Este post es continuación de otro que hice hace unas semanas, titulado ¿Cómo enfocar correctamente nuestra relación con Dios? Si no lo has leído, recomiendo encarecidamente que lo hagas antes de leer este 😉
En él, expliqué que Jesús nos llama a “subir una escalera” en la que el primer escalón es “estar con Él”, el segundo escalón es “ser como Él” y el tercer escalón es “hacer lo que Él hace”.
En este punto quería comentar qué pasa cuando no subimos esa escalera de forma ordenada o nos queremos saltar algún paso.
¿Qué pasa cuando… Empiezas la escalera en “ser como Él”?
Lo he observado varias veces. Pasa cuando la gente se enfoca primero y principalmente en ser como Jesús, descuidando “estar con Él”. Normalmente cuando esto pasa, son personas que se centran mucho en la moral cristiana por encima de la vivencia de oración, de comunidad, etc. Con frecuencia, personas que viven así acaban viviendo un moralismo. O un virtuosismo. Es decir: quieres vivir las virtudes de Dios, pero sin Dios.
Cuando vives esto así, no vives los frutos del Espíritu Santo, son frutos humanos. ¿Se pueden tener virtudes sin Dios? Sí, pero que sepas que eso ante Dios no vale nada. Vale ante los hombres, pero ante Dios, que tú tengas más fuerza de voluntad o que tengas una gran paciencia… no te va a salvar. Dios no quiere más a alguien que es muy ordenado y menos a alguien desordenado. A Dios no le impresionan nuestros logros… Si vives el “ser como Él” sin estar con Él, el cristianismo con frecuencia se convierte en una carga.
¿Qué pasa cuando… empiezas la escalera en “hacer lo que Él hace”?
También lo he observado unas cuantas veces. Gente que lo que quiere es “servir”, “ser útil”, “hacer algo productivo”. Quizá influenciados por una visión social ultraproductivista, en la que lo único que vale es lo que produces y la eficiencia con que lo produces.
Un cristiano que quiere “hacer cosas” y “cambiar el mundo” con frecuencia tiene muy buena voluntad. Pero si lo hace sin estar con Él, es muy probable que el trabajo se va a convertir en una carga. Como lo hace sin ser como Él, no va a hacerlo de la forma que Él quiere: con amor, con paciencia, con dependencia, sin medir éxitos o fracasos…
Además, con frecuencia observo un peligro cuando lo primero que quiere alguien es servir cuando se acerca a una comunidad o grupo cristiano. ¡Qué casualidad que siempre que se quiere servir se quiere servir en música, o en predicación…! ¡En tareas visibles! Casi nadie te dice “Oye he sentido que Dios me llama a servir fregando el suelo”. Cuando eso pasa, con frecuencia hay que parar los pies o al menos hacer reflexionar a la persona: “¿Por qué quieres servir?”. Si la voluntad de servir viene de una necesidad de ser reconocido, querido… le haremos un flaco favor si le proporcionamos ese servicio sin atender las causas reales por las que esa persona no se siente querida o reconocida.
Con frecuencia además la gente quiere tener cargos de coordinación, de liderar. “Yo es que quiero ser el coordinador de Alpha”. Se quiere ser “el jefe”, pero sin pagar el precio. Quieren que se les vea mandando, liderando, o solucionando problemas, pero solucionar los problemas que nadie ve y ser el que más horas echa antes de que el evento empiece y después de que acabe… a eso ya no suelen estar dispuestos.
Liderar un ministerio o servicio en el ámbito cristiano sin ser como Jesús no te hace humilde, porque los logros crees que son gracias a ti y no a la Gracia de Dios.
Creo que tenemos un ejemplo buenísimo en el evangelio: El caso de Marta y María. Marta quería servir por encima de todo. María quería estar con Jesús por encima de todo. Marta se quemó. María no. María luego también sirvió (no se quedó inmóvil “estando con Él”). Simplemente supo priorizar de forma correcta. Cuando muere Lázaro, las palabras de María son las que hacen llorar a Jesús e interceden por el milagro de la resurrección de su hermano.
¿Y tú? ¿Crees que subes la escalera de forma correcta?
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