Cuaresma. 40 días para dedicarnos a nosotros mismos. Se podría decir que durante este tiempo litúrgico de preparación para la Pascua lo más importante somos cada uno de nosotros. Es un tiempo de mirar hacia dentro, detectar áreas oscuras o mal ventiladas de nuestro interior e intentar poner ahí algo de luz y de aire fresco. Los conceptos clásicos que se asocian a la cuaresma: oración, ayuno y limosna van dirigidos en realidad a esa dedicación a nosotros mismos en la que podemos analizarnos e instaurar pautas para mejorar aspectos de nuestra vida que sabemos que deberían ser mejores.

Como todo en la vida cristiana el fin no es la penitencia o el sufrimiento en sí mismos, sino que la verdadera meta es mejorar. Ser personas más sanas emocionalmente que puedan estar en las mejores condiciones para cumplir la voluntad del Señor en la tarea que les sea encomendada. No tengas miedo de preguntarte a ti mismo, a Dios o a tus hermanos qué aspectos son los que te toca mejorar en este momento, teniendo en cuenta que no siempre estamos preparados para solucionar de golpe heridas o complejos que llevan años marcando nuestra personalidad y nuestra forma de actuar. Busca un entorno seguro en el que, en confianza, puedas trabajar estas cosas y te puedan ayudar sabiendo que tu crecimiento siempre estará por encima de cualquier otro interés.

Como en las obras que habitualmente nos encontramos en nuestras ciudades y carreteras y que tanto nos molestan por las incomodidades que nos causan, la cuaresma es un momento para enredar en nosotros mismos, descolocarnos, dejar al descubierto nuestras partes más feas para después, con todo ya en orden y renovado, poder ofrecer un espacio más funcional y agradable desde el que cumplir nuestra misión como hijos de Dios.

Aprovecha este tiempo. No lo vivas como una carga sino como una oportunidad que Dios te ofrece para que tu vida sea más plena y esté más llena de verdad. Estos 40 días son para ti. No lo olvides. Que el Señor te bendiga.