Recuerdo los preparativos, era una tarde cualquiera de domingo, vimos los billetes, los compré y la marcha atrás era ya imposible.
Marchaba a Assisi el 4 noviembre a las 12:30h… – por mi mente, volvían recuerdos del pasado, la cruz de San Damian, el Palancar, los hermanos franciscanos, las canciones de la Pascua, la imagen de San Fco, su historia, todos estos años, muy envuelta y comprometida por el sentir franciscano… esa primera experiencia única de consuelo, la encontré allí frente aquella cruz, en aquella misma Pascua franciscana… y ahora marchaba a Assisi, ¡¡uff!! ¡¿que me encontraría allí?!; los preparativos para el viaje, no fueron más que comprar el billete de vuelo ida y vuelta, hablar y dejarme aconsejar por el amigo fray Lolo y poco más… tan sólo tenía la reserva del último día que iba a pasar en Roma, con las hermanas Concepcionistas…
Llegó por fin el día, y el vuelo se retrasó por una hora… mientras esperaba, en aquel banco, sin nadie conocido, más que mi mochila y yo, temiendo que no me dejaran pasar con el saco de dormir sobresaliendo la altura… Ya ves, siempre igual, preocupándome de las cosas antes de tiempo; pero pasé.
Todo transcurría según lo previsto, llegué a Roma, un bus, y hacia Termini, en la estación de Trenes, ni idea tenía hacia dónde ir, qué billete coger, ni cual… y aunque cansada de intentarlo, sin averiguarlo por mí misma, todo me daba igual… iba a ir a Assisi, ya estaba bien cerca… sólo había que coger un billete, ir al tren y ya está… allí había unos aparatos, que parecía una venta de billetes, más rápida, porque el número que tenía para ir a la ventanilla era el 903 e iba por el 834… ¡¡¡madre mía, chaval, qué lento va esto!!! así que nada, lo mejor: intentar comprarlo desde el aparatejo ese. ¡¡¡bien ya está!!! ahora, hacia que tren, ir… si había decenas, y ninguno ponía ASSISI… preguntando se llega a Roma, sí, vale, ¿¿¿y a ASSISI???? pues también, conocí a una señora majísima, que vivió unos 5 años en Barcelona, sabía que era española, y me habló en catalán: “-perdone- le dije -mejor hábleme usted en Italiano, pues lo entiendo mejor”- ella fue la que me mandó al tren que tenía que tomar. Estaba lejísimos, ¡como para encontrarlo sola…! y allí, al revisor, (el pobre, que mal lo pasó conmigo), y al señor que parece ser que limpiaba el tren… majísimos, sí, majísimos, los dos. Venían de vez en cuando a ver que tal… ¡¡jaja!! y aunque perdí por dos veces el tren, ese revisor tan majo me dejó subir en el que revisaba él, y me escribió en el billete “FOLIGNIO”, ahí te tienes que parar… y coger otro.
Hasta se despidieron de mí. ¡¡¡Buenanotte ragazza!!!
En el nuevo tren, otros personajes, otras vidas cruzadas, otras miradas… ¡cuanta gente! Dos horas y media dan para mucho, cuando tu única preocupación es llegar a un punto, nada más que a un punto: llegar a Assisi, paso a paso… y ya estaba cerca.
Y por fin, allí, estaba, en la estación de ASSISI, ¡que hermosa!, me paré, me senté en el banco aquel. Nadie me esperaba, nadie me vendría a buscar… cargada con la mochila y el saco…: una lágrima se cayó por mi mejilla. De verdad, ¡para mí, llegar por fin fue descansar!!!
Cogí un Taxi, eran cerca de las 22h de la noche, muy tarde, parecía la una de la madrugada, sin exagerar, llovía algo… mientras subíamos a Assisi, vi, San DAMIANO… ¡mira ahí está… “ains” que oscuro estaba todo, que pena no ver! Me dejó en la plaza de Sta Chiara, y a buscar el monasterio de las hermanas Alcantrianas… nadie por la calle, sólo un par de bares, y el heladero abierto… que fue el que me guió. Bien, lo encontré, me estaba empapando, necesitaba entrar en un lugar tranquilo, y ya descansar del viaje. Me contestaron, pero no les quedaban habitaciones, así pues con las mismas… me di la vuelta, busqué el primer hotel y allí la primera noche me quedé. Calentito. Una ducha, y salí a pasear… y cenar, mi primer helado, mi primera cerveza… mañana será un buen día.
Me levanté temprano, recogí todo y volví a las hermanas Alcantrianas, ¡¡que seguían sin habitaciones!! ¡buah! ¿y ahora!? busqué, pregunté, me presenté y conocí a fray Isidro, que abría en ese momento la Chiesa Nuova, me llevó a las hermanas Clarisas pero allí tampoco podía quedarme,- pero pregunte en un sitio al lado, en el Monasterio de San Giuseppe- y allí me quedé por fin. Dejé todo lo antes posible, y me marché… no veía el momento… de ir y descansar en oración.
