Nueva Evangelización

Evangelización es la palabra de moda en la Iglesia Católica. Nueva evangelización para ser más concretos. En una época en la que los templos se vacían y la importancia de la Iglesia en la sociedad disminuye paulatinamente, esta es la respuesta que los católicos damos ante esta situación que en el mundo occidental parece que nos ha cogido un poco a contrapié.

Pero no parece ser que la evangelización, entendida como “primer anuncio”, pueda revertir esta tendencia. Hoy en día se utilizan innumerables métodos en diócesis, parroquias, órdenes religiosas, movimientos, comunidades… algunos más originales, otros menos, pero todos encaminados a favorecer o propiciar el encuentro de la persona con ese Dios que nos busca y nos ama sin descanso. Y en muchos casos durante una cena, delante de un sagrario, en un concierto o a lo largo de un retiro de fin de semana ese encuentro se produce. Alguien se da cuenta de que Jesús entregó su vida por él, que está salvado. Experimenta ese amor incondicional que te traspasa por dentro y que te hace sentir alguien especial. He visto en muchísimas ocasiones episodios como estos y cada vez que sucede, cada vez que alguien pone su vida en manos de Dios con total confianza, me estremezco.

Por desgracia en demasiadas ocasiones esta experiencia fundante no va más allá en el tiempo y no produce un cambio real y duradero en la vida de las personas. Y es que, en realidad, más importante que evangelizar, que proponer ese encuentro, es conseguir que una persona recién convertida se convierta en un cristiano maduro capaz de replicar este mismo proceso en otras personas.

Cambiar de Vida

Dios es tan grande y tiene tanto que ofrecernos que es relativamente fácil ayudar a una persona a encontrarse con ese amor. Incluso puedes lograr un compromiso de entregar su vida a Dios. Pero no es tan fácil hacer que esa persona persevere en esa opción, que mantenga esa decisión de centrar su vida en la voluntad de Dios y de dar un cambio que le lleve a considerar a Jesús como el centro de su vida.

Este proceso requiere tiempo. El tiempo necesario para que la persona comprenda que es una opción a largo plazo y que cada pequeña decisión que tome le llevará a alejarse o a acercarse al objetivo que se ha marcado. Ser cristiano no es fácil. No lo ha sido nunca y no lo es ahora tampoco. Se necesita renunciar a cosas. Es una opción que te lleva a poner las necesidades de los demás por delante de las tuyas, a buscar siempre el bien, a tener el valor de ir contra el criterio establecido si este no busca el bien común.

Convertirse en un cristiano maduro necesita acompañamiento. La persona que descubre a Jesús resucitado y que decide que quiere vivir su vida desde esa experiencia necesita gente a su alrededor. Modelos que le ayuden a ver cómo esa opción se puede hacer realidad en nuestra sociedad actual. Necesita personas que le aconsejen, que le escuchen, que le consuelen, que le perdonen, que le quieran. Porque la vida cristiana se trata de escuchar, de perdonar, de amar y solo cuando sientes que alguien se comporta así contigo puedes entender que eso es bueno y necesario para ti y para los demás.

Los evangelios cuentan que Jesús dedicó unos tres años a trabajar con las personas que a la postre se encargaron de transmitir y consolidar sus enseñanzas. Tres años muy intensos con renuncias, peligros y mucha vida compartida. En esos años, más que comprender parábolas o aprender textos de la ley, los que acompañaban a Jesús aprendieron a vivir de una determinada manera, a poner la voluntad de Dios por delante de la suya propia a pesar de no comprender, del miedo y del dolor.

El desafío de la Iglesia

Hoy en día el desafío de la Iglesia, más que evangelizar, es conseguir una masa de cristianos convertidos, comprometidos, con la madurez suficiente para acompañar a “nuevos conversos” en su camino de fe, que los lleve a convertirse en referentes dentro de una Iglesia que necesita modelos y líderes que guíen a otros cristianos a convertirse también en modelos y líderes.

Discípulo debería ser la palabra clave hoy en día dentro de la Iglesia Católica. Solo si nos tomamos en serio esta cuestión podremos jugar las cartas de nuestro futuro con más optimismo.

Alex