artxDios es bueno con nosotros, nos cuida, nos protege, nos ama tal como somos, nos perdona. El Señor es fiel a pesar de todas nuestras caídas. Por eso en Fe y Vida queremos alabarle de todo corazón, en todo momento y lugar, en cualquier circunstancia de nuestra vida.  

 

Es fundamental tener una actitud constante de alabanza y adoración, ya que esto nos lleva a ser conscientes de los pobres hombres y mujeres que somos, y de que lo realmente importante en nuestras vidas es Él. Esa actitud pone de manifiesto la grandeza y majestad de nuestro Dios, lo ensalza y eleva dejando todo lo demás en el plano que verdaderamente le corresponde. Nos ayuda a permanecer en su presencia y nos recuerda para quién vivimos y por quién hacemos todas las cosas. En este aspecto, la música cumple un papel fundamental, y a través de este ministerio, intentamos que nuestros hermanos alaben con todo su ser en las oraciones comunitarias.

 La música es además un don de Dios y ha sido un elemento importante en toda la historia del cristianismo. Ya los salmos eran cánticos de alabanza, petición de auxilio, acción de gracias y adoración. La música agrada al Señor y es un medio poderoso que estremece y conmueve corazones. A la vista están las multitudes de gente que arrastran hoy en día los conciertos de los grandes artistas. Nuestro sueño sería que esas multitudes saltaran, cantaran y gritaran por Aquel que los amó primero. 

 

Al igual que en otros aspectos de la vida, la música es una vocación que el Señor pone en tu corazón. Según mi experiencia, fue un llamado que Dios me hizo. Y fue un llamado que me costó aceptar. Os explico; recuerdo que aprendí las primeras notas de guitarra a los 16 años, de la forma más tonta, con una amiga en una convivencia. A partir de ahí tengo una laguna en la que no consigo acordarme de cómo fui aprendiendo más acordes y ritmos, pero con el tiempo se me empezó a pedir ayuda cuando las personas encargadas de la música en la comunidad no podían tocar. Entonces yo ya pertenecía al ministerio. 

 

2010 compromisos_035Me gustaba mucho cantar, aunque me daba miedo hacerlo en público; pero con la guitarra era peor todavía, sobre todo cuando tenía que hacerlo sola. Me ponía muy nerviosa, me equivocaba, no se oía el instrumento, ni se me escuchaba cantar: ¡era todo un desastre! Por eso mi corazón siempre se negaba a tocar la guitarra y me arrepentía del día en que aprendí aquellos acordes. Sin embargo el Señor me ponía, una y otra, vez en esa situación. 

 

Recuerdo perfectamente un año en que le pedí a Dios que, por mi cumpleaños, me hiciera un regalo con el que pudiese agradarle y servirle mejor. Ese día era sábado, día de Asamblea (así llamamos a la oración semanal de toda la Comunidad). Me llamaron porque ninguna de las cuatro personas que tocaban podía asistir y necesitaban que yo llevara la oración. Tuve la certeza de que ese era su regalo. Mi corazón quería de verdad agradar al Señor y ese día me rendí y le alabé por haber aprendido a acompañar con la guitarra. No fue una aceptación total de su voluntad en ese instante, pero sí que mi actitud empezó a cambiar, y poco a poco, durante un proceso de mucho tiempo, empecé a disfrutar y a perder el miedo que me bloqueaba.compromisos comunitarios_2008_0087

 

Ahora, mirando atrás, veo su mano en todos aquellos momentos, y me parece mentira que hoy en día sea yo la responsable del ministerio. Él no paró hasta conquistar mi corazón y arrancarme un sí sincero para servirle a través de la música. Realmente el Señor es poderoso y hoy puedo ver que ha obrado en mí.

 

A Dios le basta con nuestra pobreza, por eso intentamos poner humildemente a su disposición los talentos musicales que en su bondad quiso regalarnos, para que el Espíritu Santo pueda obrar en nosotros y hacer de lo pequeño, algo grande.