¿Cuántas veces podemos escuchar la expresión “si Dios quiere”? La verdad es que cada vez menos porque culturalmente y tradicionalmente hemos sacado a Dios de nuestro entorno y de nuestro día a día, pero aún en alguna conversación se puede dar.

Ya me gustaría a mí saber con certeza lo que Dios quiere en cada momento y situación, o no, el Señor es sabio. En la mayoría de los casos no lo sabemos, pero sí podemos estar seguros de que Dios quiere lo mejor para cada uno de nosotros.

Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido, para que anuncien las virtudes de aquel que los ha llamado de las tinieblas a su luz admirable.

1 Pedro 2, 9

Los acontecimientos o hechos que nos suceden o vivimos los podemos aceptar con actitud resignada pero, ¿tenemos en cuenta qué queremos nosotros?

Dios nos dio también la voluntad de escoger entre actuar y no actuar, entre el bien y el mal, así que no todo lo que nos sucede o acontece es voluntad de Dios, sino que puede ser resultado de nuestras libres elecciones.

Al principio él creó al hombre y lo dejó en poder de su propio albedrío. Si quieres, guardarás los mandamientos y permanecerás fiel a su voluntad. Él te ha puesto delante fuego y agua, extiende tu mano a lo que quieras.

Eclesiastés 15, 14-16

Pero por encima del “si Dios quiere” y del “yo quiero” está:

Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, es decir, de los que él ha llamado de acuerdo a su propósito.

Romanos 8, 28

Qué bien acogemos “todo es por nuestro bien” cuando hay alegrías y éxitos, y qué mal cuando lo que vivimos son sufrimientos, fallos, debilidades… Todo, todo contribuye al gran designio de salvación de Dios para con nuestra vida y es el gran misterio tan difícil de entender, que se resolverá en la vida eterna.

Tenemos que poder vivir creyendo que cualquier acontecimiento y/o circunstancia que nos suceda es la forma con la que Dios nos expresa su amor. Abandonarnos a ese Amor es el gran reto que tenemos como personas cristianas, sabiendo que el Señor está ahí, en lo ordinario del día a día, podemos ir adquiriendo la fuerza necesaria para hacerlo también en circunstancias difíciles, como puede ser una prueba, una enfermedad o la propia muerte.

Aprovechemos pues este tiempo de Cuaresma para, con la fuerza del Espíritu Santo, poder buscar la voluntad de Dios, contrastándola con la nuestra propia en oración, caridad y comunidad.

Y adelantándose un poco cayó rostro en tierra y oraba diciendo: «Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú.

Mateo 26, 39

Y no adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto.

Romanos 12, 2

¡Buena Cuaresma!