Todo empezó el pasado invierno, cuando una chispa o una especie de soplo hizo reaccionar a mi corazón al leer sobre el “Leadership Intensive Week”, un encuentro sobre liderazgo dirigido por y para jóvenes que tendría lugar del 8 al 13 de julio de 2018 en la ciudad de Cluj-Napoca (Rumanía).

 

Algo (o más bien Alguien) me decía que tenía que ir. La chispa se convirtió en anhelo y el anhelo, gracias a la comunidad Fe y Vida y en colaboración con los organizadores del evento (ENC o Red de Comunidades Europeas), se convirtió en realidad.

El pasado 8 de julio Claudia y yo, enseguida conocidas como “las españolas”, nos uníamos al grupo de, aproximadamente, setenta jóvenes de diversas nacionalidades: Rumanía, Eslovaquia, Suiza, Polonia, Lituania, Austria y Estados Unidos y, sin saberlo o esperarlo, nos convertimos durante seis intensos días en una familia.

 

Al principio salir de la zona de confort era duro (Claudia solía decir: “vamos a permanecer cual divas a esperar a que se nos acerquen”), pero después de unas horas de sueño y, sobre todo, de la primera oración juntos, todo era más fácil: nuestra mente y nuestro corazón se abrían expectantes en las sesiones de liderazgo, donde aprendíamos a conocernos para poder liderar tanto a nosotros mismos como a otros en diversos contextos (en la familia, en la comunidad, en nuestro grupo de jóvenes, en el trabajo…) Mi introversión y mi nivel de inglés dejaron de parecerme un obstáculo para conocer a la gente e incluso los suizos hablando inglés (y no alemán) ya no parecían estar enfadados.

 

 

Aquello fue real desde las primeras interacciones, en parte gracias a la dinámica con la que empezamos el primer día conocida como “the whole truth” o “toda la verdad” a través de la cual seis desconocidos nos contábamos abiertamente nuestras historias de manera que, exponiendo nuestras dificultades, debilidades y fortalezas nos hacíamos vulnerables: empezábamos a crear vínculos y a generar un ambiente de confianza siendo nosotros mismos.

 

 

Como era de esperar, en ese ambiente de fraternidad el Jefe no dudó en hacer de las suyas: me hablaba a través de los silencios, de las canciones, de las miradas y las palabras de aquellos jóvenes ¡Incluso me pidió que le dijese a un completo desconocido unas palabras de Su parte! Se respiraba pasión: esa fuerza de la que hablaba el Papa Francisco que necesitan los jóvenes para levantarse del sofá, ese amor por Cristo que une a los cristianos y los llena con el deseo de expandir el Reino de Dios y la alegría de saberse hijo y amado.

En esos días aprendimos que tenemos el poder de influenciar la vida de los que nos rodean de manera positiva y nos enseñaron claves para ser buenos líderes pero, sobre todo, construimos puentes mirándonos los unos a los otros como hermanos, dejando a un lado los kilómetros y las diferencias para estar unidos en Cristo.

 

Blanca