Había tenido siete horas de coche para mentalizarme de aquellos días que íbamos a vivir. Estaba al corriente de que el retiro de este año estaba mayoritariamente organizado por la gente joven de los distintos núcleos entre los cuales yo no me encontraba, puesto que ofrecieron participar en la organización, pero amablemente lo rechacé. Me parecía un marrón para el cual no iba a
tener tiempo.

Llegamos al lugar del encuentro y lo primero que pensé fue “¡caramba, las nuevas incorporaciones al núcleo de Valencia nos ganan en número!” y rápidamente busqué con la mirada hasta que encontré un numero razonablemente elevado de personas a las que conocía con las que charlar.

Conforme pasaban los días aquello para mí era como ser el espectador de un partido de fútbol americano donde los miembros del equipo se comunican con fluidez y saben lo que tiene que hacer y se les ve perfectamente cualificados para ello. Pensaba “¡guau! Realmente Dios ha dado las herramientas necesarias a esta persona para realizar un trabajo increíble”. Cada individuo
al que preguntaba qué tal estaba viviendo ese momento decía que estaba siendo de muchísima bendición y eso era palpable sobre todo en los momentos de alabanza. Y pensaba “ojalá yo hubiera podido ser parte de este encuentro desde dentro, la organización”. Estaba viendo a mis hermanos de comunidad realizar un servicio enorme y poner sus dones al servicio para garantizar que todo saliera sobre ruedas.

Si me preguntas, creo que en este encuentro he visto la excelencia de Dios y de las personas que se ponen a su servicio. De verdad, esta Pascua ha dejado el listón muy alto.

Y, ya que tanto insistes, te contaré que para mí, además de prevalecer el orgullo de pertenecer a una comunidad que hace las cosas tan bien, no dejaba de escuchar una voz en mi cabeza que me decía que yo debería haber estado más implicada. “Deberías haber hecho más, Claudia”, “¿Por qué no te has puesto al servicio en esta misión?”. Pero la realidad salió a la luz como suele pasar. No era mi momento, Dios no me había llamado a eso.

Durante mucho tiempo he estado intentado mantener un personaje, alguien a quien las cosas le van bien y no necesita ayuda, cuando la realidad es que no estaba bien y sí necesitaba ayuda, pero no estaba dispuesta a pedirla. Estaba convencida de que estaba haciendo un papel increíble como persona fuerte que lo tenía todo controlado y que eso agradaba a Dios.

Este
retiro de Pascua me ha ayudado a ver que en realidad no lo tenía tan controlado, y que eso no me hacía mejor cristiana. Me he quitado un peso de encima cuando en oración me han dicho que no se trata de intentar ser fuerte, esto va de ser débil. Tengo un proceso largo de deconstrucción por delante, pero espero que de ahí el Señor pueda sacar algo que dé fruto.