Hacia La Basílica de San Francisco… mientras caminaba hacia ella, con sol, aunque algo de frío, estaba alegre, en paz… paseando por sus calles, esas calles tan entrañables… son de esos días en los que presientes la alegría, la belleza, en cada rincón, en cada piedra, en cada suave brisa de viento… ¡las calles de Assisi!, llegué a la Basílica y ohh que preciosa era y es, fotos. Con más miradas, más sonrisas, Buona Sera ragazza!!! Entré y era enorme, bellísima, sus techos, sus paredes pintadas, un pequeño altar, aquí, otro allí… buscaba un lugar dónde recogerme, me arrodillé en la primera imagen que vi de la tumba de San Fco con unas flores, sólo era una imagen, descubrí después su tumba verdadera, un lugar de silencio, de plegaria, de recogimiento. Entré hasta el fondo y en una esquina permanecí por horas; cerré los ojos, y cuando escuché mucho movimiento a mi alrededor los abrí: eran hermanos franciscanos, que me rodearon, se sentaron, empezaron a rezar el Angelus y ohh que bello también, ¡me ofrecieron el diurnal, pero no entendía nada! sólo quería cerrar los ojos y así permanecer en silencio, sus voces, una autentica oración de alabanza y adoración…
Cuando marcharon, abrí mi biblia Daniel 4:… ¡dime Dios, cuán grande es mi árbol, cuán hermoso es mi reino, que creo me pertenece, cuándo va a venir tu ángel centinela a destruirlo, para que vuelva a renacer tiempo después más grandioso y bello y alabándote y dando gracias a ti oh Dios, por lo mucho que me cuidas!!!
Esta fue mi oración día tras día. Visité Sta Ciara, y leí la Palabra. También escuché misa en francés, -sí en francés- y después más lectura de la Biblia… visité cada iglesia, la cárcel, el cementerio, Rocca Maggiore, anduve todo el rato por Assisi…
Terminé el día con una buena cerveza, frente a la Basílica de San Fco, cosa que se repitió cada noche.
A la mañana siguiente el plan era: Bajar a San Damian, y permanecer allí. Las piernas me temblaban: quizás era de la bajada… o de lo nerviosa que estaba de visitar ese lugar tan sagrado, donde empezó todo. Ese lugar que Fco y Chlara dejaron huella, ese lugar donde se consagraron, ese lugar tan lleno de experiencias, de dolor, de misericordia, de milagros, de paciencia, de hermanos pobres, de amor, de cariño, rodeado de naturaleza, y allí estaba. ¡Como lo esperaba!, en silencio y los pajarillos cantando. Alcé la mirada y la cruz de San Damian colgada del techo, ¡cuán grande es, pensé, y qué bella! ¡qué lindo altar: sus bóvedas de un color grisáceo, y nada pulidas, reconstruidas por el mejor, constructor, fiel y siervo de Dios. Y pensé… quiero amarte Dios tanto como te amó San Fco, quiero fiarme de tu poder, de tu gran amor, y alabarte y bendecirte cada día, quiero levantarme cada mañana, y antes de empezar el día, darte las gracias por todo lo que me das, por todo lo que tengo y todo lo que soy… por los hermanos, y por esta pobre mujer que sólo desea ser fiel, vivir en paz, y amar y ser amada, sentir cada día el abrazo consolador del hermano que me has dado y que todo lo cura.
¡Ohh, que hermoso es viajar en solitario. Presientes tantos detalles, que si fueras acompañada ni lo detectarías… esa pareja que se besa, o el bebé que llora porque quiere ese juguete, o aquel señor en aquel banco sólo, o el chico guapetón seduciendo a una jovencita, o aquella chica aprovechando a hacer las tareas en el tren, mientras habla por el wassapp o el señor inmigrante deseando llegar a casa y descansar con su pensamiento realmente en su tierra, en su pueblo natal… o aquel grupo de estudiantes junto a sus profesores. Siempre hay un personaje que te llama la atención: aquella chica que se acercó a la tumba de San Fco y con su mirada hacia las velas que ofrecía una verdadera oración de súplica… o aquella pareja de bohemios su bebé y su guitarra… sacándose unos duros en la escalinata del templo de Minerva… o aquella recepcionista que intentaba por todos los medios hacerse entender… No sé, tantas vidas, tantas vidas por las que orar… Por ti, que estás sentado frente al ordenador y estas leyendo esto, en este instante, sí, por ti también oré.
Pasaron rápido los cuatro días… y la marcha a casa ya se acercaba, la última mañana la pasé recorriendo Assisi, como si realmente me pudiera llevar en mi mochila cada rincón de ese lugar, subida en el tren, me despedí con un -¡¡¡Hasta luego!!!, volveré a pisar tus calles.
Cuando bajé del avión, alguien familiar estaba esperándome, ¡¡ya estoy en casa!!
Me llaman Lupe…
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