Llega un día en que te consideras cristiano, ya sea de forma consciente porque antes no creías y ahora sí; o de forma inconsciente: siempre lo fuiste. Sea cual sea el origen de tu decisión de seguir a Jesús, el fin tiene que ser el mismo. No puedes seguirlo solo y, lo más importante, no puedes en esa soledad tampoco servirle porque el cristianismo es relación con Dios y con los hermanos. La fe es don personal, la acoges o no, pero el vivirla es algo que no se puede hacer de una forma  individual.

Porque allí donde dos o tres de ustedes se reúnan en mi nombre, allí estaré yo.

(Mt 18, 20)

Es por ello que se hace necesario buscarse una comunidad donde tener ese espacio seguro en el que encontrarnos con el Señor y compartir con los hermanos, donde no somos símplemente un número y se nos conoce por nuestro nombre.

Estos seguidores de Jesús eran un grupo muy unido, y siempre oraban juntos. Con ellos se reunían los hermanos de Jesús y algunas mujeres, entre las que se encontraba María, la madre de Jesús.

(Hch 1, 14)

No buscamos o estamos en comunidad como un fin, sino que estamos en comunidad porque esta nos tiene que llevar a relacionarnos cada vez más y mejor con Dios y nos ha de facilitar compartir con los hermanos; es el espacio seguro donde podemos ser nosotros mismos, consiguiendo ser cada vez más nuestra mejor versión.

Y decidieron vivir como una gran familia. Y cada día los apóstoles compartían con ellos las enseñanzas acerca de Dios y de Jesús, y también celebraban la Cena del Señor y oraban juntos.

(Hch 2, 42)

¿Y cuál es la mejor comunidad? Pues la que el Señor quiera para con nosotros, y no se trata tanto de la que tengamos más cerca de casa o en la que mejor me caiga la gente, que puede serlo, pero no es solo eso; es aquella a la que el Espíritu te mueva y te muestre. 

Cada uno tenemos una vocación, una misión a la que Dios nos llama y es la comunidad la que nos tiene que llevar a vivirla y llevarla adelante.

¿Y es posible vivir la comunidad a distancia?

Es una pregunta que habitualmente me hacen. 

Yo diría que NO, la comunidad se vive desde dentro. Otra cosa es como tú te sitúas en la comunidad, y eso no depende tanto de la distancia en kilómetros, que en mi caso son unos cuantos, si no de lo que tú  puedes crecer en tu relación con Dios y de lo que puedes servir en ella.

Tienes que encontrar tu lugar.

Fe y Vida no es una comunidad donde te dicen lo que tienes que hacer o dejar de hacer, es un lugar donde se te acoge desde lo que eres y donde puedes llevar adelante el plan de Dios para tu vida.

Ser persona comprometida te implica en la vida de las otras personas de la comunidad y, a la inversa, dejas entrar en tu vida a personas que desean y anhelan que Is 61 (nuestra lectura fundacional) se materialice en nuestro entorno y realidad cotidiana. Así que no, no puedes mantenerte en la distancia, tienes que implicarte y mucho. Dios necesita de cada uno de nosotros para llevar adelante su plan.

Para ello tenemos diferentes oportunidades de compartir con los hermanos. La primera se da en la misión, puedes participar y servir en los diferentes ministerios de la comunidad: acogida, comunicación, decoración, intercesión, jóvenes y música.

Quincenalmente se te ofrece el compartir en un pequeño grupo, que llamamos células, todo aquello que vives en tu día a día en tu relación con Dios y con los demás, trabajo, estudios, familia…

Otra oportunidad para vivir la comunidad es en la formación. En ella se tratan diferentes temas (fe cristiana, inteligencia emocional, discipulado, liderazgo….) que pueden ayudar a que nos relacionemos mejor en la sociedad y en los tiempos que nos han tocado vivir.

Antes de la COVID, teníamos la oportunidad de vivir un espacio de oración y enseñanza semanal en aquellos núcleos en los que viven varios miembros de la comunidad: Granada, Valencia y Cantabria. Pues bien, durante la pandemia ese espacio pasó a la red, ya que no nos podíamos reunir presencialmente, y en la actualidad, que se ha vuelto a la presencialidad, se continúa emitiendo, abriendo así la posibilidad de que las personas que no tenemos un núcleo comunitario cerca podamos participar sumándonos a la oración y enseñanza comunitaria en streaming. Justo después de desconectar de la oración y enseñanza podemos compartir, a través del zoom, lo vivido y escuchado, con aquellas personas que viven alejadas de un núcleo comunitario, convirtiendo este espacio también en un lugar donde acoger a nuevas personas que se acercan a conocer un poco más de la Fe y Vida.

En realidad, Jesús no iba a morir para salvar sólo a los judíos, sino también para reunir a todos los hijos de Dios que hay en el mundo.

(Jn 11, 52)

Así que, a ti qué te parece, ¿se puede vivir o no la comunidad en la distancia? ¿Te animas a experimentarlo?