¡¡¡CRISTO HA RESUCITADO!!! ¡¡¡ALELUYA!!

iv 4Nos alegra poder gritarlo sintiendo que Dios, realmente, está vivo en nuestras vidas, que ha resucitado y nosotros con Él.

Esta Pascua ha sido algo distinta para nosotros: tener una niña que es relativamente independiente te obliga a estar pendiente constantemente de ella y no te permite centrarte en todo momento como te gustaría (y eso con la suerte de que es tranquila y te deja estar con ella en cualquier parte sin que de demasiado la lata…). Pero hemos tenido tiempo para orar y, sobre todo, compartir: algo que echamos mucho de menos en nuestro día a día, al estar a tanta distancia…

Este año estábamos deseando que llegara la Pascua para poder compartir esos momentos con la Comunidad, poder alabar a Dios y sentir su presencia todos juntos, y no hemos quedado defraudados en absoluto. Ha sido una gran alegría el poder vivir este Triduo así, vivir la Hora Santa (sencilla, acompañando a Jesús), la Pasión, la Muerte (descubriendo a lo que debemos morir nosotros) y sobre todo, la Resurrección del Señor con nuestros hermanos.

Sentimos que, hoy por hoy, a lo que Dios nos llama es a transmitir nuestra fe allí donde nos ha tocado vivir. Lejos de nuestras familias, de nuestros amigos, de nuestros hermanos, de nuestras “cunas”… es duro y difícil: uno no siempre ve que sea lo que el Señor quiere, y no siempre entiende lo que pasa, pero realmente nos sentimos llamados a hacer visible a Dios, a comunicar nuestra experiencia, nuestra necesidad de Él, nuestra forma de vivir esa fe y la forma de entenderla, la necesidad que tenemos de los hermanos…iv 2

Hace un tiempo hablábamos con una chica y nos decía que no quería meterse demasiado en nuestra vida, porque “nuestra familia es nuestra familia” y ella no pinta nada ahí. Nosotros intentábamos hacerle entender que no podemos concebir esa familia sin quienes nos rodean: no sólo somos nosotros tres, sino la gente de nuestra parroquia, las chicas del Hogar, los compañeros de trabajo, los pacientes de la clínica… Por eso nuestro deseo es tener la casa abierta a todo el que lo necesita (o, simplemente, quiera venir).

Sí que es verdad que a veces nuestra vida nos parece pobre, sobre todo en el sentido comunitario… pero, bueno, somos conscientes de que se trata de algo que nos ha tocado vivir y estamos felices (¡no siempre, hemos de ser sinceros!) de poder hacerlo desde Dios.

Una de las llamadas más fuertes que sentimos es esa de ser familia para quien no la tiene. Nos ha tocado compartir un trozo de nuestras vidas con chicas que vienen de familias totalmente desestructuradas, que no saben lo que es el cariño de un padre o una madre, y eso nos quiebra el corazón. Nosotros intentamos ser para ellas, no un padre y una madre, aunque a veces así nos llamen, si no alguien que las quiere y les da cariño, alguien que las respeta. Intentamos ser ejemplo de otro estilo de familia que incluya todas esas cosas.

iv 3No se trata solamente de una llamada: también es un regalo que Dios nos hace. A través de esas niñas el Señor nos ha bendecido mucho; el cariño que nos devuelven es mayor del que nosotros les damos, y a veces nos sorprenden sus reacciones a pequeñas cosas, precisamente por el amor que demuestran. Y aquí nuestra pequeña Marta tiene mucho que ver, ya que es la que más “trabaja” esta relación.