Acompañamiento, profesionalidad, discernimiento, validación, reconocimiento, evaluación, escucha, discipulado, confiabilidad. Estas son algunas de las palabras que más se han escuchado en el I ELIE (encuentro de liderazgo e inteligencia emocional) que hemos realizado en la comunidad.

 

Para intentar explicar lo que es este tipo de encuentro (es raro que en la Iglesia se hable de estas cosas) creo que es útil primero decir lo que no es, porque ha habido gente que a la vuelta me preguntaba: ¿Qué tal el encuentro de líderes? Y yo les explicaba no es un encuentro de líderes al que solo van las personas de la comunidad que tienen algún “cargo”, sino que es un encuentro que está abierto a todos los comprometidos, en el que se van poniendo bases y explicando cómo debe ser el liderazgo cristiano de manera que si en el futuro alguno debe asumir alguna responsabilidad, esté preparado con las bases bien firmes. Personalmente me parece que es tener una visión increíble y supone una forma de actuar en la que se deja realmente a Dios elegir, pues no parte de una “selección” humana, que siempre es imperfecta, sino divina, ya que “el corazón del hombre lo prueba el señor…”. Además, nos han hablado muy claro: el liderazgo cristiano es pringar, pringar y pringar. Es perder derechos por la obra del reino. Y nos lo han dicho así: “si no sentís claramente que es una llamada de Dios, no lo intentéis, porque es muy duro”.

 

 

 

 

 

 

 

Y ¿por qué la inteligencia emocional? Pues porque es básica, la gente sin habilidades emocionales más o menos desarrolladas no puede encargarse de dirigir equipos de forma eficaz. También porque ayuda a que las relaciones comunitarias sean más maduras y  satisfactorias. Finalmente, porque gran parte del sufrimiento de nuestra vida y de las personas que nos rodean en esta sociedad tiene que ver con inteligencia emocional (más bien con falta de ella). La gente sufre con cosas con las que les podemos ayudar, y es deber de los cristianos ayudar a la gente que sufre si podemos hacerlo, especialmente en la vocación de consolar y acompañar que tenemos en Fe y Vida.

 

 

A veces pensamos que compartiendo el kerygma es suficiente, y no nos damos cuenta de que para muchas personas sin una cierta estabilidad emocional, ese kerygma no va a llegar muy lejos.

 

A mí me recuerda a la llamada del profeta: “preparad el camino al Señor”.  Ayudar a la gente a encontrarse bien consigo mismo, a tener paz… es la primera fase para luego poder compartir lo más precioso que tenemos, la joya de verdad: al Señor.

 

 

 

Me llegó mucho en este encuentro cuando Josué nos hablaba de que en la Iglesia no paramos de responder preguntas que nadie hace. Creo que con este retiro estamos dando un paso hacia una relación con la sociedad más verdadera, menos arrogante y más humilde. Simbólicamente, estamos pasando del “escúchame, te voy a contar la verdad” a “te escucho sinceramente y voy a intentar ayudarte en tu situación concreta”.

 

Yo, verdaderamente, estoy convencido de que este es el camino y me alegro de estar en una comunidad en la que se da importancia a estas cosas.

 

 

Termino con una anécdota personal: hace 3 años, antes de conocer la comunidad, asistí en Valencia a un evento de inteligencia emocional y recuerdo pensar que en la Iglesia deberíamos hablar más de estas cosas y que ayudaba realmente a la gente, recuerdo que pensaba: “molaría hacer esto a lo cristiano”.  Hoy, tres años después, veo como la providencia me ha llevado a una comunidad donde este deseo que surgió en mi corazón ésta también en el corazón de la comunidad… cada vez lo tengo más claro: ¡Esta es mi casa!

 

Alejandro Bo