“Escucha Iglesia, esto es lo que Dios quiere decirte…” ¿Te has preguntado alguna vez cómo se dirigiría Dios a la Iglesia hoy en día? ¿Utilizaría fórmulas similares a las que aparecen en los libros proféticos de la Biblia? Yo me lo pregunto con frecuencia porque estoy convencido de que Dios continúa guiándonos, aunque a veces no tengo muy claro que estemos preparados para escucharle.

¿Qué es un profeta?

Históricamente se considera profeta a una persona que ha tenido una experiencia de Dios y que, conociendo su santidad y sus deseos, es capaz de juzgar el presente y ve el futuro a la luz de la voluntad de Dios, siendo enviado por este a transmitir un mensaje, ya sea con palabras o con su propia manera de vivir o actuar. ¿Existen esas personas hoy en día? Reconozco que a mí siempre se me ha hecho difícil imaginar cómo se pueden adaptar y actualizar en mi contexto todas estas cosas que se cuentan en la Biblia, a pesar de que estoy seguro de que continúan sucediendo. Así que tenemos que pensar que a nuestro alrededor hay personas con cosas que decirnos de parte de Dios ¿Estamos preparados para escucharlas?

La vida de los profetas era habitualmente complicada. Normalmente no se paseaban por las calles diciendo “Yahvé os quiere decir que está muy contento con todos vosotros por lo bien que estáis haciendo las cosas. Seguid así de obedientes y Dios os bendecirá por ello como lo ha hecho hasta ahora. Enhorabuena a todos…”. Era más común que los profetas (que no dejaban de ser intermediarios entre Dios y el pueblo) aparecieran en momentos de crisis en los que era necesario reconducir la dirección que estaba tomando Israel, normalmente alejándose de la voluntad de Dios. Y, claro, su mensaje de denuncia no solía ser bien recibido por cuanto hablaba de desgracias y sufrimiento si no se producía un cambio radical en la vida de los dirigentes y de las personas. Su tarea no era fácil y habitualmente arriesgaban su reputación y la propia vida por seguir la intuición de que eran mensajeros de Dios.

Profetas en el siglo XXI

¿Y por qué me enredo con todo esto? Pues porque me preocupa mucho que estemos desoyendo de nuevo la voz de Dios. Es evidente la situación de crisis en la que se encuentra la Iglesia desde hace años: divisiones, pérdida de identidad de los fieles, disminución de vocaciones, alejamiento de la sociedad… Las próximas décadas no se prevén sencillas, con un modelo de Iglesia instaurado hace siglos que actualmente no responde a las necesidades de las personas en general, pero que muchas veces tampoco plantea soluciones para los propios cristianos. En esta coyuntura me niego a pensar que Dios no ha puesto en marcha la maquinaria del “movimiento profético” actualizada al siglo XXI y está enviando mensajes de cuáles son los pasos a seguir en los próximos años.

Estoy seguro de que hay personas con cosas importantes que decir acerca de los cambios necesarios para revitalizar a la Iglesia. Personas con esa experiencia de Dios, con capacidad para juzgar y evaluar la situación en la que nos encontramos y con un mensaje de que es lo que hay que hacer de ahora en adelante.

¿Cómo escuchar a los profetas?

Algunas de estas ideas estarán plasmadas en libros, otros intentarán transmitirlas a través medios audiovisuales o de las redes sociales, algunos simplemente las estarán viviendo y se conviertan ellos mismos en signos de cuál es el camino a seguir. Le pido a Dios que estas personas puedan vivir esta llamada sin miedo a ser perseguidos, ridiculizados o ignorados. En la Iglesia hay muy buena gente, con grandes corazones, estoy convencido de ello, pero es también cierto que llevamos muy mal la crítica, o que nos señalen nuestros defectos, aunque sea con buena intención y con mucho amor. Amor por la propia Iglesia. Y lo cierto es que vamos a tener que hacer el esfuerzo de escuchar con humildad y de discernir qué es lo que Dios nos puede estar diciendo. Creo que la predisposición del Papa Francisco hacia esto es indiscutible y confío en que su ejemplo se extienda cada vez a más rincones de nuestra Iglesia. Porque es necesario que nuevos profetas nos señalen el camino que Dios está diseñando para su Iglesia y estoy convencido de que hay profetas que llevan en su interior la necesidad de transmitir lo que sienten que Dios les está inspirando. No os niego que me duele pensar que esas personas tengan que vivir con temor a ser rechazadas por su propia gente, a ser incomprendidas o incluso “castigadas” por nuestra cerrazón e incomprensión. Aunque quizá sea parte del precio de esa vocación, que el Señor seguro que sabrá recompensar.

Sueño con una Iglesia que abra sus puertas a escuchar y debatir, con respeto y libertad, en la confianza de que todos buscamos la voluntad de Dios y la salvación de todos los hombres en el contexto que nos ha tocado vivir.