ANAHola soy Ana Belén, formo parte de la comunión de FyV y este verano he podido hacer una experiencia de dos meses en un convento de carmelitas descalzas ubicado en Ruiloba (Cantabria).               

        Muchas son las órdenes religiosas que abren sus puertas para aquellas personas que buscan la voluntad de Dios para sus vidas mostrándolas, de este modo, su misión, su vida, su llamada… Como parte de mi discernimiento particular me decidí a hacer esta experiencia con monjas de vida contemplativa, compartiendo así, su día a día, su cotidianidad.

       Ha sido muy positivo y lo recomiendo, reconozco que a mí me ayudó mucho el intentar quitar de mi cabeza prejuicios e ideas preconcebidas, sobre todo fue muy importante intentar confiar en Dios, dejarme sorprender por el Señor y recordar que Él siempre quiere lo mejor para nosotros. ¡El busca nuestra felicidad! Durante estos dos meses he podido disfrutar de la vida en comunidad de forma sencilla y natural. Junto a las hermanas he trabajado, hemos rezado la liturgia de las horas, la oración personal, la lectura espiritual, además hemos celebrado la eucaristía juntas y hemos disfrutado de la recreación y, con todo ello, hemos alabado al Señor. La convivencia con las hermanas me ha enseñado mucho, una vida así solo se puede vivir si tienes vocación, estando con ellas he podido comprobar como el Señor da sentido a este llamado, juntando a personas tan diferentes de las que he podido aprender mucho de fidelidad, paciencia y sencillez. El Señor se hace presente en medio de ellas, se hace presente en sus vidas y a través de ellas.

      convento carmelitasEs verdad que no salen del convento, pero no son ajenas a los problemas y a las diferentes situaciones que vive la gente de fuera, este verano han sido muchas las personas que se han acercado al locutorio a compartir con las hermanas sus alegrías y sus dificultades. Saber que hay personas que se acuerdan y rezan por ti te ayuda, sin duda, en tu día a día. Ellas no salen, pero estoy segura que si lo hacen los frutos de sus oraciones y sus sacrificios. Esta experiencia me ha ayudado mucho, invito a todos aquellos que quieren consagrar su vida al Señor a que no cierren ninguna puerta, a veces, nuestra felicidad está donde menos lo esperamos, no debemos tener miedo a lo que el Señor pueda pedirnos, además, ¿qué tenemos nosotros que no nos haya dado Él? Todas las vocaciones se complementan y se necesitan, ¡todas son un don de Dios!