Y llegó la Ordenación y ahí estuvimos…
El pasado 24 de junio nuestro hermano Carlos se ordenó en la catedral de Valencia junto a tres compañeros más y ahí estuvimos unos cuantos hermanos de comunidad junto a muchas otras personas acompañándolo en un día tan importante para él y para todos nosotros.
Dentro de la Iglesia católica hay muchas celebraciones a las que podemos asistir y en las que podemos participar pero de las que no somos muy conscientes de lo que está sucediendo y lo que representa o puede representar en nuestras vidas.
En este caso está claro que al que más le implicaba era al propio Carlos, pero de alguna u otra manera también nos implicaba al resto que intentamos vivir nuestra vida de fe bajo un mismo carisma comunitario; porque es una situación de vida que en Fe y Vida se contempla pero es a partir de ese día, el 24 junio, en que la comunidad cuenta con un miembro ordenado entre sus comprometidos y está en nuestras manos el saberlo acoger.
¿Y qué es eso de “ser ordenado”? Para muchos de los que asistieron a la misa de aquel día en la que Carlos fue ordenado, era la primera vez que celebraban una ordenación sacerdotal, que en los tiempos que vivimos no es una celebración que abunde.
Es una celebración en la que solo los obispos válidamente ordenados pueden administrar el Sacramento del Orden y consta de tres partes:
La preparación. Que está integrada por la llamada a los candidatos, presentación al obispo, elección y alocución del obispo, un pequeño diálogo y las letanías de los santos.
La imposición de manos y oración consacratoria. Que es el momento central del sacramento.
El gesto de la imposición de manos conlleva en toda la tradición bíblica (Núm 27, 15-23; Dt 34,9; 1 Tim 4,14; 2 Tim 2,6) la idea de la transmisión de un oficio.
En la consagración episcopal, son todos los obispos presentes (al menos tres) quienes impondrán las manos al candidato; acto seguido se pondrá sobre su cabeza el libro abierto de los Evangelios.
En la ordenación Presbiteral, los Presbíteros presentes imponen las manos como gesto de acogida al nuevo ordenado, pero es la imposición de manos del Obispo el signo que hace efectiva la ordenación.
Para terminar el rito, se han ido introduciendo a lo largo de la historia diferentes acciones explicativas del ministerio que va a ejercerse, en el caso de los presbíteros reciben la patena y el cáliz, se les ungen las manos y se les coloca la estola y la casulla.
Para Fe y Vida la celebración duró algo más. El día previo, el viernes, dentro de la asamblea comunitaria pudimos escuchar a Carlos compartir cómo el Señor se había hecho presente en su vida y cómo le había llevado hasta el paso que estaba a punto de dar. Pudimos rezar por él y compartimos después con hermanos de Valencia y con personas que desde otros lugares habían venido también a acompañarlo en su Ordenación.
Y también el día posterior, el domingo, donde hermanos comprometidos de la comunidad junto con algunas personas más pudimos celebrar la primera eucaristía presidida por Carlos, que celebramos en el seminario Santo Tomás y después de la eucaristía tuvimos un momento en el que hablar con seminaristas y sacerdotes que también asistieron a la celebración sobre quiénes éramos y el carisma que compartimos como comunidad.
¿Pero ser ordenado, qué es?
El Orden Sacerdotal es un sacramento que consagra al que lo recibe configurándolo de un modo particular con Jesucristo, y capacitándolo para actuar en la misma persona que de Cristo, cabeza del cuerpo místico de la Iglesia. Es un ministro y un representante de Jesucristo, de quien recibe un poder sagrado para apacentar a los demás fieles.
El sacramento del Orden imprime en el alma un carácter espiritual indeleble, distinto al del Bautismo y al de la Confirmación, en virtud del cual quien lo recibe queda marcado para siempre.
El Concilio Vaticano II afirma la común dignidad y la igualdad fundamental de todos los miembros del Pueblo de Dios, junto con la existencia de diferentes servicios y ministerios para el bien común de todos los bautizados. (Cf. LG 9, 10, 18).
Entre estos servicios y ministerios existe uno llamado Ministerio Ordenado, que no se sitúa aparte ni por encima del Pueblo de Dios, sino dentro y al frente de él. Quienes lo reciben en el Sacramento del Orden, participan de la autoridad y misión de Cristo Sacerdote, Cabeza y Pastor de la Iglesia, para que puedan servir a todo el Pueblo de Dios (LG 18).
A este sacramento se le llama orden porque comprende varios grados subordinados entre sí:
- El Episcopado. Es el grado más alto del sacramento del Orden, correspondiente a los Obispos, quienes reciben la plenitud del sacerdocio y son los sucesores de los apóstoles.
- El Presbiterado. Es el grado del sacramento del Orden correspondiente a los sacerdotes, que son los colaboradores de la Misa.
- El Diaconado. Es el grado del sacramento del Orden correspondiente a los Diáconos, quienes reciben la ordenación para ayudar a los obispos y a los sacerdotes en su ministerio.
La principal función del sacerdote es celebrar el Santo Sacrificio de la Misa, pero otras de sus principales funciones son:
- Perdonar los pecados.
- Administrar los demás sacramentos.
- Predicar la palabra de Dios.
- Dirigir a los fieles en las cosas que se refieran a Dios.
Resumiendo, fueron tres días dónde pudimos celebrar y compartir fe y vida, una oportunidad para experimentar, una vez más, cómo el Espíritu se mueve entre nosotros y nos “aúna” también en un momento de fiesta.
Pero también fueron unos días dónde fuimos testigos de cómo cuatro adultos, hombres, recibían el Sacramento del Orden al servicio de nuestra Iglesia Universal.
Días para dar gracias a Dios y para seguir pidiendo por personas convertidas, comprometidas y ¿por qué no? ordenadas.
*información proporcionada por la concatedral de Alicante (enlace).
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