demanda).
La consecuencia es que escasamente llega para comer, para educación o la salud y las mujeres son realmente maltratadas, física y psicológicamente. Esto se agrava si eres haitiana y creo que lo peor para mí es ver que va a costar mucho salir de esa situación. Lo primero es conseguir su acta de nacimiento para obtener la célula y así “existir”, pudiendo tener acceso a salud, educación, trabajo,…. si no tienes esto ni siquiera puedes trabajar, así que mejorar las propias condiciones de vida es muy difícil. Lo más importante es que nadie (salvo contadas excepciones) tiene intención de ayudar a conseguir esas actas de nacimiento. Este es un tema candente en la política dominicana. En las clases de alfabetización la persona más joven tenía 11 años y la mayor 39, académicamente sabían lo mismo, en el medio había alguna persona que sabe leer y escribir (y más) sin problemas. Es difícil para mí ver que una persona con 19 años no sabe sumar llevándose, o que alguien de 20 sólo sabe contar si cuenta dinero, que tienes 14 años y vives en el negocio XXXX, que tienes 23 años y tres hijos, o…esto era lo habitual, no estoy contando casos excepcionales.
En las visitas a las mujeres en sus casas o en los negocios las ofrecíamos ir al médico, dentista, ginecología (muy demandado), psicología (también muy demandado) y alfabetización gratuitamente. Este es el primer punto de contacto y después la ayuda es lo más integral posible. Sabía que hay mucha violencia, no porque lo haya visto, ya que la gente es muy agradable y encantadora, sino porque ves las cicatrices, los moratones, las quemaduras o que todas las semanas se moría alguna mujer conocida de la casa. Lunes por la tarde estar en las clases del centro Fundación Nuestra Esperanza, miércoles por la tarde impartición de taller (aunque por un motivo u otro sólo lo hicimos un día), jueves y viernes era trabajo administrativo (organización de las clases, justificación de ayudas económicas, ayuda a la organización interna del proyecto). Esto era lo general, después hubo variaciones. Junto a la casa donde vivíamos la Oblatas tienen el Centro Nuestra Esperanza de Formación Integral para mujeres, desde la cual, ofrecen formación reglada y capacitación laboral (clases de cultura, cursos de belleza, repostería, cocina, costura, contabilidad, farmacia, etc…) a todas aquellas mujeres interesadas en encontrar nuevas alternativas económicas y laborales.
También tuvimos la oportunidad de conocer MODEMU (una asociación de ex trabajadoras sexuales), cuya presidenta es concejala en el ayuntamiento de Haina. Gracias a lo que compartieron con nosotras, entendí la importancia de la droga en la prostitución, el sida (hay muchísimas mujeres portadoras de VIH), las acciones políticas que se intentan tomar, las zonas rosas, la trata, el tráfico, etc. Nos contaron experiencias personales de trata y explotación, me abrió los ojos a otras realidades que ya sabía que existían, pero cuando tienes a la persona delante es diferente.
Podría contar muchas cosas más, un mes es mucho tiempo si todo es tan diferente a mi vida habitual. El sentimiento con el que me quedo es de agradecimiento a Dios, a las hermanas que nos acogieron tan bien, a las que están en España (mi primer contacto, la formación y la evaluación), a mi compañera de viaje y l@s dominican@s, sentimiento también de entusiasmo y de ilusión porque otro mundo es posible (como decía antes, exterior e interiormente) y a todas las “casualidades” del camino, por ejemplo, tener la oportunidad de acudir a una asamblea de la comunidad Siervos de Cristo vivo.
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