Podríamos decir que el viernes 5 de diciembre de 2014, salimos de nuestra tierra al lugar que el Señor nos señalaba y que hemos entrado ya en la tierra prometida, llevándola con nosotros allá donde vamos; podríamos decir que ese fin de semana seguimos el consejo de Jesús a Nicodemo y  nacimos de nuevo, del agua y del Espíritu, y que una pequeña cruz azul en el pecho nos lo recuerda constantemente. Son comparaciones grandilocuentes que pueden sonar a tópicos y que no vamos a utilizar ahora.

            Sin embargo, algo importante vivimos el fin de semana del 5 al 7 de diciembre de 2014. Formalmente podemos describirlo como el capítulo anual de la comunidad Fe y vida y la renovación de los compromisos anuales de algunos de sus miembros, siendo para nosotros el primer compromiso con la comunidad.

            Nuestra primera impresión fue la de llegar a casa. Es increíble lo que conectas con las personas cuando es Dios el que te une a ellos y cuando Él mismo os ha elegido para un proyecto común. Han sido días de compartir, de construir lazos, de hacer comunidad. Comentándolo entre nosotros hemos descubierto que tenemos la vivencia  común de no encontrarnos ahora solos, de formar parte de algo. En la distancia nos sabemos cercanos, unidos, siendo parte de una misma familia, de un mismo proyecto, de un mismo plan de Dios.

            Hemos vivido en estos días una experiencia de aceptación y libertad, de podernos mostrar tal como somos, sabiéndonos queridos por los otros.Desde esta comunión miramos con alegría esa cruz azul que descansa sobre nuestro pecho y que nos recuerda que somos parte de algo hermoso y querido por Dios.

            Ha sido también un tiempo de celebración. Más allá del trabajo ha estado el compartir, el estar juntos y la expresión constante de esa alegría surgida del encuentro sincero con el otro y del seguimiento de la voluntad de Dios.

Desde esta unión y este compartir, el fin de semana ha sido también un abrirnos a la voz de Dios y buscar su voluntad en comunidad. Y Dios va hablando y va señalando caminos, personales y comunitarios. Nos toca a nosotros caminarlos.

En esta búsqueda de la voluntad de Dios no han faltado los sueños. Mediante la dinámica de “cielo ilimitado” hemos puesto en común los sueños que cada uno de nosotros teníamos en relación con la comunidad. Ahora toca rezarlos y discernir la voz de Dios en ellos.

Una vez de vuelta en Cádiz, multitud de felicitaciones, incluida la del Don Rafael, nuestro obispo, nos hacen ver la responsabilidad del compromiso que acabamos de hacer. La cruz azul nos recuerda ahora que pertenecemos a Fe y Vida, que el Señor nos ha querido aquí, y q
ue ya no vale cualquier cosa. Esa cruz que vemos nosotros, y que también ven los demás, nos recuerda que el Señor nos ha enviado, y que nos ha pedido realmente salir de nuestra tierra y seguir un camino. Al fin y al cabo es un compromiso lo que hemos llevado a cabo es
te fin de semana. Un compromiso llevado a cabo desde el convencimiento de que hay que caminar hacia delante y hay que tomar opciones en la vida, desde la confianza en el apoyo de los hermanos y, sobre todo, desde la confianza absoluta en la gracia de Dios.

Los dos estamos de acuerdo en que, tras estos días transcurridos, la sensación que nos queda es de renacimiento. Con miedo a hablar muy fuerte para que la voz no apague la naciente llama, experimentamos que algo nuevo surge en nuestras vidas, algo que le da más sentido todavía. Los dos coincidimos en que nos sentimos acompañados en la distancia, en que vemos cosas que cambian en nuestro día a día, en quetenemos un nuevo proyecto que además es común a los dos y común también a Dios. Y es que, cuando tú das un paso hacia Dios, Él sale corriendo a tu encuentro para dártelo todo.

Si esto es llegar a la tierra prometida o nacer de nuevo, júzguelo cada uno. Pero nuestros pies pisan un terreno cálido y fértil, y nuestros corazones rebosan de la alegría de los niños.

Adela y Carlos