…pero hazlo siempre acompañado.
Hoy voy a escribirte a ti que me lees: esta carta es para ti. Quiero compartirte una vez más lo importante que es la compañía, no sólo física, sino esa que sabes que tienes pase lo que pase. Yo la descubrí hace cinco años y tiene por nombre comunidad. ¿Por qué te cuento esto? Porque otros lo hicieron conmigo y porque me importas, quiero tu bien y lo más seguro es que no pueda estar a tu lado siempre. Me gustaría que conocieras lo que yo he vivido, que descubrieras este tesoro para tu vida y que pudieras descansar lo que conforma tu vida, como yo, en manos de hermanos de comunidad.
Cada día trae su propio afán y qué bien lo sabes tú. Puedo intuir cómo te afectan las emociones cuando brotan ante todo lo que vas viviendo. Parece que salen a relucir de ese modo las necesidades y carencias de tu realidad actual. Quizá es tu talón de Aquiles que vuelve a salir a escena y que no te gusta nada. ¡Otra vez! dirás. Te recuerdo, las veces que haga falta, que lo importante es moverte por tus opciones y no por tus emociones… Puedo imaginarte levantarte tras ser vencido. Y creo poder percibir en tu interior que te levantas porque hay una mano amiga cercana a ti. Esto me encanta porque entonces veo claro que empiezas a entender y que podrás acoger esto que te escribo.
Puede que a veces te empeñes en tener una compañía concreta y no seas capaz de ver la que ya tienes. Claro, te sientes solo por tener ojos sólo para ciertas personas y no ves más allá porque no amplias el zoom. Quizás últimamente personas de tu entorno salen a tu encuentro con la pregunta “¿cómo estás?” y tú te quedas bloqueado porque no te la esperabas; dudas de si te preguntan por educación o si realmente quieren escuchar tu respuesta. Eso no es lo importante… Lo importante es que hay alguien ahí para ti, no importa quién. ¡Y esto es comunidad! Por ahí empieza todo. Por ese interés hacia ti que puede desembocar en cosas maravillosas: un compromiso, una misión, una vocación, una visión… si tú lo permites, porque todo se puede quedar en ese cómo estoy sin ninguna consecuencia para tu vida.
Cuando empiezas a conversar con unos y con otros sobre sus vidas y la tuya, y no sólo a conversar sino también a compartir momentos cotidianos, ves lo que tanto has escuchado salir de sus labios. Entonces hay algo que hace clic en tu cabeza y lo cambia todo. ¿El qué? El cómo estabas viviendo. Lo que pensabas de la fe y de la vida. El modo de relacionarte con las personas de tu entorno. El lugar que ocupa Dios en tu vida. Y ya nada es igual… ¡Sólo ha bastado un encuentro! Sí, ahora puedes hacerte una idea de lo que supuso para los discípulos encontrarse con Jesús. Yo lo viví comunitariamente con personas que se tomaron muy en serio su encuentro con él y se preocuparon por que una joven como yo no perdiera su vida y encontrara de nuevo esperanza.
La comunidad no es algo abstracto, son rostros concretos con historias de vida de todo tipo que te permiten ampliar tu mirada, tu horizonte y tus posibilidades en la vida. Qué riqueza tanto para la comunidad misma como para cada uno y para ti. Poder palpar en ella años de pertenencia, de fidelidad y de compromiso que hablan de historia viva de fe en las personas que la forman. Si te decides a seguir a Jesús y si quieres que él esté en tu vida de una forma visible, aunque mejor te diré de una manera significativa, la comunidad es una garantía para tu vida. Es el camino para no perderse, la compañía amable para caminar con esperanza y la fuente verdadera para calmar tu sed de verdad.
Entiendo que puedas tener tus reservas a dejar entrar tanto de repente en tu vida. Da un poco de vértigo, ¿verdad? Pero… ¿no crees que ya va siendo hora, que es lo que estabas pidiendo a voz en grito en tu interior? Cuando has buscado en cantidad de sitios y esperado tantos años, ese vértigo se traduce en respuesta: ¡te encontré! Por fin. Y sólo queda abrir los brazos y dejarse hacer. Sí, no quiero engañarte. Esta carta es para decirte, además, que la vida en comunidad no es todo recibir, sino que es vida en donación. Sé que sabes que dando se recibe, así que sí, todo es donarse y todo es recibir. ¡Pero no a partes iguales! Bueno, no quiero adelantarme, ya lo irás descubriendo tú mismo en tu proceso personal y comunitario (que, por cierto, es una aventura apasionante); quizá llegue un día en el que no estarás pendiente de esto… y me dará una gran alegría.
Dejarse hacer nunca ha sido fácil porque queremos llevar el control nosotros. Pero es que en comunidad no tiene sentido ir por libre. Uno tiene que empezar dándose a conocer. Te tocará, como a mí, mostrar tu lado humano, el que no es bonito a veces, el que no es perfecto, el que no todos conocen, pero que es tuyo, habla de ti y muestra de verdad quién eres. Otras veces, llegará el momento, como me llegó a mí, de que cuentes alguna dificultad y tendrás que estar abierto a que puedan decirte algo de vuelta, a que te corrijan alguna actitud o algo de tu carácter y a que te señalen un defecto o pecado. No tengas miedo. Esas conversaciones van a darte visión sobre ti y tu vida, van a devolverte la esperanza en aquello en que la habías perdido y van a marcarte una dirección a seguir. Son oportunidades de crecer en tu fe y en tu vida.
Recuerdo las veces que yo he podido hacer esto y vivirlo, y últimamente un hermano de comunidad suele decirme “elige tus batallas” cuando yo me empeño en una cosa y no parece que vea nada más. Es una frase que me ayuda mucho a recordarme las opciones que he tomado, las prioridades en mi vida, lo importante que hay en juego, centrarme sólo en lo que puede ayudar y dar fruto y, más importante, es una frase que me devuelve la paz interior ¡y me da salud mental! Los hermanos de comunidad están para acompañarte, con su experiencia y su vida, en el seguimiento de Jesús. Y quiero decirte que en cada uno que me ha acompañado a mí he palpado su anclaje en Jesús: su vida, su vocación, su misión. Todos ellos me hablan de lo importante que es estar en relación con él cada día, leer su Palabra y vivir en su presencia.
Lo pensaba hace un rato al compartirte la frase “elige tus batallas”. Me estaba refiriendo a elegir la lucha diaria de lo que nos dificulta vivir nuestro día, y eso es… ¡la Cruz! No sé si te lo han comentado alguna vez, pero el palo vertical es la relación personal con Jesús y el palo horizontal es la relación con los hermanos de la fe. Hoy quiero regalarte un descubrimiento: donde hay dolor, donde hay sufrimiento, donde hay lucha… hay cruz. ¡Pero en relación con Jesús y con la compañía de tus hermanos en la fe se soporta! Se puede cargar. Y así sí que se puede vivir hoy, mañana y siempre. ¡Qué regalo la comunidad!
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