A veces me pongo a imaginar cómo nos mirará Dios desde su sitio. Si pensará, decepcionado o no, en quién ha puesto su confianza para que la presencia de su hijo, Jesús, siga siendo algo real y auténtica en la vida de los cristianos. Es fácil echar balones fuera y no mirar hacia uno mismo cómo hace eso posible preguntándose: “¿Dios puede confiar en mí? ¿Puede confiarme, hoy, esa misión en mi vida?”. Una vez escuché la expresión “ser soldados de Cristo” y, rápidamente, vinieron a mi mente típicas escenas bélicas de películas épicas. Pero, como siempre, me estaba adelantando. Esas escenas serían para la batalla final cuando uno deja este mundo. De lo que se trata ahora es de prepararse para esa batalla final. En otras palabras: madurar en la fe y ser cristianos de una pieza.
¡Y aquí hay todo un horizonte por descubrir! Puede llegar a ser apasionante si nunca se pierde de vista que estamos preparándonos para algo grande: ser lo que estamos llamados a ser. Parece difícil, pero no imposible. Hay esperanza y, lo más importante, hay una espera que aceptar hasta entonces.
La espera forma parte del proceso
Desconozco en qué momento vital te encuentras: si llevas ya muchos años en la carrera de la fe, si acabas de empezar, si has vuelto a recorrerla o si te preguntas todavía dónde encontrarla; pero eso no importa porque siempre tenemos que tener presente que esta se trata de una carrera de fondo. “¡Qué pereza!” Yo diría más bien qué esperanzador. ¿Quién no ha caído o tropezado una y mil veces? Tranquiliza saber que contamos con una segunda oportunidad (y tantas otras). Pero, sí que es cierto que no nos la jugamos a un solo intento, nos la jugamos a una sola vida. La que tenemos. Y, ¿en qué tierra estamos plantados? Me gusta fijarme en la naturaleza para recordarme lo importante que son los tiempos. Y esto se hace evidente en el desarrollo de los árboles y el nacimiento del fruto. Pienso que tenemos mucho que aprender de los árboles: son lo que son, respetan las estaciones del año y esperan pacientemente sus frutos.
Los personajes bíblicos nos dan, también, un gran ejemplo. La espera de Abraham por ver la tierra prometida. La espera de Moisés por ver al pueblo hebreo libre de la esclavitud. La espera angustiosa, pero llena de fe, de María por ver a Jesús resucitado. E incluso la espera, de más de treinta años, del mismo Jesús para desarrollar su ministerio.
La comunidad es una pieza importante en el engranaje
Los árboles no se plantan solos. Cada uno ha necesitado la colaboración de varias personas que han puesto a rodar el proceso de cultivo. Al igual que los árboles, nosotros construimos nuestra vida y nuestra persona con la ayuda de otros. Solos no podemos hacer gran cosa. Si te has propuesto vivir tu vida como cristiano necesitas un ambiente que te ayude a ello; además de personas que puedan animarte a seguir recorriendo ese camino. No solo ayudarte, sino hacerte palpable una vida así. No queremos ser “Santos Tomases”, pero ver hecho vida lo que se corresponde con nuestro corazón anima y mucho. ¿O no te ha ocurrido a ti? Está claro que ponernos a preparar una carrera de fondo nosotros solos no tiene lógica, lo normal sería acudir a un centro deportivo, hacernos con un preparador físico y unirnos a uno de tantos grupos llamados “amigos del deporte” para iniciar nuestro entrenamiento.
Entonces, a través de una comunidad de cristianos, se hace posible alcanzar la meta no sin ahorrarnos los obstáculos que encontraremos por el camino, pero acompañados para superarlos. Los conocéis de sobra: inconstancia, soberbia, mentira, duda, pereza, infidelidad, egoísmo, miedo… (puedes añadir tú los tuyos). Gracias a los hermanos en la fe se nos puede llamar a la verdad. Es así como los demás confiarán en ti, ¿verdad?
La actitud más favorable es la de la escucha y la de dejarse hacer
Siempre me han llamado la atención las películas donde hay un maestro que enseña a su pupilo y todo lo que engloba ese proceso: la relación que se da entre los dos, el equilibrio entre exigencia, motivación y confianza, la apuesta por el pupilo… Una de las cosas que ayuda a este a seguir adelante en su proceso de maduración es que observa y escucha atentamente a su maestro. Sabe perfectamente que necesita de su sabiduría, experiencia y pruebas en la vida para llegar a ser lo que está llamado a ser. Observar y escuchar experiencias e historias a los que llevan tiempo en esta carrera marca la diferencia entre uno que quiere únicamente llevar el dorsal y otro que quiere que ese dorsal le identifique como miembro de la carrera.
En el camino de la fe también encontramos a grandes maestros. Los encontramos muy cerca de nosotros. Son personas que conviene tener cerca para poder pulirnos y empezar a dejarnos hacer. Esta es otra de las cosas que nos ayudan a cambiar y, por tanto, a crecer… ¡y con la que hay que contar! Si no nos dejamos hacer entonces no hay nada que hacer.
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