Este pequeño artículo responde a la petición de contar mi testimonio e intentar relacionarlo con mi vivencia de la
comunidad. Creo que es algo difícil, pero lo voy a intentar:
A mi siempre me había llamado la atención de hacer un Erasmus, aprender otro idioma, conocer otra cultura, etc, Así
que cuando se me presentó la oportunidad, me lancé a por ella. Recuerdo leer por aquel entonces un artículo
en una revista cristiana titulado “La vida Erasmus: ¿compatible con la vida cristiana?” en el que se exponía
las dificultades que puede tener para la fe una experiencia que en muchas ocasiones favorece que los jóvenes
se olviden de Dios en vez de acercarse más a él. Así que, supongo que influido en parte por este artículo, Cuando tuve
que elegir el lugar de destino, una motivación para elegir Dublín, Irlanda fue que parecía una ciudad donde
no tendría demasiadas dificultades para vivir mi fe (en otras ciudades posibles dudaba incluso de que hubiera alguna iglesia…).
La decisión estaba hecha, y en Dublín me planté. Como todo lo nuevo, al principio embelesa: El estar rodeado de gente
de otras culturas conviviendo en la misma residencia, el comunicarte en Inglés (“Can I have more food, please?”
fue una de las frases que más repetía), el notar las diferencias con respecto a lo que estás acostumbrado…
A la par que que resolvía los asuntos de la “vida”, empecé también a preocuparme de cómo vivir mi fe. Encontré una
comunidad que me acogió y un pequeño grupo de jóvenes que se unían a rezar todas las semanas. Todo parecía ir bien.
Pero llegó el tiempo de prueba: En Los grupos a los que había empezado a ir no sentía encajar del todo y no me sentí “acogido”
(hecho que me ayudó a entender muy bien esa vocación de la comunidad a la acogida). También había otro factor: Una
de las tentaciones más grandes que existen en un Eramus queda resumida en la frase: “lo que pasa en el Erasmus,
se queda en el Erasmus”. Es decir, que en el fondo sabes bien que tus conexiones en ese lugar son muy débiles,
no hay gente que te conozca realmente ni se preocupa por ti: No hay comunidad, vaya. Y puedes “hacer lo que quieras
que a nadie le va a importar”: se presenta la tentación con el vestido de libertad, pero cuando se quitaba el vestido
había otra cosa: soledad. Y me empecé a dar cuenta que había “ido mucho a la mía”.
La cosa se complicó cuando cogí la neumonía :Estuve 1 semana en cama con fiebre altísima. Durante esa semana experimenté
una soledad muy grande y empecé a ver cómo de verdadero era lo que estaba viviendo y las amistades que había hecho.
Tras esa semana y viendo que no mejoraba, me cogí un vuelo de emergencia a España y aquí me curé. Pero tras lo vivido en los últimos
tiempos, una idea había tomado forma en mi cabeza: Ahora no quería volver a Irlanda, y así se lo dije a mi familia…
Pero volví…y he de decir que fue una buena decisión. Comprobé como muchas puertas “de antes” se cerraron, pero se abrieron
otras: Una de ellas y la que más me ha aportado ha sido conocer al capellán de la universidad de la Iglesia de Irlanda
(que pertenece a la comunión anglicana). Este tío (llamado Scott) me fascinó: desde el primer momento que lo vi, supe
que tenía que ser su amigo. Él me invitó a su comunidad y qué sorpresa fue encontrar una comunidad que se parecía mucho
a Fe y Vida, en cuanto a estilo y visión. Había encontrado mi “casa”. Desde ese momento empecé a frecuentar la comunidad anglicana
llamada “Holy Trinity Rathmines” y así también redescubrir la llamada personal y comunitaria al ecumenismo. Scott se portó
muy bien conmigo, aquí la acogida fue sobresaliente. Y he aprendido mucho de él y con él, escuchándole predicar, tomando cafés
con él y leyendo sus libros. Ha sido un verdadero hermano mayor para mi.
Todas estas experiencias me han ido también enseñando algo del carácter de Dios, del corazón de Dios. He podido comprobar
como “Dios no nos pone pruebas más allá de nuestras fuerzas” y cómo de en serio se toma Dios nuestra libertad. He aprendido que,
si quiero, Dios siempre está dispuesto a hacerme crecer y mostrarme más de él, y cómo todos los días puedes avanzar en tu
relación con él. He entendido mejor que “Dios es bueno” y que “está de nuestra parte”. He aprendido cómo la visión que te da Dios es un
pegamento muy fuerte que te ancla a los que tienen la misma visión y también cómo el reino de Dios está creciendo, poco a poco,
por todas partes. He aprendido cómo de importante es la acogida y que se puede sentir hermanos a cristianos de otras confesiones.
En fin, Tengo que acabar diciendo que el Erasmus acabó bien, y por lo tanto, bien está lo que bien acaba.
Gracias por leer este pequeño testimonio en el que os he abierto bastante mi corazón. Mi deseo es que Dios os pueda hablar
a través de él y que os sirva para responder a la pregunta de aquél artículo para el cual yo ya tengo mi respuesta: Sí,
la vida Erasmus es compatible con la vida cristiana.
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