Laura CuencaPreparaba la maleta para ir a Impacto cuando me di cuenta que sólo llevaba tristeza, desesperanza y soledad. La vida que estaba llevando no tenía ningún sentido para mí, no entendía nada de lo que estaba pasando en los últimos seis meses. Estaba en una constante rutina, impulsada por la inercia.

No tenía nada que perder. Yo estaba acostumbrada a pasar algunos días al año con jóvenes de mi edad teniendo experiencias de Dios que sólo se quedaban en ‘’recargar las pilas’’ espirituales para seguir adelante. Pero eso a mí ya no me servía, yo necesitaba más, una continuación, no un final y hasta el año que viene.

Llevaba tanto tiempo esperando que Dios bajara de las nubes y me dijese que es lo que tenía que hacer que ya me había cansado de esperar.

Miré atrás y vi tanto tiempo desperdiciado… quizá Dios haya querido darme estas fuerzas ahora y no antes debido a las barreras que yo tantas veces le puse. Quizá haya esperado a que llegara al fondo para poder rescatarme con Sus Fuerzas y no intentar salir con las mías. Quizá me haya dejado estar sola para que me dé cuenta de que es el único que no nos fallará jamás.

La pasión que encontré en las palabras de las personas que nos hablaron en Impacto 2014, esa Sabiduría inspirada por el Espíritu, siendo algunos más jóvenes que yo pero con tanta fe y visión… me destrozaron. Yo quiero ser así, me dije.

Salí de aquel lugar con fuerzas y esperanza renovadas. Ya no me importaba el cómo sino el qué. Da igual cómo llegues a la meta, ¡pero llega!

Encontré respuestas pero lo mejor fue que me di cuenta que no camino sola, que ando sobre terreno seguro, que ahora mi alma está sobre la roca, sobre un Dios que jamás abandonó a su pueblo amado, que aun habiendo cometido los peores errores, los perdonó y los llamó Pueblo Santo, y comenzó una obra que todavía perdura y que somos nosotros, y en nuestras manos está el que continúe.

La gloria siempre será de Dios, Él fue el que nos trajo Vida y nos seguirá dando Vida en abundancia.

Laura