Días después de comprometerme por primera vez con la comunidad y en frío, recapitulo e intento hacerme un resumen mental de cómo he llegado a este punto para poder saber por donde empezar, pero no es sencillo hablar de mi experiencia de conversión o del momento en el que conocí a la comunidad realmente, lo primero porque la fe, o un ambiente de fe más bien, siempre ha sido una constante en mi vida y lo segundo porque desde hace mucho tiempo tengo relación con el grupo que pasó a ser Fe y vida Granada y cuando pasaron a formar parte de la comunidad fue un paso muy normal para mí, con lo que no cambió en nada mi relación con ellos ni mi vida en absoluto. Seguía yendo a las actividades que se organizaban, a las asambleas, me seguía relacionando con mis amigos y conocidos que se movían dentro de ese ámbito. Así pues, para mí no hubo un cambio real, solo de nombre y de lugar de reunión.

Por tanto, ¿en qué punto llego a ser consciente de que, de forma voluntaria y plenamente consciente, quiero vivir una vida en Cristo? Supongo que esta es una pregunta difícil para los que, como yo, no hemos tenido una conversión al uso, en la que hay un punto de inflexión claro. Lo que sí es cierto es que, paulatinamente fui teniéndolo más claro y en eso la comunidad que son, en resumidas cuentas, las personas que siempre habían constituido mi lugar de referencia en cuanto a la fe, juega un papel determinante. Sin ella mi forma de vivir la fe y, probablemente, de ser, serían completamente diferentes.

Una vez siendo consciente de lo que realmente quería de mi vida, llegaría una etapa para mí de crecimiento, en la que me involucré más en las cosas del Señor y en la que intenté seguir creciendo en mi fe, formándome y conociendo más y mas a un Dios que, aunque siempre presente en mi vida, no siempre había sido algo familiar o tangible para mí. Tiempo después, llegó una etapa que yo mismo llamo de “inercia espiritual”: Seguía todas las actividades y formas de hacer las cosas de la comunidad, pero permanecía próximo a ella principalmente por las personas y no para buscar un acercamiento a Cristo, aunque no fuera consciente de esta realidad y el orar o el formarme era un
pretexto para estar ahí, pese a que apenas practicaba la oración y, en muchas ocasiones, mi forma de actuar no era la más coherente con respecto a la fe que yo mismo estaba convencido de tener. En definitiva, seguía estancado en el mismo punto en cuanto a mi fe y mi acercamiento a las cosas del Señor y no era consciente de ello, me autoengañaba. Para mí, yo era un buen cristiano por el hecho de estar próximo a la comunidad y de reconocer mis creencias de forma más o menos pública. Cuando caí un poco en la cuenta de esto, después de tener ciertas sospechas al respecto durante un tiempo, me sobrevino una rabia bastante profunda hacia mí mismo por no querer ver las cosas y no salir de mi comodidad, y me di cuenta también de algo bastante claro, una fe que se estanca y
no avanza, acaba por morir.

Por ello, tomé la decisión de intentar romper con la monotonía y la inercia y buscar una manera de revitalizar mi relación con Dios. A la par que esto y, en estrecha relación con el cambio de actitud que necesitaba (y que a día de hoy, en cierto sentido también sigo necesitando), me fui viendo más inmerso en la comunidad.

En primer lugar decidí tener un acompañante que me ayudara a caminar y a intentar buscar mayor motivación para buscar a Dios, cosa que fue bastante complicada para mí, pues siempre he sido reacio a contar las cosas que pasan por mi interior y más si están relacionadas con la fe o con las creencias que arraigan en lo más profundo de mi y considero muy personales. Además, en ese momento tampoco consideraba que tuviera una necesidad imperiosa de la figura de un acompañante en mi vida, pues pensaba que me las podía valer yo solo. En cierto modo, el decir que sí a un acompañamiento fue reflejo de humildad y un cambio en mi disposición para con Dios y la comunidad.

Otro punto importante fue la pertenencia a un ministerio, en mi caso el de música. Llevaba bastante tiempo con la inquietud de la música y el poder ofrecerle eso a Dios era algo que me sentía llamado a hacer, aun con todas mis limitaciones musicales, que son bastantes, y el miedo derivado de no creerme capaz de aportar nada al ministerio. El decir que sí a estas cosas, junto con la disposición de conocer mejor las cosas de la comunidad y de cambiar las cosas que impiden que tenga una relación adecuada con Dios han sido momentos clave para tomar la decisión de optar por la comunidad de forma más seria.

Todo este tiempo de cambio empezó a fraguarsee este verano pasado, en torno a Impacto y unos días previos que estuve con más jóvenes de Granada en Cantabria, conociendo un poco mejor como es la comunidad y a las personas que la forman.

Pese a que siempre he sido una persona con cierta animadversión al compromiso y aun habiéndome dicho que no consideraba necesario comprometerme con la comunidad, aun a sabiendas de que, a día de hoy, es probablemente el sitio más idóneo para mí, llegó un momento en el que no podía encontrar pegas a realizar un compromiso temporal. No podía porque, al fin y al cabo, la comunidad era y es un sitio donde encajo bien, he crecido a nivel espiritual y como persona durante mucho tiempo y, al fin y al cabo, puedo seguir acercándome a Dios de una manera que no he encontrado en ningún otro sitio a día de hoy.

De este modo, cuando llegó el momento de plantearme el realizar los compromisos temporales y, tras orar y meditar la idea, no tuve que pensar demasiado si hacerlos o no. Sencillamente la única razón para no hacerlos era el miedo a dar el paso, que me esforcé por descartar en cuanto antes. Así es como se consolidó el paso que he dado, el cual, por otro lado, era la evolución lógica que cabría esperar de mí. Aún así, a posteriori, pienso que la decisión, aun siendo algo lógico y normal para mí , la considero un sí al Señor y a su obra en mi vida, creo que es algo que me acerca un poco más a Él y estoy bastante ilusionado.

Con respecto al Capítulo no tengo mucho que decir, aparte de que me sorprendió la cantidad de gente que forma parte de la comunidad y que no conozco y que me alegra mucho ver que se comprometen más jóvenes cómo yo, con las que mantengo una relación de amistad bastante estrecha.

Como ya he dicho estoy ilusionado con la idea de formar parte formalmente de la comunidad y con las expectativas de un año en el que espero seguir mejorando a nivel espiritual y estoy seguro de que la comunidad va a ser una parte importante de ese cambio y mejoría que espero que se siga produciendo en mí, para poder, entre otras cosas, mantener una relación más estrecha con “el Jefe” y actuar como se cabría esperar de un cristiano en un mundo tan convulso y que, en tantas ocasiones, le da la espalda a lo que verdaderamente importa y confunde a los que intentan ir en contra de la corriente y salir del rebaño.

Jose Pablo